Andamos en el país vendados de los ojos, dando “palos de ciego” como en el juego de la piñata. El líder quiere hacer justicia sin leyes; los maestros quieren enseñar sin evaluaciones; los empresarios se oponen sin presentar el rostro, sin participación real; los políticos no han cambiado. Es más, son los mismos que aplaudieron a Echeverría y a Salinas, pero más viejos. 

¿O puede verse la razón por la cual le regresan a Elba Esther Gordillo un dinero inexplicable? ¿Puede verse el fruto del derribo de una Reforma Educativa sin que haya otra de por medio? ¿Advertimos el riesgo de un nuevo modelo autoritario en un país dividido en equívocos bandos de liberales y conservadores?

El Presidente tiene razón; el Presidente está equivocado. 

Tiene razón en que primero es la justicia porque la ley es el medio y no el fin. Está equivocado en el camino para llegar a la justicia y, sobre todo, a quiénes hacer justicia. Tiene razón en describir el “cochinero” que le dejaron (nos dejaron) pero pronto tendrá que convocar al país a un reencuentro político para combatir la destrucción de las instituciones de seguridad pública que amenazan el ser mismo del Estado Mexicano. 

En el caso de la educación y sus reformas, quien merece justicia son los niños y jóvenes de hoy, las nuevas generaciones que poblarán hasta en 150 millones de habitantes el país a mitad de siglo. La mayor injusticia es arrancarles la oportunidad de tener toda la luz del mundo a su alcance, víctimas de la extorsión de grupos micro-minoritarios que ponen en jaque un día sí y otro también a la Secretaría de Educación y al mismísimo Congreso de la Unión. 

En la educación la justicia comienza por los estudiantes, por dar oportunidad semejante a todos quienes ingresan a una escuela pública, ya sea en Oaxaca o Nuevo León. El objeto de la educación pública no son las plazas, ni el control de las nóminas, ni el esparcimiento de ideología comunista de los setenta. Eso ya pasó de moda. Lo nuevo es la luz del conocimiento científico, social y matemático. Ahí es donde se dará el bienestar de las futuras generaciones. 

El mundo se puso de acuerdo para evaluar la educación básica de Ciencias, Comprensión de lectura y Matemáticas. Le llamaron la prueba PISA (Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes). En los últimos datos, México está muy abajo en la tabla. De 70 países estamos en los lugares 55-58-56.  Los orientales a la cabeza. Sí, acertó: Singapur está en primer lugar en las tres categorías. Lo siguen casi siempre Hong Kong, Canadá, Japón, Finlandia. 

La prueba ayuda a que todo el mundo (o por lo menos 70 países) se esfuercen en mejorar. Por pura intuición casi podríamos asegurar que ni siquiera los maestros de la CNTE podrían presentarse en una prueba así, ya no digamos sus alumnos. 

La mayor injusticia es dejar que las mentes, los cerebros de nuestros jóvenes se desperdicien, inmovilizados por maestros que se detuvieron en el tiempo. Escuché decir que el salir de una carrera y obtener el título de maestro era suficiente para una plaza. El mundo se mueve tan de prisa que hoy, por ejemplo, requeriríamos en todas las escuelas de todo el país, enseñar código (lenguaje de programación), como lo hacen desde primaria los países desarrollados. Es una venda grande la que tenemos y más si no lo reconocen quienes hoy gobiernan. Por eso destruyen aeropuertos, por eso destruyen instituciones. Porque no ven. O no quieren ver. 

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