Nicolás Maduro se sostiene todavía en Venezuela con el apoyo del ejército. El pueblo sale a las calles para protestar contra esta historia catastrófica que hizo caer en un solo año el 25% de su Producto Interno Bruto. Han sido décadas de un proyecto que tuvo sus orígenes en lo mejor de la herencia de Bolívar y que terminó siendo una dictadura unipersonal. Hoy quedan pocas alternativas ya para este gran País. Antes, tenía la intervención militar de los Estados Unidos, el golpe de estado que sacara a Maduro del poder, el acuerdo para celebrar elecciones libres y el que se mantuviera Maduro reactivando la economía.
La primera es la menos deseable pues los norteamericanos aprovecharían esto vulnerar la soberanía y explotar sus riquezas naturales; el segundo escenario parece agotado después de esta semana, pues el pueblo no está armado y el ejército todavía permanece fiel al dictador; el tercero, el acuerdo para elecciones libres es imposible pues Maduro controla los organismos electorales y de justicia; el cuarto técnicamente es imposible pues el chavismo ha destrozado la economía. Hoy quedan solamente el primero y el segundo y en donde el ejército es el gran decisor.
Conozco bien Venezuela por sucesivos viajes, lo que me ha permitido conocer a los diversos grupos de la sociedad que hoy disputan el futuro del País. Más recientemente, en los años noventa se construyó gracias al liderazgo de Hugo Chávez, líder militar con ideales nacionalistas, un proyecto personal que creció debido a su carisma y a sus dimensiones de héroe mítico frente a una población mayoritariamente pobre que creyó en él.
Lo que pase en Venezuela tiene mucho que ver con México, pues el “socialismo del siglo XXI” parecía el camino deseable para economías con enormes diferencias sociales que concentraran en el Estado la dinámica económica. Pero allá cometieron grandes errores al canalizar los mejores años con precios altos del petróleo para entregar dádivas a las grandes mayorías empobrecidas. Esto se hizo junto a reformas agrarias e industriales que no se tradujeron en productividad, sino en la pérdida de la producción nacional en medio de una enorme corrupción.
Una historia triste para Venezuela fue la simulación electoral que hizo Maduro para mantenerse en el poder hasta el 2025; unas elecciones controladas, sin participación de la oposición y con órganos electorales del gobierno. Hoy con países en contra y un pueblo hambriento por la economía rota, el tirano quiere, como Chávez, hacerse eterno. En este espacio siempre defendí la revolución bolivariana y su proyecto por considerarlo factible y enfocado a las mayorías, pero hoy vemos una catástrofe humanitaria, económica y social como resultado de irresponsables políticas populistas y me duele la realidad de cantidad de amigos talentosos que han debido emigrar como 3 millones más, a Argentina, a Ecuador, a México, en busca de mejores horizontes.
Grave error: Maduro mantuvo el proyecto bolivariano basado en su imagen, en su persona, en sus decisiones, en derramar subsidios y poco en ganarse a las clases medias y empresarios que incentivan la producción y que participaran en el poder. Grave error querer hacer a un ser humano a semejanza de un dios. Así, se controlaron a los medios de comunicación, a los partidos políticos y la corrupción gubernamental comenzó a salirse de control.
Maduro llegó al poder apenas con un escaso 1.5 % de margen en las elecciones. Eran muchos los logros sociales de la revolución chavista en salud y educación, donde se utilizaron las reservas petroleras, pero fueron subsidios sin crear mecanismos que incentivaran la productividad individual y la inversión privada, lo que generó que el aparato productivo se colapsara junto también hay que decirlo-, con presiones de los grandes capitales internacionales. Todo esto hizo que al final el proyecto venezolano polarizara a la población en medio de un modelo económico centralmente planificado que terminó haciendo improductivas a las empresas nacionalizadas ahuyentando a los capitales nacionales y extranjeros provocando una inflación galopante traducida en especulación y desabasto de alimentos.
Lo siguiente es conocido: inseguridad, salidas de capitales, desabasto y pobreza. Así, salieron las clases bajas y medias a las calles y los grupos estudiantiles que deseaban expresión libre, haciendo el resto: poner contra la pared a un régimen que quiso repartir la riqueza olvidando activar el motor para generarla. Los Estados Unidos tienen hoy sed de petróleo y hambre de control de las empresas venezolanas, pero lo que muestra el fracaso del proyecto social venezolano es que no se puede gobernar orientados al pueblo sin incluir a las clases medias y que el proyecto socialista que buscaba construir un mundo mejor, debió partir de liderazgos centrados más en el proyecto que en el líder (por bueno que fuera), más en la confluencia de intereses de las clases populares y medias y no en su enfrentamiento.
Maduro, un hombre sin preparación alguna, provocó en la práctica un Golpe de Estado al convocar e instalar la Asamblea Constituyente desmembrado a la Asamblea Nacional electa democráticamente. Es inminente la caída del régimen de Maduro; el pueblo tiene enormes carencias y, la infraestructura de servicios públicos colapsa. Llegará al poder un gobierno conservador y cercano a los Estados Unidos, cansados los venezolanos de que no funcione la economía.
* Director de la Universidad Meridiano
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