En este espacio por años he presentado mis razones para votar por AMLO. Pero al igual que muchos, tengo el derecho de discrepar con algunas de sus decisiones. Son ya 100 días de su gobierno, aunque en realidad son al menos 4 meses más desde la victoria de julio. Me da gusto que el País haya tomado la decisión de probar la alternancia para exigir una nueva manera de hacer política iniciando desde la eliminación de privilegios a la clase política, pues veníamos ya de décadas de acumulación de privilegios y despilfarros.

Reconozco decisiones que, aún siendo simbólicas y con poco efecto práctico, como la venta del avión presidencial, la eliminación de pensiones a ex presidentes, la reducción de gastos para los funcionarios públicos, eran exigidas por las mayorías desde nuestro imaginario colectivo. Me gusta el estilo del Presidente cerca de la gente, en diálogo con los medios de comunicación, con una manera de hablar directa y sencilla. Su enfoque a la austeridad es bueno y la interpelación a los grandes capitales que no comparten la riqueza también era necesario. Me gusta que vaya a la raíz del problema y entienda que no es la fuerza, sino la justicia la que nos dará la paz.

Pero no me gusta su estilo autoritario hacia quienes no piensan exactamente como él (ni de tantos camaradas que piensan que no apoyo al Presidente solo por manifestar mis discrepancias). Tampoco comparto decisiones tomadas con el estómago como la cancelación del NAICM de Texcoco que financieramente es una torpeza ni las consultas “a modo”. Sus descalificaciones a sus “adversarios” generan más división y encono, cuando lo que necesitamos es entender que los capitales son los que generan riqueza y empleos. 

Pero lo que menos comparto y desde la izquierda siempre lo criticamos por décadas, es el paternalismo y el asistencialismo que los gobiernos de antes practicaban para acarrear votos. Lo gritamos y exigimos que acabara. Los padrones de apoyos sociales son la mejor manera de crear mercados de votantes. La eliminación de intermediarios tiene razón cuando se encuentra que todos son corruptos, pero la realidad no es así. Hay cantidad de organizaciones intermedias en guarderías y centros de apoyo a la mujer que son ejemplo de atención. 

No todos son malos. Por décadas se formaron muchas ONG (Organismo de la Sociedad Civil), para la defensa de los derechos humanos, para la protección de la infancia, para protección de ecosistemas, para la recaudación de donativos. Todo, por la ausencia del Estado, que permitía el robo y la rapiña.

resupuestos públicos que eran desviados a campañas políticas frente a un pueblo con enormes necesidades. Hoy, AMLO descalifica a esas organizaciones. Imperfectas sí. Malas todas, no. Pero agarra parejo cuando muchas de ellas han sido reconstructoras del tejido social.

Se cumplen 100 días con AMLO y veo que los indicadores macroeconómicos son malos contrastando con una alta aceptación popular. Pero lamentablemente se reduce la confianza en el País y la situación de Pemex amenaza con contagiar la inversión nacional y extranjera. Decía el bonachón “Bronco” que estamos jodidos, pero contentos, describiendo los 100 días con AMLO. La economía no crece, la inversión se detiene, pero la sociedad (el pueblo) está confiado en el futuro. Tiene propensión a consumir.

El Presidente y Morena, preparan, como lo hacía el PRI, un nuevo corporativismo para ganar las elecciones del 2021. Sí, la estrategia clientelar para ganar votos repartiendo dinero a los potenciales votantes, sobre todo a los jóvenes y a los adultos mayores. Pero quienes conocen de trabajo y organización popular, sabemos que la dádiva no crea capacidades, sino las acaba. Que son las redes populares que fortalecen la construcción, el consumo, la producción, el ahorro, en las zonas marginadas, las que aseguran la creación de riqueza colectiva. Que son las becas como resultado del esfuerzo, las que se traducen siempre en buenos estudiantes, no el reparto generalizado de apoyos. Que los bonos al campo se dan siempre junto con la organización colectiva. Que el Estado debe asegurar que el apoyo se traduzca en productividad y no solo en consumo.

El País necesitaba un cambio de régimen. Se requería voltear primero a las mayorías, cierto. Por eso, ellas decidieron el cambio de régimen. Pero requerimos primero incrementar los ingresos y no solo disminuir los egresos; enfocar el discurso en generar riqueza y no solo en atacar a quienes la producen. Las alianzas de AMLO con lo peor del sindicalismo como Napo y la CNTE, la incrustación de los peores genes del priísmo, pueden ser malignos para el gobierno de Morena. Se requieren por eso espacios e instituciones que hagan equilibrios, contrapesos.

A nadie le conviene que le vaya mal a AMLO. Se requiere que le vaya bien para que estos 6 años nos vaya bien a todos. Son 100 días y falta todavía todo para el sexenio. Es darle ahora el voto de confianza y no tener miedo a decir los errores ni a reconocer los aciertos. Hoy pudimos estos 100 días, voltear la mirada a las mayorías pobres y no solo molestarnos si el gobierno saca del bolsillo para ayudarles, sino también nosotros preguntarnos si nos ha faltado hacer algo para reducir las brechas entre ricos y pobres.  

* Director de la Universidad Meridiano
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