En la reciente novela Tierra Roja de Pedro Ángel Palou se funden el thriller político sobre biografía de Lázaro Cárdenas y la picardía mexicana, de los cabarets y la nota roja durante su sexenio, un periodo histórico que moldeó a México durante el resto del siglo XX. Durante una pausa del ajetreo de la Feria del Libro de Guadalajara, Palou accedió a responder algunas preguntas sobre este nuevo trabajo y los tiempos que corren.
P: Hablas del pasado para hablar del presente, esa es mi lectura de tu novela Tierra Roja. Cuéntanos cómo elaboraste este contrapunto temporal.
Leemos novela histórica porque nos interesa conflictivamente el presente, porque no lo comprendemos. No tenemos los elementos, ni los ha tenido nadie. Nunca.
PAP: ¿Es el caminar en la niebla del que habla Kundera?
Exacto. Me interesa la novela histórica en términos de comprender el presente. Cárdenas es esencial para entender lo que está pasando en México, sobre todo por el desmantelamiento del estado de bienestar. En este sexenio, en particular por las tan cacareadas y famosas reformas; una reforma educativa cuyo ataque central se dirige al modelo de la normal rural, al profesor rural que establece el cardenismo; una reforma energética que ataca lo único que le quedaba propio al mexicano, el petróleo, cuando para Cárdenas lo más importante eran el suelo y el subsuelo, cómo única manera de alcanzar la soberanía. La reforma laboral, que aún no la terminamos de ver, orientada a desmantelar el estado laborista mexicano; la desaparición de las Juntas de Conciliación y Arbitraje para judicializar todos los procesos laborales y trasladar el poder al empresario, quien tendrá todo el control. Preguntarse sobre Cárdenas es por qué pudimos creérnosla, por qué la pudimos hacer, por qué un señor que tuvo sólo cuatro años y medio de gobierno efectivo pudo modificar tanto un país, y por qué desde el alemanismo hemos destruido el legado de Cárdenas, y escribimos el epitafio en el peñanietismo.
Una de mis preocupaciones, sobre eso escribí en La culpa de México, es cómo se desvirtúan los proyectos populares. Por qué las élites roban los proyectos populares en México, por qué no existe la posibilidad de un gobierno popular. Nunca lo ha habido. Desde Valentín Gómez Farías se dice que no vaya a haber más diputados porque no hay suficiente “gente de bien” en el país para ampliar el congreso, (y él era el liberal…) hasta estas reformas brutales. Cárdenas entendió el país y su contexto internacional de una manera impresionante. A medida que iba leyendo sus memorias, me fui dando cuenta del tamaño de estadista que tuvimos. Él sabía de antemano lo que sucedería con Checoslovaquia o Abisinia, por ejemplo. Un joven de Jiquilpan, un pueblo rebocero, que no terminó la primaria lo preveía porque tenía una inteligencia política brutal. Y además, con su poca escolaridad, leía y escribía con fruición.
P: Lo que comentas en la novela de que Cárdenas llegaba a los pueblos y lloraba con la gente, ¿es ficción?
PAP: No, está documentado, primero por Waldo Frank escritor norteamericano que lo acompañó en las giras indígenas en Oaxaca, y luego por Amalia Solórzano, su esposa. A través de ella encontré el acceso al mundo íntimo de un personaje muy parco, hermético. Las memorias de Amalia fueron esenciales, tanto o más que los propios diarios políticos de Cárdenas, que fueron publicados en su
totalidad por la UNAM. El instituto Amalia Solórzano los tiene digitalizados, cualquiera puede descargarlos en pdf y leerlos en su casa.
