Una crisis humanitaria se cierne sobre nuestras fronteras donde miles de centroamericanos y otros extranjeros quieren llegar al sueño americano. 

Según cifras de funcionarios norteamericanos, unos 100 mil emigrantes habrían llegado a la frontera norte el mes pasado.

La mayoría proviene de Centroamérica, pero según la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, proviene de diferentes países, incluso de Afganistán. Hay una columna de 800 cubanos. 

Para los funcionarios de migración norteamericanos el trabajo se multiplica, imposibilitados de atender una marea humana que busca asilo. 

Los migrantes sufren lo indecible, al encontrar un infierno de hambre y enfermedad, en lugar de oportunidades, paz y prosperidad, que son los Estados Unidos para los latinoamericanos que logran residir allá.

Nuestras ciudades fronterizas ya no pueden albergarlos. Tijuana y Ciudad Juárez están al límite y si siguen llegando más caravanas, se pueden dar conflictos sociales serios. 

El viernes Doña Olga Sánchez expresó su preocupación porque los migrantes “vienen de todas partes” y su flujo podría llegar a un millón al finalizar el año. Aunque nunca dijo cómo lo resolvería.

Antes de que eso suceda el presidente Donald Trump amenaza con cerrar la frontera porque México no hace nada para detenerlos y plantea eliminar la ayuda que entrega a Guatemala, Honduras y El Salvador (unos 700 millones de dólares por año, según el periódico The Washington Post). 

El presidente Andrés Manuel López “consulta” a una muchedumbre sobre lo que debería hacer con Trump. Los induce a decir que lo mejor es la prudencia. En pocas cosas AMLO es tan cuidadoso y comedido en la relación con Trump, al grado de reunirse con su yerno Jared Kushner en casa de Bernardo Gómez de Televisa. 

El cierre de frontera sería igualmente costoso e impensable para México como para Estados Unidos. El daño económico traería una recesión, algo indeseable para Trump en la carrera electoral hacia el 2020. Lo que sí puede hacer es tortuguismo; llevar el flujo de personas y mercancías en cámara lenta para exasperar a las ciudades fronterizas y a todo México. 

Trump actúa para sus electores y lleva toda política al conflicto, ya sea con China, la OTAN o sus vecinos del sur. 

Los populistas siempre encuentran a alguien a quien culpar de todo lo mal que andan las cosas, de todo lo que no sale bien y se vanaglorian de cualquier logro, aunque no sea de ellos. El populista encierra una buena dosis de narcisismo, mezquindad y megalomanía. 

Nadie puede estar por encima de él, nadie puede saber más que él, nadie tiene tanto conocimiento del “pueblo” como él. Trump lo encarna a la perfección. 

Pero debemos reconocerles la virtud del oportunista. Un buen populista usa el conflicto siempre como arma, como instrumento principal de negociación. “Primero te pego y luego hablamos”. 

En la semana veremos cuál es la posición de nuestro Gobierno ante esta crisis humanitaria, que no se hubiera gestado si, desde el sexenio pasado, no hubiesen sido tan permisivos a la hora de abrir la frontera sur. Porque al primer grupo terrorista que se infiltre entre la masa por nuestra frontera, significaría un endurecimiento mayor y un atraso serio para nuestra prosperidad comercial con el principal cliente que tenemos. 

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