A partir de la conformación de nuestro país como República, la democracia como forma de Gobierno ha tenido un papel esencial en la integración del Estado mexicano.
El pasado jueves en la H. Cámara de Diputados se desperdició la gran oportunidad de dar un paso más hacia su madurez y consolidación a través del mecanismo de democracia participativa y del cual, Acción Nacional, ha velado por su creación y puesta en práctica.
Desde el año 2000 representantes de Acción Nacional presentaron una iniciativa que buscaba la reforma a diversas disposiciones de la Constitución, a fin de establecer las figuras de participación ciudadana como el referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular.
Este jueves y los días que le precedieron, los diputados de Acción Nacional volvieron a ser la voz de los ciudadanos como oposición para ampliar los espacios y mecanismos de participación en México.
Sin embargo, la mayoría de Morena y sus aliados consiguieron un proyecto de dictamen para que la consulta popular y la revocación de mandato puedan ser utilizados como mecanismos de presión y de propaganda política que, sin duda, pondrá en serios riesgos la democracia de nuestro país en el corto plazo, algo que varios organismos de la sociedad civil organizada, instituciones académicas e instituciones al cuidado de la democracia en el mundo también han alertado.
Ahora me referiré al cuestionamiento del Dr. Thomas J. Bollyky y sus colegas ¿Realmente necesitamos democracia?, quienes acaban de publicar en la revista Lancet sus hallazgos que sobre la salud producen los choques entre los movimientos políticos populistas y las instituciones liberales, situación que a su vez plantea preguntas urgentes sobre cómo deben ser gobernados los seres humanos, concluyendo que la democracia es buena para la salud pública.
Para llegar a esta conclusión, analizaron la mortalidad por causas específicas y estimaciones de esperanza de vida sin VIH -Virus de Inmunodeficiencia Humana- del Estudio de la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo 2016, e información sobre el tipo de régimen del proyecto Variedades de la Democracia (V-Dem).
Estimados lectores, ellos estudiaron la asociación entre democratización y salud de la población en 170 países entre 1980 y 2016, descubriendo que la esperanza de vida de adultos sin VIH mejoró más rápidamente en los países en desarrollo que hicieron la transición a la democracia en el último medio siglo.
La calidad de vida democrática, particularmente las elecciones libres y justas, representó el 22% de la variación en la enfermedad cardiovascular a lo largo del tiempo dentro de los países, el 18% de la variación en lesiones de tránsito, el 17% de la variación en tuberculosis, el 10% de la variación en cáncer, y una fracción menor para otras enfermedades, principalmente no transmisibles, incluidas en el estudio.
Esto es mucho más que el producto interno bruto (PIB), que representó solo el 11% de la varianza en las enfermedades cardiovasculares y solo el 6% de la varianza en los cánceres, por ejemplo.
Es menester señalar que la calidad de la democracia parece no estar asociada con aumentos en el PIB per cápita, pero está asociada con disminuciones en la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y aumentos en el gasto público en salud.
Los países más abiertos y democráticos permiten más quejas sobre los abusos de los derechos humanos y por tanto ir mejorando el acceso y la calidad a los servicios de salud.
Bollyky y sus colegas sostienen que la democracia probablemente funciona como la mano invisible de Adam Smith, que crea un equilibrio entre la oferta y la demanda, que se conjugan con otros fenómenos de estos tiempos como las manos subrepticias del escándalo, la exposición de los medios y redes sociales, las elecciones, podrían coadyuvar en la reforma de los sistemas de salud, tanto públicos como privados, que deberían brindar los servicios de salud que necesitamos.
Otra conclusión del estudio sugiere una posible razón para esta realidad desalentadora: muchos de los países con los peores sistemas de salud están gobernados por autócratas corruptos que retienen el poder por la fuerza y pueden ignorar el bienestar de su gente sin repercusiones.
Un ejemplo viviente es Maduro y Venezuela, “googlee” y entérese estimado lector de la situación deplorable en salud que causa discapacidad y muerte injustificables en ese país.
Concluyo señalando que los hallazgos de Bollyky apoyan la teoría de que los dictadores podrían ser además una causa de la pobreza y la enfermedad, y que los demócratas, aunque a veces, aturdidos y desorganizados, sirven mejor a su gente.
Por ello, los invito a intensificar las manifestaciones sociales a fin de que el Senado vuelva -como en la Guardia Civil- a corregirle la plana a la mayoría soberbia e ignorante de la Cámara Baja. ¿Usted qué opina?