El pasado jueves 27, a las siete de la noche, en el edificio del Archivo Histórico Municipal (Allende No. 170), el Colegio de Arquitectos, el Arquitecto Benjamín Mendoza como su presidente, realizó la entrega de ‘Reconocimientos (no ‘premios’ porque no es lotería), a varios arquitectos locales y/o a los ‘talleres’ que dirigen; no despachos, porque despachan los carniceros, los abogados lo hacen en sus bufetes, los médicos en sus consultorios y los arquitectos, como los pintores y escultores lo hacen en sus ‘talleres’. Dichos reconocimientos reciben el nombre de una persona nacida en Irapuato, con renombre internacional que honra, no solo a los arquitectos locales, ni a Irapuato -su cuna-, sino a la humanidad porque, como lo comento rápidamente fue un hombre universal. Ese nombre es el del Arquitecto Enrique del Moral. Con beneplácito de los asistentes al acto –muy pocas personas, pues, solamente arquitectos somos más mil-, presidiendo dicho acto, la Rectora de la Universidad Quetzalcóatl de Irapuato, el representante del presidente municipal arquitecto Ricardo Ortiz, el Director de la ‘Escuela’ (no’ Facultad’, porque se faculta a profesionistas en general), de Arquitectura de la UQI, (los arquitectos, como artistas que serán, estudian en escuelas) y el Presidente del Colegio de Arquitectos. Emotiva, repito. Trascendente, esperamos, pero, siempre el pero, con poca información a la población y muy, muy poca respuesta de la ciudadanía irapuatense en general.
Al Arquitecto Enrique del Moral lo conocí y traté en el año de 1976 cuando, siendo yo Director de la Casa de la Cultura -desde 1974-, ubicada en la calle de Berriozábal No. 161, en el centro de la ciudad, pensé, para incrementar la educación de la población de Irapuato, ponerme en contacto con el ‘Seminario de Cultura Mexicana’ en la ciudad de México, una de las instituciones más sólidas en cuanto a la promoción de la Cultura, enfáticamente mexicana, la que permanece en ese nivel hasta nuestros días. Fundada bajo ‘Decreto Presidencial’ y con recursos aportados por el mismo, permanece difundiendo la cultura mexicana, no únicamente en nuestra nación sino alrededor del mundo. Miembros Titulares (célebres todos, de primer nivel) de él lo fueron –y algunos, afortunadamente todavía permanecen entre nosotros- como: el Licenciado Salvador Azuela; Don Juan D. Tercero; Lcda. Guillermina Llach; Doña Esperanza Cruz de Vasconcelos, Dr. Wigberto Jiménez Moreno, Arquitecto Enrique del Moral; Doctor Raúl Cardiel; Dra. Elisa Vargas Lugo; Dr. Luis Estrada; Arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma; Dr. Ernesto de la Torre Villar; maestro Alberto Beltrán; Arquitecto Salvador Aceves; Mtro. Arturo Azuela, Arquitecto Luis Ortiz Macedo; Maestro Carlos Prieto, Maestro Víctor Sandoval, Dra. Consuelo Maquivar y muchos más que no cabrían sus nombres en este intento de recuerdo de la vida y obra del arquitecto Enrique del Moral. Aproximadamente en el mes de septiembre de ese año del 76, como representante del mencionado Seminario de Cultura Mexicana, el Arquitecto Enrique del Moral tomó protesta a los Corresponsales de ese Seminario en Irapuato, entre los que se encontraban, el Dr. Ramón Hernández Granados, Licenciado Agustín Gutiérrez, Licenciado José de Jesús Gutiérrez, Don J. Jesús Félix Magaña, Doctor Antonio Topete del Valle, Arquitecto Bernardo Palomar, Señora Juana María Miranda de García Albarrán, Licenciado José Luis Velázquez; Don Martiniano Arredondo, Don Francisco Calderón, Licenciado Aurelio Sánchez y yo, como promotor fundador de la mencionada Corresponsalía. La Ceremonia se realizó en el ‘Foro Diez’, un pequeño espacio cerrado, digamos que cine, con no más de setenta butacas que había construido el estimado amigo, Ingeniero José García Garfias, en el décimo piso de la Torre Médica en la Avenida Reforma de esta ciudad y en la que, meses antes y junto con él, proyectábamos películas francesas e inglesas como promoción cultural en favor de nuestra población. Bajo estos antecedentes fue que conocí y traté al Arquitecto del Moral. Sencillo, afable , platicador y muy preparado, me comentaba que su familia dejó Irapuato siendo el muy pequeño –alrededor de cinco años- y que, por ello, no recordaba o conocía a los familiares que tenía en nuestra ciudad. Tuve todavía la oportunidad de seguir tratándolo pues cada año el Seminario de Cultura Mexicana realizaba una reunión de los miembros titulares junto con los corresponsales que ya existíamos en varias ciudades de la república. Sin precisarlo –pues hacen años de esto y mi memoria no me ayuda mucho- trabé amistad con él, con el Doctor Wigberto Jiménez (de León Guanajuato) y el Licenciado Salvador Azuela (hijo segundo de don Mariano Azuela, el célebre primer escritor sobre la revolución mexicana –recordemos su obra ‘los de abajo’-, de la ciudad de Lagos de Moreno, Jalisco), en dos reuniones anuales, una en la ciudad de Aguascalientes y otra en la ciudad de México.
