El Municipio es un ente olvidado en la visión de cambio de la llamada cuarta transformación. La concentración de poder en el Presidente, hasta ahora su principio y final, su alfa y omega, su ser, su todo, impiden la promoción de ideas, más allá del voluntarismo desplegado por el ejecutivo federal.
El Estado mexicano, en su concepción descentralizadora, presenta tres ámbitos de gobierno: el central, el estadual y el municipal (Federación-Estado-Municipio), de los cuales el menos desarrollado es este último. 

La contienda en el siglo XIX entre el poder central y los estados, dejó su marca la hasta nuestros días. Por su parte las autoridades municipales no han sido capaces de construir acciones concertadas para reclamar sus fueros. Han sido continuamente ninguneadas por la federación y sus propios estados.

El Gobierno Central siempre ha sostenido que en aras del artículo 116 de la Constitución, los municipios son tema de los estados, algo parecido a pensar que la entidad federal es la mamá de unos pollitos llamados municipios. Nada más iluso.
México aún no parece despertar a nuestra realidad actual. El país está poblado en derredor de ciudades. El 80% de la población vive en núcleos urbanos. 

El campo se ha despoblado paulatinamente en el transcurso del siglo XX. Las ciudades marcan hoy la pauta, sin embargo, ha sido un proceso poco atendido por parte del Estado mexicano y sus congresos.

En el año 2000, con el triunfo del PAN, las perspectivas eran muy halagüeñas para los municipios. Vicente Fox construyó su victoria, no por estados conquistados, sino por ciudades ganadas. El PAN dominaba las grandes ciudades mexicanas. 

Las había gobernado muy bien, durante el último decenio del siglo XX. Guadalajara, Monterrey, Tijuana, Ciudad Juárez, León, Torreón, Tampico, entre otras hasta que se logró la victoria en lo que se llamó el corredor azul en el Estado de México. Allí comenzó la debacle. Todo lo que se relacione con el Edomex, se contamina con corrupción. Es infeccioso. 

En aquél momento se esperaba una época dorada para el gobierno de las grandes ciudades. La enorme derrama de recursos hacia los estados, preveía presupuestos robustos que se utilizarían para modernizar los centros urbanos. 

En muchos casos esto ocurrió, pero en otros, lo que se empezó cimentar fue una organización mafiosa dedicada a la expoliación de los gobiernos locales.  Obtener una posición como alcalde, síndico o regidor, significaba la garantía de realizar cualquier negocio y traficar influencias. 

Los estados, salvo unos cuantos, acrisolaron bandas de funcionarios, dirigidas por los propios gobernadores, dedicadas al saqueo. Las administraciones panistas no solo no fueron capaces de combatir y transformar ese entorno, sino que aprendieron y copiaron,  muchas de  las mal mañas de sus adversarios priístas.

En el 2012 los atlacomulcas, una tribu salvaje, depredadora de las arcas públicas, llegó al gobierno federal. Colonizaron, en posiciones clave la administración, y saquearon impunemente municipios, estados y a la propia federación. No se entiende, pues, el manto de impunidad que se ha garantizado, desde el nuevo gobierno, para la perniciosa pandilla saliente.

Hoy, motivados por el hartazgo a gobiernos deshonestos, dejamos atrás la esperanza de un verdadero cambio, y comenzamos a vivir la peor gestión económica y administrativa de los tiempos modernos. 

El Gobierno federal depende de la voluntad mañanera del presidente. Solo lo que el ordena en sus publicitadas comparecencias ante medios, se intenta realizar. Es un gobierno hermético a las ideas externas. 

Únicamente lo que sanciona el presidente es acometido por su ineficaz y rala burocracia. Y lo que realmente interesa, es construir, no gobernar. A las pruebas me remito: Santa Lucía, Trenecito Maya y Refinería de Dos Bocas.

Pero si bien, muchos estados han sido los precursores de esta forma personal de gobernar, los municipios no parecen haberse quedado atrás, aunque sean de distinto partido. 

La obra pública, la que genera moches, es lo que realmente importa. En el camino quedan olvidados el caudal de servicios, comenzando por el de la seguridad pública, que deben prestar. Lo interesante es construir lo que sea, pero construir.

Ahora surgen muchas críticas a la conducta bravucona y ocurrente del nuevo presidente. Se detecta la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. 

Nuestros gobiernos locales, están sujetos, no a los planes y programas que garantizan la gobernanza municipal, sino también a ocurrencias que pueden competir, en su escala, con las de AMLO. 

En mi pueblo por ejemplo, mientras se incendia un tiradero municipal que contamina con lixiviados los cuerpos de agua de nuestro entorno, donde la basura se recolecta ineficientemente, el alumbrado público es inexistente en muchas zonas, el transporte público es de los peores en el estado, pero sobre todo, en donde la seguridad pública se ha visto menguada a un nivel intolerable, por la simple y sencilla razón de que no contamos con un cuerpo de seguridad profesional, la prioridad de nuestro miope gobiernito local, es la construcción de un museo para las célebres Momias de Guanajuato y rehabilitar una deteriorada plaza de toros de propiedad privada. Olé. Allí están nuestros santa lucías y Dos Bocas. Igualito que el Peje. Hacer obra pública para que deje dividendos obscuros.

El caso de las momias, lo he sostenido hasta la saciedad, me parece un esperpento. Que una ciudad base su turismo en la exposición de cadáveres al público, resulta indignante. 

Propongo una idea: podríamos complementar la macabra exposición con una buena selección de fotografías de momentos agónicos de parientes de los miembros del ayuntamiento. 

Sería una elegía al morbo, como todo lo relacionado con esa perturbadora exposición. Todo para vender chácharas en un tianguis anexo. Degradante.
Gestar un cambio profundo en las administraciones municipales no está en la visión de la cuatroté. 

Por eso, si en algo se debe de centrar el contraste con gobiernos de otra marca, debería de ser por el predominio en la técnica para gobernar y tomar decisiones pertinentes, de operación eficiente, de transparencia y rendición de cuentas. 

En un gobierno verdaderamente diferente, debería privilegiarse la planeación, programación, monitoreo y auténtica participación ciudadana. 
Las organizaciones de la sociedad civil, deberían estar en auge. Pero eso no pasa en mi pueblo. Solo imitan al presidente. La misma gata…

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