¿Pa ónde vas Nicolás?
-Voy para la barranca Honda, la del Tepozán, abuelo.
-Espérame tantito, voy contigo.
-¡Uy!, nomás que yo voy de a rápido, voy por los animales y me dicen que los vieron arriba, en el cerro.
-Y que le hace, hay que esperen, ya tendrán que bajar, ¿o que insinúas? ¿Qué, soy lento pa caminar?, ¡espérate!, voy contigo.
-Es que tengo prisa.
-¡Qué tanta prisa tienes!, mira, si ya no puedo ir a tu paso, es de lo mucho que he subido este cerro viejo y ese rumbo que llevas me trae muchos recuerdos, en especial la cueva de Tepozán, por eso me apunto a subir, ya tendrás tiempo de sobra en la vida pa lo que quieras.
-Ta bueno no se enoje… y… ¿cuántas cuevas conoce?
-Como unas cien, entre chiquitas y grandotas, en cada cañada de cerro hay cuevas, pero son muchas más y casi todas con sus historias, pero una de las que más me gustan es la de Tepozán, por la historia que tiene atrapada entre las piedras de sus paredes.
-¿Qué, no es la dicen que tiene dinero enterrado?
-No, en esta no hay dinero, la del dinero es otra, hasta parece que no puedes pensar en otra cosa, la gracia de esta cueva es que tiene un valor que no se compra con dinero.
-Ha… ¿pos que será?
-Mira, para oreja… decían los abuelos, que ya de nantes… hace mucho, pero mucho tiempo, que en la cueva vivía un águila muy grande, ¡bien grandona! ¡así de choncha! que dominaba desde este cerro a todas partes, y en la falda de la montaña había pueblos de indios que se hacían llamar aztecas y chichimecas y quien sabe cuántos más, había re harta gente viviendo por estas partes ¿por qué crees que hay tantos mogotitos? y si te fijas hay mucho tepalcate en los terrenos.
-No, pos no sé…
– Porque era sus casas y ahora a nosotros nos tocó sembrar en sus terrenos. A su pueblo ese le nombraban Aztlán o Astatlan… pero un buen día, el águilota de la cueva salió, y se vino a posar en ese ahuehuete grande, el que tiene los manantiales al pie.
-¿A poco? ¿En el árbol grandote de aquí? ¿El de la Hacienda de la Huerta?
-El mismo.
-¿Y que hizo el águila?
-Dicen que les habló y les dijo que la siguieran, que porque ella les iba a mostrar en donde iban a fundar México, porque aquí iba a ser México, pero por algo el águila se los llevó y los aztecas la siguieron, hasta que llegaron a un valle en donde había una gran laguna que ya se secó.
-Y luego, ¿qué paso con los aztecas?
-Ha como serás burro pues, ¿no te lo han dicho en la escuela?
-Pos creo que sí, pero mejor cuente.
-Pues siguieron al águila hasta una islita donde se posó en un nopal grande y agarró a una serpiente para comérsela, en eso los aztecas la vieron y supieron que esa era la señal para fundar México, la que el águila les había prometido. Y ahí fundaron su nuevo pueblo y le pusieron México, y ellos mismos se pusieron mexicanos. Por eso cuando veas a el cerro del Culiacán debes sentirte orgulloso de que aquí salió el águila de la bandera.
-¿Y quién le contó esa historia?
-¡Huy! Pos no te digo… me la contó mi abuelo cuando yo estaba ansina de chiquito y cuando le pregunté me dijo que también su abuelo le contó y así se ha ido… por eso me gusta ir a la cueva de Tepozán y luego veo águilas, y me pregunto si serán las descendientes del águila que se llevó a los aztecas.
-¡Hay abuelo!, entonces ¿de aquí salieron los que le dieron el nombre a México?, ¿los primeros mexicanos?
-¡Claro!, aquí está el origen de toditos los mexicanos y esta montaña es el símbolo de ese origen. ¡Y todos nosotros somos padres de todos! ¿Y ahora qué piensas que te quedaste pasmado?
-Pos figúrese, ahora sí me dejó sorprendido, nomás de pensar que en todas las monedas de México está esa águila, y en las banderas de las escuelas y en los edificios. Mire, aquí la tengo retratada en esta moneda de a diez, y pensar que salió de este cerro. Como dicen, todo tiene un porqué y un para qué… Sabe, antes de ir por los animales mejor vamos a la cueva de Tepozán y ahí me vuelve a platicar la historia, pa sentirla más de cerca y presumirle a todos que nuestros ancestros salieron de aquí para inventar México. Y, pa que vea, hasta nos vamos despacito, a su paso, pa que no se canse mientras me cuenta más…