Enrique del Moral Domínguez nació el 21 de enero de 1905 en Irapuato, Guanajuato. Único hijo varón de Enrique del Moral y María de los Ángeles Domínguez. Se formó en la Ciudad de México, dada la decisión de la familia de trasladarse a la capital del país en 1909. Realizó sus estudios de primaria, secundaria y preparatoria en el Instituto Franco-Inglés, donde conoció a Juan O ‘Gorman, quien años más tarde también lo seguiría a la ex Academia de San Carlos para estudiar arquitectura.
En plena lucha revolucionaria, cruzó el país en compañía de su madre para visitar a la familia materna, refugiada en El Paso, Texas. El viaje a los Estados Unidos le otorgó desde entonces el sobrenombre de “El Gringo” y, de manera más significativa, le aportó la visión de un México devastado y empobrecido pero, al mismo tiempo, inmensamente rico en paisajes, materiales y elementos. A los 18 años, conoció a José Villagrán García cuando éste era estudiante de arquitectura y compañero de un primo suyo, Eduardo Jiménez del Moral. Por ese camino se interesó en la profesión. Así, en 1923 ingresó a la Escuela Nacional de Arquitectura, que entonces contaba con una plantilla de tan sólo 36 alumnos y estaba alojada en la antigua Academia de San Carlos. El segundo año de la carrera fue determinante por dos razones. Primera, se convirtió en uno de los primeros alumnos de Villagrán, quien fue invitado por los estudiantes a impartir un taller libre sobre ‘Composición’ (o ‘proyecto arquitectónico’, fundamental para la carrera de arquitectura). Con este maestro, él y su generación iniciaron poco después (1926) el estudio sistemático de una nueva teoría arquitectónica: el “Funcionalismo”, que enfatizaba la idea de que toda obra procede de “un programa que la condiciona y que debe ser minuciosamente analizado y correctamente interpretado para poder abordar con éxito la solución”. Los nuevos valores que exaltó esta teoría fueron los de “utilidad”, “sinceridad constructiva”, “valor estético o armonía” y “valor social o moral”. Todo esto significó un rompimiento definitivo con la arquitectura tradicional y academicista de entonces, que se limitaba a copiar estilos afrancesados o coloniales, ornamentar fachadas y utilizar molduras romanas o griegas. La segunda razón; en ese mismo año de 1924, empezó su práctica en el oficio al ingresar como dibujante en el taller de Villagrán y de Carlos Obregón Santacilia, los dos arquitectos más innovadores en el país. Con este último, participó en los proyectos de los edificios del Banco de México (1925) y la Secretaría de Salubridad (1928), obras con un claro sentido moderno. El 29 de noviembre de 1928 se recibió como arquitecto y meses después, gracias a un feliz golpe de suerte al ganar el premio de la lotería, emprendió un viaje de todo un año por Europa para conocer las expresiones arquitectónicas de Inglaterra, Francia,España,Italia,Suiza,Alemania, la entonces Checoslovaquia, Holanda y Bélgica. Al igual que Le Corbusier, quien lápiz en mano estudió los estilos de las obras clásicas de la arquitectura europea, Del Moral también realizó una serie de dibujos y acuarelas de casas y edificios, con una extraordinaria calidad.
