Se pensará que al referirme a las “inquietudes”, estoy aludiendo a la enorme falta de seguridad que prevalece en la nación; el que se van a dejar libres una cantidad importante de maleantes que, en los Centros de Readaptación Social, en donde han sido profundamente capacitados y perfeccionados sus “modus operandi” para lesionar personas o patrimonios ajenos así como la forma para eludir sus responsabilidades por medio de los Derechos Humanos que los habrá de proteger y la nueva normatividad penal aprobada por los diputados.

Pero nada más lejos de ello es lo que se pretende en estas líneas, ya que las inquietudes a las que aludo, son las que han empezado a prevalecer después de vivir las insanas experiencias que han afectado el ámbito social por diversas normas que han sido aprobadas por el Congreso o Legislaturas de los Estados.

Las inquietudes son respecto a quiénes serán postulados por los partidos políticos para los cargos de elección popular, sabiendo de antemano que, quienes de una manera u otra, serán los incondicionales designados, tanto como candidatos por mayoría como por la vía plurinominal al Congreso o Legislaturas Estatales, también aquellos que se postularán como independientes y, por supuesto, respecto de sobre aquellos que serán designados o ratificados en las responsabilidades de los diversos puestos de las administraciones públicas federal, estatales o municipales entrantes.

Se sabe que la inmensa mayoría de las personas que han llegado al Congreso o Legislaturas, no han hecho representación social alguna y, las pocas que lo han intentado alzando la voz, la aplanadora mayoritaria las ha silenciado o han sido maiceadas en demérito de las mayorías.

Las disciplinas partidistas siguen sustituyendo a las capacidades y representatividad popular; son mamarrachos que aprueban imposiciones con tinte jurídico para justificar acciones lesivas a la sociedad y que sólo sirven para alimentar al mamotreto burocrático.

Pero sabemos, como reza el refrán que: “no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre” y, en México, tristemente, la población se limita a exclamar: “a ver si éste sí nos ayuda o hágase la voluntad divina y a apechugar”.

Considero que vale la pena insistir en la anécdota a la que he recurrido en varias ocasiones en la que se comenta que el Lic. Manuel Jiménez San Pedro (padre de Manuel Jiménez Guzmán), tamaulipeco y que llegó a ocupar diversos y delicados puestos en la administración pública, en cierta ocasión, cuando ocupaba la presidencia del Partido Revolucionario Institucional el general Rodolfo Sánchez Taboada, con quien colaboraba un grupo de jóvenes, entre los que se contaban Luis Echeverría Álvarez, Arturo Adame Rodríguez y el propio Jiménez San Pedro, existió la posibilidad de que uno, Adame o Jiménez, pudiera presentarse como candidato del PRI para diputado federal. Al conversar con el general Sánchez Taboada sobre el tema, Adame Rodríguez, periodista, escritor y literato con amplia cultura, dijo más o menos:

Mi general, yo iría a la Cámara de Diputados solamente por servir a mi partido, para presentar iniciativas de beneficio social, para promover la expansión cultural, para trabajar intensamente a favor de las clases humildes… Por lo demás, no me mueve ninguna ambición personal, iría si realmente se me necesita; no por ningún afán de tipo subjetivo… Obedecería simplemente el mandato de mi partido, etc., etc.

Poco después, el general Sánchez Taboada llamó a Jiménez San Pedro y le dijo:

Oye, Manuel, ¿te gustaría ser diputado?

Al escuchar esto se le iluminó el rostro al tamaulipeco. Sus ojos brillaron intensamente y una amplia sonrisa cruzó su cara de oreja a oreja:

¿Qué si quiero ser diputado? ¡Hombre, mi general, lo deseo de a madres!

El presidente del PRI, al escucharlo, le dio una palmada sobre el hombro y dijo tranquilo:

Está bien muchacho, ya puedes considerarte diputado…

No está por demás agregar que a Adame Rodríguez se le escapó la curul.

Sin embargo, parece que todo esto empieza a cambiar. Los jóvenes universitarios, le ponen la muestra a sus mayores, pues hartos de ver cómo aún la propia generación y, sobre todo, las anteriores, no han hecho algo para forzar un cambio real y no de discurso, hoy alzan la voz en contra del nepotismo, sea familiar o político porque, todos sabemos que éste provoca la impunidad.

La fuerza de lo que se aprende en la juventud, dura toda la vida”, escribió Francisco de Quevedo y, a pesar de algún descalabro, sigo teniendo fe en esos jóvenes universitarios que vuelven a manifestar libre y llanamente sus convicciones sin alterar físicamente a la sociedad, demostrando, a tirios y troyanos, que es posible mover, qué digo mover… ¡sacudir almas!, y dejar cristalina su inconformidad sin alterar el diario devenir social y sin bloquear ningún área destinada para uso público.

Parece que una nueva luz brilla en el horizonte. Ojalá esa luz nos alcance para vivir un cambio que revolucione a la sociedad para bien.

 

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