Muchas de las canciones que escuchan nuestros hijos hablan de ‘’ser libres” y “hacer lo que queramos”. Pero existen pruebas sólidas de que lo que realmente quieren los muchachos es seguridad. El doctor Martín Cohen, psicólogo clínico, dice que esa seguridad la da la autoridad (no autoritarismo) paterna, y que las y los jóvenes se llenan de miedo cuando sienten que les falta esa autoridad de los padres. Explica que lo que hace un niño (a) es presionar más y más a los padres, hasta que éstos tienen que pararlo, si no es así insistirán hasta que alguien lo haga.
Hay un viejo dicho, según el cual: Un padre vale más que cien maestros. Es verdad que en las manos de los padres están, en gran parte, los destinos de los hijos. Por este aspecto, ser padre es una misión sagrada aunque ahora hay muchas personas que no lo recuerdan así. Debe ser motivo de honda reflexión el hecho de que ese mundo que ellos construyan, su visión del mañana, depende en gran parte de cómo nos ven a nosotros como padres, y como los formamos hoy.
El hecho mismo de quiénes son los padres en la estructura familiar les da poder y autoridad. Ese poder puede usarlo en forma positiva para convencer a los hijos (as) de que hagan el esfuerzo, de que ganen y tengan éxito, respeten al prójimo y sean personas de honradez e integridad. Los padres pueden escoger esa ruta, o pueden escoger dejar a los hijos (as) que se las arreglen como puedan bajo las influencias de un mundo negativo. Al revisar el mundo que tenemos hoy nos hace reflexionar sobre si hemos fallado en este trabajo.
Los resultados serán mejores cuando se tiene un proyecto de familia y metas de familia que todos han contribuido a elegir, así se trate del plan de vacaciones, o de adelantar cursos de estudio, planear una paseo campestre, o construir una alberca. El trabajo conjunto en un proyecto estrecha los lazos de unión de la familia. Esa experiencia familiar permite a los niños (as) desarrollar destrezas de comunicación y de colaboración que luego llevarán directamente a la escuela y al mundo de los negocios.
El principal aspecto que hay que recalcar es que para formar hijos (as) de espíritu positivo, si el papá y la mamá están ambos en casa, ambos deben participar en todos los aspectos de la educación. Esta es la única manera de que todos ganen: el papá, la mamá y los hijos (as).
En las familias en que el papá y la mamá no funcionan como un equipo, es fácil entender por qué se presentan tantas dificultades. También es más fácil comprender por qué vemos tantos síntomas de abandono y maltrato de los niños (as).
Lo positivo de esto es que si los padres están dando excelentes lecciones de disciplina y obediencia, modelan con dos características espléndidas que ayudarán a los hijos (as) más tarde a triunfar en la vida. Al igual que se aprende a ser líder sabiendo buen seguidor, el uso de la autoridad se aprende sabiendo obedecer, sin que sea el único objetivo.
Lo maravilloso de una sólida unidad familiar es que enseña la cooperación, el respeto mutuo, y el amor. La aceptación de su hijo (a) en su unidad familiar con responsabilidades específicas le hace sentirse un miembro importante del equipo. Esto reducirá grandemente la probabilidad de que se vaya a incorporar a algún otro grupo muy unido, quizá una pandilla de jóvenes del vecindario, para ser “aceptado” y “pertenecer”.
Para establecer una relación de amor y respeto, debes recordar que tus hijos reaccionarán de acuerdo con la imagen que se forman de ti. Si la idea que tienen es de respeto y amor, te manifestarán reacciones afectuosas porque eso es lo que ellos desean. Pero si no ven ejemplo de respeto, con toda seguridad sus reacciones serán de rebeldía y altanería. Por eso los padres deben comportarse en una forma que enseñe el respeto y fomente el amor. No hay verdadera unión sin respeto.
Los padres que no cumplen lo que prometen a sus hijos (as), o que gritan el uno al otro en privado o en público, llegan borrachos a su casa, o se tratan entre sí con desprecio y falta de delicadeza, destruyen todo sentido de honra y respeto que el niño (a) pudiera abrigar hacia ellos. Cuando esto ocurre, se acaban la obediencia y la disciplina, fuera de que en la mente del niño (a) se crea una gran confusión.
El punto más crítico de todos es la relación que exista entre el papá y la mamá. Si el hijo crece viendo que sus padres muestran poco respeto el uno por el otro, y que a cada rato se encuentran enfrascados en una pelea verbal, o hasta física, ese hijo (a), lenta pero seguramente, va viendo que el matrimonio es un campo de batalla y que la familia no es algo de que se disfruta, sino algo que se tolera y se abandona lo más pronto posible.
Una familia bien unida tiene mayor probabilidad de influir positivamente en los hijos para el bien y formar una actitud positiva para enfrentar de mejor manera este mundo tan complejo.
¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!