El 17 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Lucha contra la Homofobia, con lo cual me pareció oportuno presentarles la segunda parte de la conferencia del Padre James Martin en el Encuentro Mundial de Familias del Vaticano del año pasado en Dublín, Irlanda.

En el discurso decía: Las personas LGBT son amadas por Dios. Dios les ama y así deberíamos nosotros. Amar con amor verdadero. Esto significa conocer la complejidad de sus vidas, celebrar con ellos cuando la vida es dulce, sufrir con ellos cuando la vida es amarga, como lo hacen los amigos. El trato debe incluir las virtudes que el catecismo recomienda: “respeto, compasión y sensibilidad”.

El P. Martin sugiere algunos puntos para tener un trato cristiano hacia la comunidad LGBT y sus familias. Empezar por analizar las actitudes propias. ¿Crees que alguien es pecadora porque es lesbiana o está más inclinada al pecado que una mujer heterosexual? ¿Consideras a los padres de un adolescente gay “responsables” de su orientación? Con las personas LGBT se hacen muchos juicios sobre la moralidad sexual y con los heterosexuales hay más tolerancia. Ante estas actitudes es importante escuchar las experiencias de católicos LGBT para poder comprender el rechazo y discriminación que sienten e imitar el trato de Jesús hacia las personas marginadas. En el caso de la mujer samaritana Jesús no la castiga, la escucha y trata con respeto.

Centrarse en la vida sexual de una persona LGBT es reducirla y las personas somos más que eso. Hay que enfocarse más allá de la sexualidad y considerar sus alegrías y tristezas. Muchos de ellos o ellas están cuidando a sus ancianos padres o ayudando a pobres de su comunidad y están involucrados en organizaciones cívicas y caritativas. La Fundación de Ricky Martin es un ejemplo de altruismo que denuncia la trata humana y educa sobre su existencia mediante investigaciones e iniciativas comunitarias basadas en la defensa de los derechos humanos de la niñez y la juventud.

Hay países donde los homosexuales son perseguidos y encarcelados e incluso ejecutados por serlo. Y las lesbianas son violadas para “curarlas” de su orientación sexual. En otros países como en el nuestro, se dan crímenes de odio o intimidación. En estos casos la iglesia y sus feligreses deben alzar la voz y no permanecer indiferentes, o peor aún, silenciosos ante la persecución de esta comunidad.

La Congregación para la Doctrina de la Fe escribió en 1986: “Es deplorable que las personas homosexuales hayan sido y sean objeto de violencia de palabra o de obra”: Ser cristiano es defender a los marginados y los perseguidos. Para Jesús no hay “nosotros” y “ellos”, sólo hay nosotros.

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