Se dice que a pesar de que los hechos nos contradigan las personas difícilmente aceptamos cambiar de opinión. Parece ser que nuestras opiniones y creencias son tan valiosas que nos cuesta demasiado cambiarlas. Ellas formaran parte de nosotros; por eso al descubrir un hecho que las contradiga preferimos ignorarlo porque sentimos que al aceptar que una creencia nuestra está equivocada vamos a perder una parte importante de nuestra personalidad. Necesitamos creer en algo, dicen con frecuencia. Nuestras creencias son importantes para definirnos, para saber quiénes somos, qué lugar ocupamos en la vida, cómo debemos actuar. Pero debemos cuidar que nuestras creencias estén lo más apegadas posible a los hechos.

Sucede que a veces las personas se aferran a creencias bastante fantasiosas, tal vez porque para ellos el mundo de la “normalidad” y la “cotidianidad” es bastante gris. Por eso deciden creer en ideas extravagantes que llenen de color, aventura y misterio una vida que parece monótona, aburrida y poco sorprendente. Y estas personas, a pesar de que los hechos demuestran claramente que están equivocadas, no cambiarán de opinión fácilmente. Sus creencias, por más irracionales o ilógicas, seguirán siendo valiosas para ellas.

Supongo que esto explica por ejemplo que muchas personas sigan creyendo que debajo de la ciudad de Irapuato (o de Silao, o de León) hay túneles, a pesar de que no existe evidencia documental, ni arquitectónica, ni de ninguna clase para sustentar estas creencias. Suena muy ilógico que las personas del pasado hayan invertido años de trabajo (de forma secreta) y mucho dinero en un ambicioso proyecto de túneles que poca utilidad podrían tener. Aun así se siguen contando historias de amigos de amigos que han visto y estado en los túneles, pero los hechos demuestran que no existen tales construcciones en Irapuato. Arquitectura subterránea existe: aljibes, cisternas (algunas bastante grandes) y sótanos, pero no son los túneles que nos cuentan. Muchos creen que a veces no se quiere dar a conocer la “verdad” y que se oculta información sobre los túneles por razones políticas, religiosas, ideológicas y demás. Siempre se recurre a la carta de la conspiración (aunque sea a nivel municipal) para conciliar los hechos contradictorios con las creencias personales. Pero lo cierto es que la verdad es casi siempre más sencilla (más aburrida si se quiere): no existen los famosos túneles.

Sé que creer en historias increíbles es algo muy natural en el ser humano, pero también creo que debemos dejar de aferrarnos a nuestras creencias y ser más flexibles para desechar lo que no tenga sustento y aceptar lo que sí. Así podremos aceptar hechos como la inexistencia de los túneles bajo Irapuato, que no hay pirámides debajo de los templos del Centro Histórico, que Jaime Maussan es un fraude, que las vacunas no causan autismo, que Juan Gabriel está muerto y un largo etcétera. 

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