Me gustaría decirles que el libro que más me marcó fue un premio Nobel, que me bebí una obra literaria tan trascendente que leer una página cambiaría su percepción de nuestra sociedad.
Pero no. No, el libro que me ha hecho soltar unas lágrimas y reírme a carcajadas todo al mismo tiempo, mientras los del metro me ven con cara de loca, se titula “La vida que pensamos”, de Eduardo Sacheri.
Su subtítulo explica mi situación: Cuentos de fútbol. No, no soy una experta en el arte de gritarle a la pantalla porque el árbitro dio un fuera de juego injustificado. Y no, no me sé todos los nombres de todos los jugadores de todos los partidos de la historia. Soy una simple chica que le gusta ver la emoción de la gente, seguir a su equipo y hacer metáforas de la vida, viendo el balón rodar.
Me encontré este libro en una feria con un descuento de casi el 90% en todos los títulos. No es sorpresa que saliera del lugar con una caja que no estoy segura algún día podré acabar.
Ya en la fila, como quien no quiere la cosa, me topé con un libro olvidado. De esos que al ver la totalidad de la cuenta el comprador deja abandonado. Sacheri me sonaba conocido, resultó ser el autor de “El secreto de sus ojos”. Una genialidad. Si no lo han leído o visto la peli, no sé que hacen perdiendo el tiempo leyéndome a mi. De verdad.
El libro hace un compendio de todas sus columnas de fútbol. Un montón de historias que narran la pasión, que como buen argentino, le tiene a su equipo, a su selección.
¿Por qué me gustó? Porque me hizo oler el pasto de una cancha. Me dio a conocer algo más que los tres palos y un balón. Aprendí que Buenos Aires se divide en dos y que es muy distinto ser del River que del Boca. Me hizo soñar con ver a mi equipo ganar un mundial. Me reí con las supersticiones que se cuelgan en cada gol. Me hizo llorar con lo duro que es no festejar con quien quieres la tan ansiada final. Supe lo importante que es un partido cuando tienes doce años y dos chamarras de portería.
En fin, no les diré que me estoy convirtiendo al hooliganismo. Pero si me ven añorar un penalti a lo Panenka, échenle la culpa a Sacheri. (Maricarmen Arena)

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