Calma, calma, quien no tiene estudios profesionales específicos en la materia, quien no ha trabajado por largos periodos de tiempo en un albergue de niños, no puede conocer el mundo real  de la infancia maltratada.
No por tener un nombramiento político o un puesto eventual en algún organismo de la infancia se puede determinar que es una persona competente para juzgar o exigir justicia para aquellos que son demandados, No perdamos de vista que se puede ser demandado por personas o por familias con estructura de personalidad psicópata. Los albergues están poblados, en su gran mayoría, por niños que vienen de estructuras de familias psicópatas.
El Padre Pedro Gutiérrez llegó a tener acuerdo con la familia de los albergados para que no vieran muy seguido a su prole, este acuerdo puede estar fundamentado en la realidad enferma de estas familias, realidades en las estructuras culturales familiares que  vienen gestándose de generación en generación. Es casi imposible rescatar a un pequeño que está inmerso en la cultura del robo, de la explotación, de la degradación y de tantas miserias en la que se desenvuelven un alto porcentaje de estos inocentes morritos. 
Al permitir el Padre Gutiérrez que sus albergados estén en contacto constante con la familia de origen, por más empeño que pongan los profesionales para ayudar al rescate del niño maltratado, será totalmente difícil. Tomemos en cuenta que estas estructuras se forman de generación en generación.
Al volver constantemente a sus casas, estos niños vuelven a conectarse con los golpes y el menosprecio de su persona y para ellos vuelve a ser normal el hecho de llevar las bolsitas con polvito blanco a donde le diga su amorosa madre a quién el pequeño obedece incondicionalmente.
Entre las niñas de 8, 9 y 10 años es normal que practiquen como se baila arriba de una mesa.
Los albergues nos enfrentamos cada semana con la dolorosa realidad de que todo lo que trabajamos, como equipo multidisciplinario del albergue, por modificar un grado la estructura del pequeño seto se va perdiendo en un alto porcentaje ante el solo hecho de convivir el chaval dos días o, aunque sea unas cuantas horas, con su origen.
Como directora de un albergue puedo entender esta parte que maneja el padre -tratar de que las familias se relacionen lo menos posible con el niño albergado- aunque aclaro que en el albergue bajo mi dirección no se prohíbe el contacto con los progenitores, aunque sí sufrimos las consecuencias de esta convivencia.
Estoy de acuerdo con la licenciada Bety Manríquez y con la Diputada Yulma Rocha en que se investigue este tipo de instituciones, pero sugiero que no se dejen llevar por los gritos de “misericordia” de las progenitoras y de los mismos niños, acentúo nuevamente  que estas familias, estos progenitores y estos pequeños niños, en su mayoría,  manipulan, no existe una conciencia plena de realidad, no presentan sentimientos de culpa y son chantajistas.
 Investigar estas asociaciones, sí estoy de acuerdo, corresponde no precisamente al DIF puesto que el sistema DIF trabaja con un alto porcentaje de profesionistas eventuales y se requiere un profundo conocimiento profesional y laboral en el área específica de albergues.
No ignoremos la importancia de investigar de qué manera y en qué cantidad se reciben donativos por parte de políticos o ex mandatarios. Estableciendo justicia ésta se debe buscar involucrando a todos los actores en la situación, ¿a cambio de qué se daban donativos y de qué cantidades? Esta información debe hacerse transparente a través de los medios de comunicación. Si recordamos el caso del albergue de Zamora, Michoacán, se habló de cantidades exorbitantes que recibía esa institución por parte de políticos de quienes jamás se dio nombres ni se dijo a cambio de qué o por qué se recibía ese tipo de apoyo. La justicia cae donde y contra quien deba de caer.
Mencionando nuevamente el albergue al cual represento, ponemos a la orden nuestros programas, el grupo multidisciplinario y reglamentos internos, para quien desee conocerlos.                   

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