A su regreso, continuó trabajando en el taller de Obregón Santacilia, donde ascendió a residente de obra, posteriormente a jefe de taller y, por último, se convirtió en asociado (1933-35). En esta época participó en proyectos como el Monumento a la Revolución, los hoteles Reforma y Del Prado, con el arquitecto Marcial Gutiérrez Camarena, y la casa de Manuel Gómez Morín (1930), con Juan O ‘Gorman. Durante los años treinta, Enrique del Moral inició sus primeros proyectos como arquitecto independiente y, de forma paralela, arrancó su larga y reconocida trayectoria docente en la Escuela Nacional de Arquitectura. Desde 1934 impartió la materia de “Croquis de Edificios” y también la de composición, de la que fue titular hasta 1950. En 1936 instaló su despacho particular, asociado con el arquitecto Gutiérrez Camarena. Su primer proyecto fueron diez casas para obreros en su natal Irapuato, construidas –al menos cuatro de ellas- en la Calzada de la Industria, cerca de la estación de los ferrocarriles, las que esperan, según tengo entendido, ser compradas, y restauradas para convertirlas en el ‘Museo Arquitecto Enrique del Moral’; un proyecto con un importante contenido social, realizado a partir de encuestas con las propias familias de obreros y adaptado tanto a las condiciones económicas de los moradores como a las del clima y paisaje de la localidad. Este periodo profesional coincidió con una nueva etapa en su vida: el 30 de noviembre de 1940 contrajo matrimonio con Elisa Madrid Moreno. Fueron años en los que trabajó, por lo general, en proyectos privados, como casas habitación y edificios de departamentos en zonas residenciales de la Ciudad de México. Su espíritu de búsqueda sobre la mexicanidad pasada y presente de la arquitectura desarrollada en el país, lo impulsó a inscribirse en el Seminario de Historia de las Ideas y de la Cultura en el Siglo XVIII, impartido por el doctor José Gaos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). De 1943 a 1946, ahí compartió ideas y amistad con intelectuales también interesados por descubrir la esencia y fuentes de lo mexicano en la filosofía, las ciencias y el arte: Edmundo O ‘Gorman, Leopoldo Zea, Bernabé Navarro y Justino Fernández, entre otros.
La experiencia dio frutos. En 1945 escribió “El barroco como fenómeno estilístico”, primero de una serie de ensayos y artículos que elaboró a lo largo de cuatro décadas y en los que abordó una gran variedad de temas sobre historia, teoría, compromiso y modernidad de la arquitectura. Algunos de ellos son fundamentales para entender, de primera mano, los movimientos arquitectónicos de vanguardia en el siglo XX y sus autores (Le Corbusier, Gropius, Wright, Mies van der Rohe, la Bauhaus, Die Stijl), así como todos los pormenores del funcionalismo en México. En 1944, fue nombrado director de la Escuela Nacional de Arquitectura, cargo que desempeñó durante cinco años. Con la llegada del Dr. Salvador Zubirán a la rectoría de la UNAM (1946-48), recibió apoyo para elevar el nivel académico de la carrera. En 1947 viajó con el rector a Estados Unidos para visitar diversas escuelas y platicar con arquitectos acerca de los sistemas de enseñanza. En Harvard conoció a Walter Gropius, fundador de la Bauhaus, y en el Instituto Tecnológico de Illinois trabó una amistosa relación con Mies Van der Rohe, quien le brindó ideas que sirvieron de base para el proyecto general del nuevo plan de estudios (1948). Siendo director de la carrera, estuvo también a la cabeza de la denominada obra máxima de la arquitectura contemporánea mexicana: Ciudad Universitaria (1947-1954), obra que requirió un enorme esfuerzo de coordinación para dirigir, por primera vez en el país, a más de 70 arquitectos, pasantes, dibujantes, ingenieros y técnicos encargados de la construcción de los edificios, instalaciones y servicios. Con Mario Pani, elaboró el plan maestro de conjunto, basado en el anteproyecto de los estudiantes Teodoro González de León, Enrique Molinar y Armando Franco; y ambos, Pani y él, fueron designados arquitectos directores del proyecto. Juntos llevaron a cabo también la construcción de la Torre de Rectoría (1950), con Salvador Ortega Flores, y los campos deportivos de entrenamiento.3
Su relación con Pani comenzó poco antes, al concursar cada uno por su parte en el proyecto del edificio de la Aseguradora Mexicana (1946), posteriormente adaptado para la Secretaría de Recursos Hidráulicos), empatando en el primer lugar. Fue la primera vez que trabajaron juntos y así lo hicieron durante siete años más, periodo en el que realizaron un total de 22 obras, la mayoría de ellas en Acapulco (el primer aeropuerto, el club de pesca y diversos hoteles y casas), que iniciaba entonces su gran auge como centro turístico.
