En esta intervención y una serie subsecuente de ellas,  me propongo compartir comentarios a la importante labor que tenemos como padres y madres de familia, porque creo que reflexionando un poco estos temas podemos tomar algunas alternativas que han dado resultado a  varios padres-madres de familia y que van pegados a las aportaciones que han hecho a este tema tanto la psicología, sociología,  pedagogía y ética.

Cuando los nuevos papás, llenos de orgullo, toman en brazos esos tres kilos  de felicidad cuando es recién nacido (a),  les es difícil  imaginar  que un  día aquel pequeño envoltorio incapaz de valerse por sí mismo podrá llegar a ser   u n hombre  de  1.80  de  estatura  y  90  kilos  de  peso,  o  una  linda mujercita,  que harán una importante contribución al mundo. Pero las madres-padres de espíritu positivo tienen  la capacidad  de ver el futuro, de ejercer la imaginación y visualizar cómo ese nene (a) va creciendo hasta transformarse en un adulto feliz, creativo y positivo.

Desde luego, el proceso de formación no es precisamente un pedazo de pastel. Recuérdese que un pastel bien hecho consta de varios ingredientes sometidos a justa mezcla de proporciones y calor durante  determinado  tiempo.  ¿Y cuál es el resultado? Un bocado exquisito. Para formar hijos de espíritu positivo tenemos que utilizar varios ingredientes  esenciales: amor, disciplina, perdón y muchas  otras  cualidades,  todo ello envuelto en abundantes cuidados y compromiso por su futuro bienestar.

No  es esto cosa fácil, ni  mucho  menos,  pero puede   ser divertido, emocionante e inmensamente satisfactorio y darle sentido a nuestra vida.

He encontrado dos principios  en  la  buena formación de las y los hijos y creo que ayudan mucho a guiar nuestras actividades al respecto.

El primero es: “Eres lo que  eres y  estás  donde estás por lo que tienes en la mente, y se puede modificar lo que uno es y donde está  cambiando lo que se admite a la mente”.

Dicho de otro modo, nuestra forma  de pensar  afecta  nuestro comportamiento.

Si cambiamos la información de entrada,  con ello cambiamos el resultado así que vale la pena poner elementos de visión positiva en nuestra mente y la de nuestras hijas (os).

El segundo principio es este:

“El dominio  de sí mismo a menudo requiere dolorosas experiencias de aprendizaje, pero el resultado  bien  vale la pena”.

La vida no es fácil; en efecto, es dura. Esto es cierto, tanto para  el ama de casa como  para el jefe de una oficina. Es cierto para el atleta y para el entrenador. Es cierto, hagas lo que hagas en la vida para ser ganadores. Padres e hijos (as) tienen que sobrevivir en un mundo duro. Y esto exige aprender el dominio de sí mismos.

He encontrado que si uno es exigente consigo  mismo,  la vida se le facilita muchísimo. Por eso es tan importante que desde pequeños (as) se les enseñe el dominio de sí mismos.

No ser disciplinados lleva al desastre, porque cuando el o la joven sale al mundo, pronto descubrirá que la disciplina que no le inculcaron  padres  amorosos  se  la  impone  un  mundo  que parece que no  le ama.

No siempre es fácil hablar de estos temas. A pesar de ser la vocación de casi todos los seres humanos. Es más fácil dejarnos llevar por el autoritarismo o por la sobreprotección.

Muchas ocasiones parece que no tiene repercusiones todo nuestro actuar, sin embargo hay que ser insistentes, y los resultados tendrán que llegar.

Viendo  a los hijos (as) con todo el potencial que la vida les dio; preparándolos para que aguanten  los  pasos  duros de la vida, en el largo camino; y viendo que la     diaria  información   de  entrada  que  se  canaliza  hacia  su  mente para que produzca  un  resultado fuerte y positivo. Si lo único que conocen son reclamos, posturas violentas y críticas ácidas, seguramente los resultados serán muy similares.

Concuerdo con la postura de ZigZiglar cuando dice: “La única manera de formar hijos moralmente sanos es empezar por ser padres de visión positiva”.  

 

¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!

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