P: Esa mirada geopolítica y la lectura del país que comentas se echan mucho de menos actualmente…
PAP: Imagínate que vas a Cuba y Nicolás Maduro te corrije. Qué presidente tienes que ser para que quien te corrija sea Nicolás Maduro. No tenemos estadistas, no tenemos una visión geopolítica, y eso me da mucho miedo en especial si pensamos en Trump. Andrés Rozental comentaba hoy en una entrevista: Sí tenemos con qué defendernos de los Estados Unidos, siempre y cuando, desde ahora, exijamos condiciones de igualdad en el trato y en la negociación. Pero (eso lo digo yo) si doblamos pronto las manitas…
México es la economía más importante para los Estados Unidos, más que China. Cárdenas le dio dignidad a México en el contexto geopolítico, algo que empezamos a destruir con Fox. Me decía Carlos Fuentes; socavar el patrimonio internacional de México es más grave que destruir sus pirámides. Creo que tenía razón. Recuerdo que al viajar por el mundo en los ochentas o noventas se te abrían las puertas al decir que venías de México. Tenemos una muy importante reputación internacional: la doctrina Estrada, la no intervención, la elegancia con que de la Madrid creó el grupo Contadora para la paz en Centroamérica. Lo han destruido con conciencia de causa.
P: Regresando a Tierra Roja, el otro ámbito de la novela descansa sobre la novela negra y la nota roja, con dos personajes entrañables, Filiberto García, del Complot mongol y el periodista, el Güero Téllez, ¿Cómo los juntaste?
PAP: Estaba muy cansado de la novela biográfica histórica per se, porque aunque devela muchas cosas, se oculta mucho de la vida cotidiana en esos periodos sociales. Decidí escribir esta especie de precuela del “Complot mongol”, porque permite recrear esa Ciudad de México de los años treinta, que no se podía ver si sólo me centraba en Cárdenas. Me divertí como enano con eso; burlarme de Bernard Shaw, de Graham Greene y todas las declaraciones que hizo durante su viaje a México, su incomprensión de nuestra realidad a través de la comida, por ejemplo. Creo que el contrapunto entre estos personajes y Cárdenas fue muy efectivo. Estoy muy contento: de mis novelas históricas ésta es la que más me gusta. Tiene cambios de tono que alivianan el thriller político de Cárdenas, que es muy duro por las fuerzas que tuvo que vencer. Se nos olvida que en el sexenio de Cárdenas se gesta toda la ultraderecha. Hablo de los cabarets, la nota roja, las películas, pero también de los inicios de CISEN, del departamento de investigación política, del sinarquismo, de Acción Nacional, de la famosa Confederación de la clase media, que es el pre Coparmex. Cuento la emergencia de un México que se rehúsa a abandonar el control de la élite del poder. Fueron tantos los cambios sociales que propicia Cárdenas que era imposible carecer una fuerza opositora, incluso violenta. Pero volver a ese México de los años 30 a través de la nota roja y anécdotas, como la de Salvador Novo queer con sus novios de la Academia
Militar, me divirtió mucho, y creo que divertirán también al lector. Le agradezco también mucho a los amigos que compartieron conmigo material de sus trabajos o investigaciones para enriquecerla.
P. ¿Qué echas de menos de esa época que relatas?
PAP: Siendo un antinacionalista debo reconocer que el nacionalismo de Cárdenas es un nacionalismo inteligente, abierto, no es chauvinista. El creía en México, e hizo que México la creyera. Creo que fue la última vez que un gobernante mexicano y su pueblo estuvieron en consonancia. El símbolo máximo es el momento de la expropiación petrolera; la gente iba a Bellas Artes a llevarle joyas, dinero, hasta gallinas para pagar las indemnizaciones. Esa muestra de dignidad la hemos
perdido. La capacidad de decir, somos los que somos, nos la creemos, y sobre eso negociamos. Si algo nunca tuvo Cárdenas fue complejo de inferioridad. Tanto que sabía que necesitaba aliarse a Calles y después sacarlo. Sólo podía llegar con él y luego, sólo podía gobernar sin él. Tenía los pantalones bien puestos y la madera de un estadista. Cárdenas fue la utopía posible.
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