Algo debe hacerse pronto en Salamanca, ciudad que cayó en una espiral de crimen, violencia e inseguridad. Si tomamos los números de los últimos meses, los que lleva el nuevo Gobierno, vemos que el promedio mensual de homicidios intencionales llega a 46.
Esto equivaldría a 200 homicidios intencionales por cada 100 mil habitantes.
La explicación del aumento en la violencia puede ser por la Refinería, el huachicol o la guerra de grupos delincuenciales. Eso lo deben aclarar las autoridades estatales y federales.
De enero a septiembre de 2018 los homicidios intencionales en Salamanca fueron 25 mensuales en promedio. De octubre del año pasado a febrero aumentaron a 46. Si no para la tragedia, Salamanca pasaría a ser una de las ciudades más letales del mundo con 200 homicidios intencionales por cada 100 mil habitantes.
Las ciudades más violentas como Tijuana, en Baja California o Caracas, en Venezuela, llegan a 100 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Desde dentro el Gobierno hace todo lo posible por contener la inseguridad, la violencia y el crimen. Con operativos espectaculares entraron al pequeño poblado de Santa Rosa de Lima, justo a 500 metros de la carretera de cuota Salamanca-Celaya y a unos 4 kilómetros del aeropuerto de Celaya, donde operan muchos drones (aviones no tripulados) de varias secretarías federales. Salamanca está a escasos 30 kilómetros de ese poblado señalado como la sede de “El Marro”.
Con la llegada de los nuevos gobernantes, López Obrador, presidente y Diego Sinhue, gobernador, se dijo que habría un “golpe de timón” contra la inseguridad. Se dejó al mismo encargado del timón, Carlos Zamarripa y al mismo jefe de seguridad, Álvar Cabeza de Vaca. En lo federal el cambio fue la participación de la Marina en los operativos que prometían mayor contundencia.
Salamanca es la cuarta ciudad más importante del estado con 283 mil habitantes y tiene una de las seis refinerías de Pemex. Está en el cruce de muchos caminos y eso tal vez sea una de las complicaciones para lograr su pacificación. Es urgente hacer algo contundente en esa ciudad gobernada por una alcaldesa de Morena pero de extracción panista.
Ante la violencia y la falta de gobierno, los comercios son asaltados continuamente y algunos cierran temprano o de plano dejan de operar. El turismo de negocios casi se extinguió.
Hay quien sugiere de plano un “toque de queda” y un patrullaje permanente de marinos, policías estatales y municipales. La alcaldesa, Beatriz Hernández, no tiene los recursos ni la experiencia para enfrentar la situación.
La tarea de componer y pacificar a Guanajuato es difícil, complicada y de largo plazo, pero es la mayor prioridad del Gobierno y de los ciudadanos que ven disminuidas sus libertades y su entusiasmo por el futuro.
Sabemos que el nuevo gobernante tiene las ganas, la juventud, el empuje y el carácter para enfrentar la situación. Lo que no sabemos es si pueda navegar las tormentas con la misma tripulación de hace años, que cuenta con todo menos resultados, porque la incidencia de homicidios intencionales crece sin parar.