Entre los recuerdos de mi infancia me encuentro unas escenas de mi papá llevándonos a mis hermanos y a mí al circo. A veces me ponía apodos a modo de juego y me hacía reír con ello, pero más allá de algunos paseos dominicales en un gran coche que me parecía inmenso, no lo veía con frecuencia. Durante mi adolescencia nuestras pláticas se hicieron más formales con temas de libros, películas y noticias del periódico. Hice algunos viajes con él y me enseñaba de vinos y platillos sofisticados que ordenaba en restaurantes. ¡Era bueno para narrar anécdotas y cuentos! Conviví con mi padre tal vez más de lo que se usaba en la época, ya que no era usual que los papás estuvieran estrechamente cercanos con las hijas. Era algo así como las niñas con la mamá y los niños con el papá. Crecí en una cultura donde no era costumbre que el papá demostrara mucho afecto o que participara en la crianza de los hijos.

Ahora veo la diferencia de trato con mis hijas y su papá. Desde pequeñas su padre las paseaba en una carriola doble especial para ser jalada por una bicicleta y pedaleando les daba la vuelta alrededor de la presa. Grabada está en mi mente una imagen de mi esposo sentado en una mini sillita frente a una mini mesa. Le pregunté qué hacía ahí y me respondió que las niñas de cinco años en ese entonces, le habían invitado a tomar el té. Recién habíamos visto el filme de “Alicia en el país de las maravillas” y creo que las niñas se inspiraron con la película para servir una mesa con galletas y tacitas. Lo cierto es que ahí estaba el hombre gozoso y listo para compartir con sus criaturas momentos mágicos de convivencia y estrechando lazos para una gran relación a futuro. Y, en efecto, así fue ya que durante la adolescencia las acompañaba de compras y esperaba pacientemente largas horas deteniendo vestidos y blusas mientras llegaba la hora de decidir las prendas.

En todo momento, como padre, ha estado presente en la vida de sus hijos siendo paciente, tierno, amoroso y cercano a ellos. Cuidó mascotas variadas que mi hijo traía a casa; desde perritas que parían decenas de perritos hasta hurones y lagartijas que había que vigilar para que no se dieran a la fuga. Jugó futbol en el jardín, tae won do, y se aventuró en el patinaje sobre hielo siguiendo la afición de cada uno. Armó rompecabezas y aceptó el reto de competir en el conocimiento de las capitales del mundo. Siendo los retoños ya jóvenes, esperó trasnochado a que llegaran de sus primeras idas al  antro.

Siempre animó  y sigue alentando a sus hijos a dar lo mejor de sí mismos, resaltando sus destrezas y habilidades. En silencio y con gran corazón, escucha sus historias, sus intereses, sus metas, sueños y también sus temores.

Lo más importante ha sido dejarlos vivir y que tomen sus propias decisiones con autonomía y responsabilidad y darles alas fuertes para volar tan lejos como quieran. Ellos saben que el amor de su padre hacia ellos es incondicional y que pueden contar con él en cualquier circunstancia, pero saben también que las acciones tienen consecuencias y que sus decisiones, buenas o malas, marcarán su destino.

Los cambios sociales se están dando de forma palpable. La modificación de los roles nos trae a papás más comprometidos con el hogar y la familia. Este padre ha sido una figura paterna que se aleja de la rigidez y dureza de otros estereotipos y nos muestra a un hombre comprensivo y amable sin miedo a expresarles su amor y mostrarse cariñoso con ellos. La vida te va devolviendo lo que siembras y este papá tiene el respeto y gran cariño de sus hijos que lo procuran, piensan en él y lo consienten. Y todo eso, a mí, me llena de orgullo y satisfacción.

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