Petrobras, la empresa petrolera de Brasil tiene más deudas que Pemex y quiere salir del bache económico en el que cayó después de la crisis energética del 2008 y sus escándalos de corrupción. 

A diferencia de Pemex, Petrobras cotiza en el mercado de Nueva York. Su acción tuvo viajes de ascenso y especulación que la llevaron hasta 70 dólares en mayo del 2008, cuando el petróleo superó la marca de 150 dólares por barril. 

Con enormes deudas, el valor de su acción se derrumbó en noviembre de ese mismo año a 2.70 dólares. Estaba casi quebrada.  

Durante nueve años Petrobras se recuperó algo y hoy vale 15 dólares la acción. 

Con la llegada de Jair Bolsonaro, las cosas cambian en Brasil y Petrobras ya tiene un plan estratégico para salir adelante. Baja su deuda que llegó a 167 mil millones de dólares en 2017 y prevé que para 2021 se reduzca a 133 mil millones. 

La estrategia consiste en vender parte de sus activos y enfocarse a la explotación de petróleo, lo que más deja. El mes pasado anuncia la venta de ocho de las 13 refinerías que tiene en Brasil. Las ocho producen 1.1 millones de barriles diarios de combustibles. Espera recibir entre 10 y 15 mil millones de dólares. También está vendiendo su red de distribución en el país y otros activos que le pueden reportar hasta 40 mil millones de dólares. 

Su estrategia es aplaudida por los mercados al grado que la empresa J.P. Morgan recomienda la compra de sus títulos. La correduría pronostica que su acción puede llegar a 21 dólares para finales de año, un 40% arriba de su valor actual. 

Este comentario no es una recomendación de compra de Petrobras, sino una reflexión comparativa con Pemex. Mientras la brasileña se enfoca a la exploración y explotación, en México el Gobierno quiere construir una nueva refinería que valdría tanto o más que las 8 que vende la brasileña. Pemex tiene 6 refinerías maltrechas que producen poco, así que importamos tres cuartas partes de lo que consumimos. Pemex también está muy endeudado y paga muchos impuestos para sostener una quinta parte del gasto público. 

Una y otra vez los expertos recomiendan al presidente Andrés Manuel López Obrador y a Pemex no construir la refinería de Dos Bocas en Tabasco. Le restaría recursos invaluables a la compañía, que hoy necesita para mantener la calificación de su deuda que ronda 100 mil millones de dólares. Es, como se dice popularmente, echarle dinero bueno al malo. Igual que la destrucción del aeropuerto en construcción de Texcoco o la absurda inversión en el Tren Maya. 

Cuando un gobierno plantea malos negocios para su país, la carga va hacia los ciudadanos y se refleja en magro crecimiento, pocas esperanzas y una desilusión sobre el futuro. También debilita la estructura macroeconómica estable lograda a través del sacrificio de muchos años. Una baja en la calificación de Pemex traería complicaciones, pero una baja en la calificación de la deuda soberana traería devaluación, inflación y recesión. De ese tamaño es el precio de hacer malos negocios desde el Gobierno. 

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