La nostalgia de mis amigas venezolanas surgió cuando alguien envió un post de la película “La hora 25”, de 1967, protagonizada por Anthony Quinn. En la imagen se encuentra una mujer con tres niños en una estación de tren en Múnich, en la Alemania de 1946. Lo triste y conmovedor de la escena es un póster pegado en la pared de la estación que dice en inglés: “Homeless! Venezuela Welcomes you”, que en español sería: “¡Personas sin hogar! Venezuela te recibe”. ¡Qué irónica resulta esta frase en la actualidad! Miles de venezolanos tuvieron que refugiarse en otros países para no padecer el desabasto, el caos y la falta de infraestructura originados por la administración de sus presidentes Chávez y Maduro y quedaron sin hogar.

Los venezolanos/as recuerdan cómo su país acogía al panadero portugués, al italiano de las pizzas, al pastelero francés, al árabe que vendía electrodomésticos, a colombianos y peruanos que vendían ropa, a los argentinos que vendían carne, al cura español, a los haitianos que vendían helado, y así, sin saber qué era la xenofobia, acogían a todos. Ahora con su país arruinado, los venezolanos piden ser acogidos y lamentan que su bandera no sea bien vista internacionalmente. Su gran fe en Dios les alienta a que todo cambie y se reestablezca.

En México la marcha que se llevó a cabo en varios estados de la República unió a las voces frustradas y decepcionadas de las nuevas políticas del presidente López Obrador. No hubo una cabeza organizadora visible. Ningún político estuvo detrás. Y aunque algunos aprovecharon el espacio para externar sus inconformidades, definitivamente no fueron responsables de la organización. A través de las redes sociales te enterabas dónde se reuniría la gente que no estaba a favor del manejo del país. No fue una unión para exigir realmente una renuncia como muchos mencionaron, esta petición puede interpretarse como un “no estoy de acuerdo con muchas de las decisiones que tomas”, pero nadie esperaba que con esta marcha el Presidente renunciara.

Esta marcha tuvo el fin de unir a quienes discrepan en algún renglón de la 4T o que ven con temor el despeñadero hacia donde se dirige la economía del país. Ante la experiencia de Venezuela, ciudadanos y ciudadanas sienten que tienen que hacer algo por el país, aunque a ciencia cierta no sepan qué. Sienten que hay que impedir que las instituciones colapsen, impedir que el ilimitado poder de un gobernante obtuso que no escucha a quienes conocen técnica y profesionalmente de los temas, siga obstruyendo el desarrollo del país, impedir que las leyes se cambien a conveniencia y capricho del mandatario.

Unirse reconforta, solidariza, hermana y reencuentra a las y los mexicanos que no son escuchados, unirse contagia de entusiasmo y renueva la esperanza de que sí se puede lograr algo e impedir mucho, unirse hace sentir que estás haciendo algo.

La marcha de la semana pasada es un principio de aliento. Fue una marcha ciudadana que empieza a manifestar una oposición que los partidos contrarios a Morena están lejos de presentar. Es hora que la ciudadanía exija, participe y se manifieste, no sólo en marchas, sino también en trabajar a conciencia por quienes no han tenido oportunidades, en trabajar en el bienestar de las comunidades rezagadas, en la justicia social que todas y todos merecemos.

Esta marcha es el inicio para que nuestra bandera siga siendo respetada en todos los países, para que las y los mexicanos vivamos digna y felizmente en nuestros hogares y para que sigamos respetando nuestros valores y tradiciones que definen con orgullo nuestra esencia.

¡Sigamos marchando! ¡Sigamos uniéndonos!

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