La dama es persona que comercia con variados productos, por lo que un día le urgió adquirir uniformes para médicos y enfermeras, batas, togas y demás. Buscó precios de los proveedores locales. Comparó y cuando estaba por decidirse recordó que alguien la había ilustrado respecto a que en las redes sociales, o sea internet, se encontraban a veces promociones convenientes.

No perdía nada con probar y comenzó la búsqueda. Por cierto duró poco. Se topó con alguien que en Monterrey elaboraba todo lo que ella requería. El precio era inmejorable; se ahorraría, de entrada un 30%.

Se puso en contacto con el dueño de la empresa, quien le remitió todos los documentos que acreditaban la formalidad y, por supuesto, legalidad. Le indicó a qué cuenta depositara  los nueve mil pesos de inicio. Así lo hizo.

La promesa fue para que la mercancía llegara  en 15 días. Pasaron. El mes y nada. Otra vez a comunicarse y ya no hubo contacto con el supuesto empresario.

Como la doña tiene un nieto que estudia en La Sultana del Norte, le dio la molestia de aclarar el asunto proporcionándole los datos. El universitario localizó el domicilio, una casa semi-abandonada y se topó con un sujeto mal vestido y  observó a un tipo rufiancete que dijo se había ido a la quiebra.

Abrir un litigio hasta Monterrey saldría, como se dice en forma corriente, “más caro el caldo que las albóndigas”. Mejor perder y la señora dejó el asunto en ceros.
Consejo tardío: no pagar hasta el recibo de lo pactado y la satisfacción, en estos casos, de la calidad.

Este tipo de engaños se van haciendo corrientes, o sea que con frecuencia se repiten. Por ello hay qué estar alertas. No todo lo que se anuncia en las redes es engaño; pero ojo, mucho ojo con ese tipo de ilusionismos.

Lo que causa soberano escozor es cuanto a este respecto ocurre en algunos gobiernos de todos los niveles.

Las empresas que defraudan pueden ser de los más diversos niveles, nacionales, internacionales, lugareñas. Hacen contratos con sobra de oferente ventaja ya sea en el ramo petrolero, de diversas construcciones, Y luego no existieron o simplemente desaparecen.

¿Qué hay en el fondo de todo esto?.

Nada más y nada menos que complicidad porque si no somos ingenuos hemos de saber que los gobiernos, desde federal, estatal y municipales, tienen una no lista simplemente sino agenda de proveedores para mediante ellos adquirir los diversos productos, bienes y servicios que se requieren. 

Luego entonces cuando una persona, hombre o mujer, el sexo es lo de menos, vivaracho o vivaracha, hace una empresa que en realidad son puros papeles o sea que no existe de manera formal y logra, en un estado, municipio o la federación, que  le den preferencia para surtir, ¿qué le digo?, medicinas, muebles, enseres diversos, maquinaria, tractores, pupitres; esa “sociedad”, sus dueños, con registros y todo, tiene visto bueno porque “maicea” o sea que reparte, da moche a quien o quienes aprueban.

En Guanajuato un ex director del ISSEG hizo empresario a su chofer. ¡Casi mago! Otro acarreó, a su partida, las botellas de alcohol.

Hasta el cansancio se ha demostrado que los vivales que se dedican a esta “industria del engaño” llegan a utilizar a personas que prestan  nombre y domicilio, sin que sepan bien a bien de lo que se trata. Analfabetas o semi, son las mejores piezas para tal burla o defraudación.

Lo peor de todo ¿saben qué es, estimados lectores?, que si se descubre el fraude no pasa nada. El funcionario alega que todo estuvo en regla. La legalidad lo ampara. Aunque la empresa supuesta haya tenido domicilio en una cañada, lote baldío o irregular. La dieron de alta y… ¡a jalar pa”delante!

Han habido casos de grotesca triangulación en los que una empresa zacatecana vende al Gobierno leonés botas adquiridas en la ciudad capital mundial del calzado. ¿Legalidad? Sí, aunque lo sorprendente está en que los foráneos tengan mejor precio que los gobernantes locales. 

Diría Sor Juana que ¿a quién es más de culpar, a quien peca por la paga o al que paga por pecar?

Por algo hay quienes aseguran que no existe “industria” más productiva que la política. Antes se decía que la “sin chimeneas” o sea el turismo pero hoy las fantasmagóricas la dejan muy atrás. Todavía no encuentran si la empresa brasileña entregó y a quién 100 millones de dólares para campaña política a cambio de contratos petroleros a futuro. ¿Hallarán la aguja, que ellos mismos lanzaron al pajar?

Con polvos del olvido y caricias de otro  amor, todo se olvida, más cuando es advertible un clásico “borrón y cuenta nueva” para que el recién estrenado régimen no sea calificado de perseguidor y menos represor.

Las empresas fantasmas son como el cometa que tiene cola y ya se le puede medir.

Para acabar con ese tipo de flagelo, engañifas o fraudes, por lo demás completamente burdos, la medida es sumamente sencilla: que haya honestidad en quienes dan el sí para las adquisiciones. 

En algunos casos se trata de un comité y la verdad es como para dudar que a cuatro o cinco regidores les den una buena “maiciada” a efecto  que sin previo estudio le digan sí al defraudador que les presenta ofertas con documentos de paja.

En León, por poner un ejemplo, todavía el moderno Diógenes no encuentra a quien va a ser Director de SAPAL, a poco al rato a esos hurgadores les dan la chamba de que cacen en la lista de proveedores a las “empresas fantasmas”. Así los miembros del Honorable tendrán  una vida más holgada y los desatinos ya no podrán, al menos en estos renglones, achacárcelos a ellos.

¿Qué les parece la maña, el ingenio humano y la ingenuidad gubernamental, a mis estimados  lectores?
 

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