Hace tiempo tomé un taller de esos que te ayudan a ablandar el alma y los sentimientos. Particularmente el segundo día requería el silencio como elemento primordial. No podía platicar ni retroalimentar con mis compañeros lo que estábamos viviendo en ese momento. La persona que estaba conduciendo los trabajos ese día, además de sacerdote es psicólogo. Estuvo trabajando con nuestros recuerdos todo el día. Fue poco a poco quitando todas esas piedras y escombros que ponemos encima de todo aquello que queremos olvidar. Esos “cadáveres en el armario” que todos tenemos y que preferimos que sigan ahí. Muy sutilmente nos “ayudó a que se asomaran”.

Al final de ese día y con todos nuestros recuerdos y sentimientos a flor de piel, nos hizo una pregunta que para mi cambió para siempre mi forma de ver las cosas. Nos dijo: Imaginen que todo ello que tienen en este momento dándoles vueltas y vueltas en la cabeza fuera la película de su vida. Imaginen igual, que dicha película existiera la posibilidad de grabarla en un disco y que ahora sí, tuviéramos en nuestras manos nuestra película… ¿Permitirían que sus hijos la vieran?..

Creo que nunca me habían sacudido de una forma tan dura. Particularmente siempre he tratado de ser un buen padre y esposo. He tratado de ser una buena persona para mi comunidad, pero creo que como todos, tenemos nuestras cosas y detalles que no nos gustan. Existen situaciones que no nos enorgullecen de nuestras acciones y de nosotros mismos, pero ahí están, no se van. Ese día comprendí que necesitaba perdonarme, aprender a vivir con mis propios demonios, pero sobretodo comprendí que la mejor medida de autocontrol que existiría en mí, serían mis hijos. Es decir, a partir de ese día las cosas que hago, los proyectos que emprendo y mi forma de ver la vida tienen como punto de medida la siguiente pregunta: ¿Lo que estoy haciendo servirá para que mis hijos se sientan orgullos de mi?, ¿servirá para crearles mejores condiciones de vida?, o por el contrario, ¿lo que estoy haciendo perjudicará de alguna forma a mis hijos o los llenará de vergüenza?

¿Por qué les platico esto? Estimo que todos debemos tener o generarnos nosotros mismos una medida de autocontrol que nos sirva entre otros, para no perder el enfoque de las cosas. Mientras estemos enfocados será difícil perder la humildad y ponernos nosotros mismos distracciones de los objetivos que debemos lograr.

Todos los días que leo los diarios y doy seguimiento a las noticias que nos afectan como comunidad, percibo que básicamente nuestros políticos, en su inmensa mayoría, no se detienen a pensar si lo que están haciendo servirá para que sus hijos se sientan orgullosos de ellos o para mejorar las condiciones de vida de la gente en su comunidad. Actúan de manera egoísta, se ven cegados por el poder y no mantienen el enfoque y la sensibilidad. Por ello, vemos la corrupción enquistada en muchos de ellos. Vemos declaraciones desafortunadas donde buscan culpables de todo, pero en dichas culpas nunca están ellos, sus estrategias o sus decisiones de poner a gente incompetente en determinados cargos. ¿En qué momento pierden el piso?, ¿en qué momento se olvidan de las cosas que verdaderamente importan para por el contrario detenerse en banalidades? Es una pena que nuestros gobernantes no tengan un freno a su lengua y crean que lo que sale de su boca es y deberá ser aceptada como una verdad absoluta por nosotros.

Sólo esta semana nuestro Gobernador se deslindó de la terrible ola de inseguridad que se está viviendo en el Estado y “le corrió la cortesía a la Federación” trasladándoles la responsabilidad de la seguridad, arguyendo que el tema era de esa competencia pues se usan armas de fuego y tiene que ver con narcomenudeo. Qué respuesta tan pobre e insensible del mandatario estatal. En estas semanas hemos visto escenas de inseguridad terribles y que enlutaron muchas familias inocentes. Una respuesta como la del Gobernador demuestra que está rebasado en el tema. Es soberbia e insensibilidad pura. En su momento fue el mismo Gobernador acompañado de sus dos funcionarios más objetados y desgastados: Alvar Cabeza de Vaca y Carlos Zamarripa quienes convencieron al Congreso del Estado de endeudarnos por 2,720 millones de pesos por un sistema que no sirve como prometieron que lo haría y además que dicho sistema no es nuestro. Es decir, se ha pagado sólo por su operación, lo que quiere decir que si al terminar el contrato no se le renueva al proveedor el mismo, literalmente agarrará sus chivas “camaritas, scanners y demás parafernalia de seguridad” y se irán de aquí con todo y los 2,700 millones. El proyecto escudo tiene un tufo muy desagradable, de esos de los que estamos hartos los ciudadanos.

Es una pena que nuestras autoridades están más al pendiente de quien los sucederá en las elecciones del próximo año (seguramente para cubrirse las espaldas), que de cumplir cabalmente con sus obligaciones con nosotros. Cada vez más estoy cierto que el pueblo se empoderará y lo haremos patente en los próximos comicios.

 

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