“Si esta planta no opera, tendríamos que comprar la energía a las empresas particulares extranjeras. Esto lo digo así, con toda claridad para que los que enarbolan las banderas de oponerse a la planta, incluso por razones de tipo ideológicos, también tomen en consideración ese elemento”, expuso López Obrador el 10 de febrero que visitó la zona de Cuautla, según una publicación del periódico El Universal.
La “consulta” popular en Morelos sobre la termoeléctrica de Huexca tuvo un principio trágico con el asesinato del activista Samir Flores Soberanes. Nadie sabe por qué lo mataron, si fue el crimen organizado o una causa ajena al conflicto local.
Samir representaba, como muchos otros morelenses, lo que en otra época el propio Andrés Manuel: el activismo en contra de la CFE en Tabasco, donde hoy se condonan 8 mil millones de pesos de recibos que alentó a no pagar.
Desde que vimos la absurda consulta sobre el NAIM, la nueva administración se propone preguntar a minorías si están de acuerdo en los proyectos de infraestructura de los que son vecinos. Unos 15 o 20 mil morelenses dan respuesta a un tema que afecta a 130 millones de mexicanos: la producción eléctrica.
Las minorías enfurecidas son manipuladas por “ideólogos” radicales que tocan sentimientos arraigados, prejuicios o la plena ignorancia. La termoeléctrica costará unos 700 millones de dólares que se irán a la basura si la consulta da mayoría negativa. Con una parte mínima de esa cantidad se pudo invertir lo suficiente para que los pequeños poblados quejosos tuvieran fuentes de trabajo y oportunidades mayores a lo que les ofrece el campo.
Pero Andrés Manuel insiste en preguntar asuntos técnicos complejos a quienes no saben. Con el aeropuerto de Texcoco manipuló datos, torció las preguntas y logró su objetivo incomprensible de cancelar la obra. Con el tiempo perderemos el equivalente a 200 termoeléctricas de Huexca.
Usando los mismos argumentos y las mismas palabras con que defiende la termoeléctrica, pongamos el tema de Texcoco o cualquier otro proyecto que se le consulte al “pueblo sabio”.
< Si este aeropuerto no opera, tendríamos que comprar el tráfico de HUB (distribución de vuelos) a los aeropuertos y a las líneas extranjeras. Esto lo digo así, con toda claridad para que los que enarbolan las banderas de oponerse al aeropuerto, incluso por razones ideológicas, también tomen en consideración ese elemento >.
La lección es gravísima para el país. Si en Morelos una minoría tiene el derecho a descarrilar un proyecto, cualquier activista echará por tierra los gasoductos que ya pagamos en el norte del país o las presas y acueductos que darían agua a las ciudades. El país puede convertirse en un sinfín de territorios ingobernables.
Las consultas no son democráticas porque solo una minoría decide. Las mayorías estamos al margen por la forma y el método. La forma es una broma de encuesta no científica ni aleatoria ni representativa; el método es ajeno a los dueños de la termoeléctrica, que somos todos. Igual que Texcoco, convertido en un “Fobaproa” de 145 mil millones de dólares.
Cuando Ernesto Zedillo salvó a la banca, al menos rescató el ahorro y la estabilidad económica del país. Ahora, uno tras otro, los proyectos cancelados irán en contra de las finanzas públicas sin ningún beneficio.