Mi recomendación de esta semana proviene de un autor Poblano de quien reseñé hace unos años, La mujer de los macacos (Guía nro. 67). Su nuevo trabajo, también en el género novelístico se llama Por una cabeza, (Ficticia Novela, 2017), Premio de Novela Breve Amado Nervo, convocado por la Universidad de Nayarit.
Su protagonista narrador es un maestro desempleado se emerge y vuelve a hundirse en una pesadilla que difícilmente podríamos separar de nuestra realidad. Mientras bebe una copa con un amigo en un bar, es ejecutado un conocido suyo, cuya cabeza (que da título al libro) despegada del resto de su humanidad a aterriza junto a él. Por un extraño impulso el protagonista siente la necesidad de proteger el cráneo aún sangrante y lo esconde en su mochila para huir despavorido de la escena del crimen. La narración, de boca del protagonista (a talking head) nos conduce a una huida delirante que sumerge al lector en los mundos oníricos que Badillo sabe desplegar con habilidad. “Soñaban y soñaban. Yo también soñaba pero con mi sobrevivencia. Soñaba con seguir viviendo ajeno a la virulencia de esta región. Soñaba con estar al margen del peligro. Cuando tenía que alejarme de mi zona de seguridad, es decir, fuera de la ruta de mi escuela a mi casa, veía los restos que dejaban las batallas entre bandas rivales.”
La cabeza de José Juan es, al tiempo, la cabeza del narrador que en medio del horror se desconoce a sí mismo y busca su origen al compartir una aventura kafkiana que lo lleva a escapar con muy poco éxito tanto de la policía; “Necesitamos cumplir con la cuota que nos piden las autoridades que la reportarán a una autoridad mayor que, a su vez, la reportará con otra autoridad que, otra vez, por absurdo que parezca, la reportará a una autoridad suprema, la última línea, una que no eres capaz de imaginar, ni siquiera percibir, y que está en un inmenso escritorio haciendo su mejor esfuerzo para sacar adelante el país. Nosotros somos el punto inicio, el motor que mueve el mecanismo de detenciones y, por lo tanto, no podemos fallar.” Como de los carteles: “Muchos de ellos no sabían lo que estaban cultivando. Nunca habían escuchado esos nombres extraños. Esas palabras, en realidad, eran un sinónimo de dinero, de monedas acumulándose casi hasta el infinito. Yo les he llevado prosperidad. Hay un costo, como en todo, pero estamos mejor que antes.”
La cabeza parlante se dirige a un desierto de cráneos, quizás tan sordo como aquellos que todavía boquean: una asombrosa extrapolación de nuestra realidad.
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