“Qué injusticia tan grande es nacer sin opciones”
Mónica Schutz Silva
(En esta ocasión presento un testimonio de mi esposa, que deseo compartir con ustedes, por el difícil momento que atraviesa el país en que vivimos, cuya solución debe de ser una tarea que a todos ocupe):
“Mujeres, amas de casa, estudiantes, empresarias, madres, profesionistas, hay que darnos nuestro valor. Darnos cuenta de que es en nosotras en quien recae la responsabilidad y el futuro de México. El verdadero cambio son los niños propios y ajenos.
“Dejemos de callar. Hay que participar. Tenemos qué discernir de lo que hace bien o mal a nuestra sociedad y actuar.
“Un propósito debe de ser empoderar a las mujeres: que cualquier trabajo tenga esa pasión. La honestidad debe de ser un valor con el que manejamos las cosas. Tenemos que ayudar a cambiar nuestro entorno, ayudándonos entre nosotras a mejorar. Todo comienza en nosotros, desde casa, desde la familia y se va corriendo a todo lo demás.
“Vi en las niñas de la Casa Hogar de Irapuato, de donde soy voluntaria, que existen problemas realmente grandes, fuertes. Y no es que las mujeres seamos más vulnerables, sino que no estamos empoderadas lo suficiente para saber que las costumbres han cambiado. Descubrí con ellas de lo que somos capaces y de la injusticia tan grande que es nacer y crecer sin opciones.
“Entendí que existen problemas – que no concibes – que una niña pueda sobrellevar, pero aun así las ves y ellas te reciben con un abrazo. Con una sonrisa: cantan, bailan, juegan, platican y siguen teniendo ganas de vivir, de salir adelante, con una necesidad inmensa de cariño, y muchas ganas de saber que son importantes para alguien. Y son nuestra responsabilidad como sociedad.
“Me di cuenta de lo necesario que es para ellas una oportunidad. De saber que existe una vida diferente y que está en ellas lograrlo. Lo importante que es creer en uno mismo y que pueden ellas evitar repetir el círculo vicioso de su núcleo familiar y crearse así un nuevo destino para ellas y sus hijos.
Propaganda de Maquío
“Mi mamá, me llevaba, desde muy chiquita (6 años) de puerta en puerta por las colonias de Salamanca. Ella hablaba de la doctrina del partido. En ese entonces la política era algo muy diferente o al menos así la sentía yo… aprendí cómo hablar apasionadamente de algo en lo que se cree, de que si estás convencido se contagia.
Me acuerdo de esa mujer siempre trabajando, primero en el negocio y en las tardes haciendo su labor política, sin radio, sin televisión, sin medios masivos, siempre con su chiquilla colgando para todos lados, aunque le cerraran las puertas, fueran groseros, no la detenían para tocar en la casa que seguía y dar una comiquita de Maquío, y aunque me aburría y me cansaba al principio, me leía las comiquitas.
A mi madre la veía hablar, la entendía y hoy entiendo que todo lo que ella hacía, lo hacía por qué de verdad creía que podía cambiar algo y eso sería algo mejor para nosotros…
“¿No es eso lo que la mayoría de aquellas mujer, madre, profesionista, empresaria, ama de casa, estudiante, etc. buscamos?”