Según Amartya Sen, un filósofo y economista, el apoyo que el Gobierno da a la cultura será directamente proporcional al crecimiento y desarrollo de una sociedad. Pongo que un Nobel de economía opina así para que no se vayan a creer que una joven mexicana se está inventando el concepto.

Ahora bien, si esto funciona así y hay casos que prueban que apostar por la cultura es una herramienta fuerte no, lo que le sigue, para el desarrollo de México. Deja tú la emoción de compartir arte, o el sentimiento de unión que genera enaltecer la cultura mexicana, o el impacto emocional que genera un trabajo colectivo, o la responsabilidad que tenemos como sociedad de mejorar nuestro entorno…lejos de todos esos conceptos, señoras y señores, si la cultura se hace bien ¡hay ingresos económicos! Se crean puestos de trabajo, se impulsa el turismo y, ojo, la ciudad se posiciona como un referente a nivel internacional.

Cuando veía el gran trabajo que se estaba logrando en el Teatro del Bicentenario, en mi ingenuidad, pensaba que cualquier hombre de negocios vería que todo funcionaba y que lo que se programaba allí tenía la probabilidad muy alta de ser un éxito y los dejarían seguir con su labor. Pero no.

México tiene problemas serios y necesita gente seria para resolverlos. Cada uno en su propia batalla. Las veces que estuve dentro del Teatro percibía que todos eran un pequeño engranaje de algo que avanzaba, que cada papel y lucha que lograban era un paso más para que León creciera.

Ahora, una situación que cada vez se vuelve más ridícula impide que esas personas hagan bien su trabajo, consigue que gente valiosa se vaya y que la rueda del desarrollo social se pare para volver a la misma historia de siempre: una persona no preparada ocupa un puesto importante y determinante en la cultura.

No soy experta en economía, política o gestión cultural; simplemente tengo dos ojos para ver y una boca para preguntar el por qué Alonso Escalante se va y Arturo Joel Padilla se queda. Y esos verbos deberían de estar al revés simplemente comparando los resultados de sus respectivos trabajos.

A pocas horas de que se estrene Carmen, una historia de egos enormes y una venganza desproporcionada (ojo con la alegoría), me uno al sentimiento de impotencia diciendo un: Gracias Alonso, gracias equipo del Teatro del Bicentenario, gracias por poner el nombre de México en alto. Una última vez.

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