Nunca, hasta ese día, me había detenido a pensar en la belleza profunda y visible de las personas; no el físico, sino sus almas reflejadas en la mayoría de las cosas que hacen. Son como obras de arte.
Esperaba ansiosa a que dieran las cinco, tenía unas cuantas semanas sin ver a una de mis mejores amigas, esa que te quita el estrés, la tristeza y te alegra el corazón con tan sólo unos minutos de charla intensiva y unos cuantos apapachos. Parecían meses sin ella y me hacía mucha falta. Desde que salí de la universidad, mis días eran más largos, pero a pesar de ello, no me alcanzaban para nada. La inspiración, me había abandonado cruelmente, dejándome con dudas existenciales. Me sentía como “la brujita KIKI entregas a domicilio (Hayao Miyazaki)” cuando no puede volver a hacer magia o volar; creía que el don de la escritura y mi magia se evaporaba rápidamente.
Realmente estaba exhausta, este nuevo horario me movía todo, nunca dormía lo suficiente para recuperar las horas perdidas y lo peor de todo era el mal genio que me cargaba. Un círculo vicioso. Duré todo el día viendo que me pondría y como me maquillaría, necesitaba quitarme esas ojeras de panda, pero nada parecía agradarme; después de una desesperación indescriptible elegí una falda corta negra, una blusa negra y un saco negro – en resumen “algo totalmente diferente a mí”. Una combinación de nostalgia, frustración e incertidumbre me embargaba el alma. Me senté frente a la computadora, tecleé unas cuantas frases intentando continuar con mi libro – nada -. Me levanté de golpe, cerré la laptop y me dispuse a esperar. Más tarde ya me encontraba en el centro de la ciudad. Toda la gente se veía feliz, ocupada, distraída e inmiscuida en su propio mundo, parecía que el viento quería obsequiarme un poco de alegría así que intenté relajarme.
Al ver a Isa, me sentí más tranquila, siempre era así. Ella es de esas amigas que pueden escuchar desde tus sueños más locos, hasta tus miedos más profundos, oyendo atentamente, aconsejándote con cariño, abrazándote mientras lloras, ríes o te enojas. Es una niña dentro del cuerpo de una joven, siempre ilusionada, alegre y feliz ante la vida y las adversidades. Una mujer con esperanza y un corazón igual al universo. Ella es como mi hermana.
Algo que en verdad siento es que, cada vez que me encariño con una persona, que comienzo a quererla, le obsequio un pedacito de mí: historia, secretos, corazón, sonrisas, creatividad o consejos, cualquiera de ellos. Me gusta querer completamente, crear vínculos, cimentarlos de verdad, nada a medias. Al terminar de comer y platicar, caminamos hasta un Centro Cultural muy hermoso, situado en una casa antigua; una bienvenida cálida, una mesa llena de bocadillos deliciosos para compartir, un pasillo largo y amplio, tres salas llenas de vida y arte, sillas frente a un teclado, la luz de la luna acariciando el rostro de las personas, las estrellas brillando intensamente, velas dentro universos cristalinos; un panorama romántico.
Héctor Catalán, uno de mis amigos artistas, estaba en la puerta invitando a las personas para que tomaran asiento. Si algo tenía además de carisma y creatividad, era liderazgo. Se veía especialmente guapo y emocionado ya que organizaba y gestionaba eventos artísticos entre ellos Micro teatro. Héctor es un hombre sincero y apasionado por su trabajo, su vida y sus amigos que lo acompañan, son de esas personas que es inevitable querer. La Galería Van Gogh y el Centro Cultural Tonatiuh se habían unido para dar vida a un evento lleno de pinturas, fotografías, música y una obra de arte. ¡Lo que necesitaba, embriagar mi alma con belleza! Un universo perfecto, ese hermoso sitio al cual puedes ir para complementar tu vida.
Joshua Nieto, un amigo escritor de esos que te hacen ser el personaje principal, se encontraba emocionado. Él es de esos hombres que saben amar, que puedes ver sonreír y que contagia sus sentimientos con tan solo una mirada. Su obra de teatro estaría de nuevo frente a personas sedientas de talento, esa noche él los saciaría. Manos Rotas. “Una combinación de tristeza, melancolía, utopía y amor tóxico escondidos bajo un romance actual. Una chica talentosa, joven y con ganas de mostrar sus pinturas al mundo, un chico escritor enamorado de la inspiración; una mezcla peligrosa”.
Una de las cosas que me iluminó más y enriqueció mi alma. Era la segunda vez que la veía puesta en escena. La primera ocasión la disfruté tanto, lloré porque pude entender el sufrimiento y la desesperación. Estaba pasando por una situación similar y manos rotas me dio el valor para terminar lo que en mi vida no necesitaba. Algo que me encanta de los artistas es su sensibilidad, honestidad y tacto para las cosas, Dios les obsequia un alma hermosa, de esas que casi puedes palpar; yo tengo el gusto de conocer personas así. También uno de los motivos de que la luz me iluminara, era que había estado con alguien que con una simple sonrisa hacia palpitar mi corazón, que en sus ojos se podía ver una de mis constelaciones favoritas y que su voz era armonía que respiraba gustosa. Ese caballero que con la música se conectaba al cosmos. Alguien con un bello corazón. Isa, Héctor, Joshua y aquel caballero, son de esas obras de arte donde sé que Dios trabajó mucho, los puso en la tierra para brindar alegría, amor y un cachito de cielo, aquellos que agradezco tener en mi vida.