En 1948, Del Moral realizó quizá su obra más emblemática, ejemplo de funcionalismo con una fisonomía inequívocamente local, mexicana, pero que, al mismo tiempo, se proyecta en lo internacional: su casa habitación en Tacubaya, Ciudad de México, vecina a la de Luis Barragán. A partir de los años cincuenta, enfrentó una etapa profesional que le exigió proyectos con mayor rigor técnico y conocimientos más especializados en la atención de programas sociales. Uno de ellos fue el Mercado de La Merced (1956), que suplantó miles de puestos provisionales y antihigiénicos por naves espaciosas y bien ventiladas, áreas para 550 camiones de carga y 400 cajones de estacionamiento, además de incluir baños para los puesteros, auditorio y ocho guarderías. Los edificios de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (1958) y de las Cortes Penales de Lecumberri estos edificios asociados con el arquitecto Hilario Galguera (1961) implicaron una solución con el máximo de eficiencia para el movimiento de abogados y reos, así como para el adecuado desempeño de las actividades jurídicas. Cabe mencionar que durante estos años, no abandonó el magisterio ni sus viajes de estudio al extranjero para conocer obras recientes o impartir conferencias en congresos. De 1959 a 1963 fue profesor de Historia de la Arquitectura Mexicana en la Universidad Iberoamericana y, en el periodo de 1955 a 1978, visitó países de Escandinavia, Europa Oriental,Medio Oriente y Norte de África.
Murió el 11 de junio de 1987, a los 82 años, en la Ciudad de México a causa de un mal gástrico que se le complicó con una afección cardíaca. Sus restos fueron cremados en el Panteón Civil de Dolores.
Muchas obras realizó, las que no enumero pues son vastas y ricas; únicamente señalaré las que están ligadas con nuestra ciudad. Entre 1936 y 1939. Casas para obreros en Irapuato. Cuatro de ellas, al menos, se construyeron en la Calzada de la Industria, en el barrio ‘del ranchito’, entre el Boulevard Díaz Ordaz y la avenida Primero de Mayo. Años después de construidas, sin conocer el uso inicial que se les dieron a las casas, en una de ellas vivió el señor Armando Calderón (Director-Gerente del Diario ‘Guanajuato’). Poco después en otra vivió el matrimonio formado por el señor Javier Campos y Silvia Franco. En el presente, las casas lucen deshabitadas y poco menos que en ruinas, aunque entiendo que el ‘Colegio de Arquitectos de Irapuato’, pretende adquirirlas, restaurarlas y convertir ese conjunto en el ‘Museo Enrique del Moral’, apenas el segundo museo con el que contaríamos, pero los arquitectos de Irapuato ya dejan otro, con mucha historia y para la historia de Irapuato. Con el beneplácito de todos. Casa y tienda del Sr. Foyo (Irapuato, Guanajuato). Finalmente, hacen algunos años, los propietarios del Colegio ‘Alexander Bain’ de la ciudad de México, vinieron a Irapuato porque querían hacer aquí la fundación de esa prestigiosa institución educativa. Por aquel entonces me encontraba como Director del ‘Archivo Histórico Municipal de Irapuato’ en la calle de Allende Número 170 y unas personas les sugirieron me visitaran pues querían les aconsejara el nombre de un personaje de Irapuato para colocarlo en la calle de acceso a él, muy cercano al INFORUM: Al platicar con ellos sugerí, entre los nombres de otras personas notables de Irapuato, el nombre del Arquitecto del Moral; lo aceptaron de inmediato y hasta la fecha, su nombre honra al Arquitecto Enrique del Moral, a los directores del colegio ‘Alexander Bain’, a la familia del Arquitecto del Moral, a esa calle y a Irapuato.
Irapuato, Guanajuato, abril del 2017
Arquitecto Javier Martín Ruiz
Cronista de Irapuato