“El necio”, es una canción de Silvio Rodríguez, el reconocido cantautor cubano y que es un himno para el militante de la izquierda latinoamericana, para el constructor de utopías realizables, en el lugar común donde se abreva. Nos inspira, nos anima a la lucha en medio de un entorno que invita solo al poder y al dinero. La melodía es una alegoría que diferencia el trono de quien tiene todo y la tierra que pisa quien carece de lo elemental. Tanto lo es, que Beatriz, la esposa del presidente AMLO la cantó e hizo pública en redes sociales.
En la idea de Silvio, la necedad es percibida como una actitud existencial dura frente al desafío de quien solo tiene el ideal de construir desde abajo y no tener precio en sus ideales.
Es pensar solo en el bienestar común olvidando el propio. Es la persistencia, la necedad en vivir para la causa justa. Digo que hay que ubicarse en la perspectiva de la canción para conocer la personalidad del presidente AMLO, quien como activista social y después de décadas de campaña y luchas, hoy, necio, todavía no ha aprendido a ser estadista para generar los consensos y la unión que necesitamos en México.
“El necio” describe a AMLO en que desprecia los altares y piensa en los humildes. Esto se refleja en ignorar la economía para enfocarse solo en la generosidad social, señalando a los demás que no piensan como él, como adversarios, como enemigos; a quienes no tienen su visión, etiquetándolos con desprecio como fifís, corruptos, rapaces, por decir lo menos. AMLO ha traído a la historia de México algo que necesitábamos: el ejemplo de un gobernante austero y sin lazos con el poder económico; sus decisiones acertadas para cancelar las pensiones de expresidentes, repartir dádivas por doquier, crear la guardia nacional. vender el avión presidencial, insistir en que la causa de la inseguridad es la injusticia social, reducir los privilegios a los funcionarios públicos. Nos ha hecho mirar, hacia donde no lo hacíamos: la realidad de las mayorías pobres de México.
Solo que AMLO es hoy presidente de todos y no solo de quienes votaron por él. Es presidente por la falta de sensibilidad y solidaridad de los presidentes anteriores hacia la sociedad mexicana; ganó por las frivolidades y voracidad hacia el poder económico y los privilegios que tuvieron los antecesores: Fox, Calderón y Peña Nieto. Uno beneficiado del poder político, otro creador de la guerra y éste, un corrupto absoluto, por calificarlos respectivamente. Ellos crearon en el votante mexicano, sin quererlo, a su verdugo.
Pero lo grave es que apenas inicia el sexenio y sentimos ya los resultados del analfabetismo económico del Presidente AMLO. La salida de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda desnudó el tamaño del problema: decisiones económicas sin sustento que no se reflejarán en crecimiento económico del PIB sino en recesión; el incremento histórico de la inseguridad; el enfoque a ejercer gasto en subsidios traducidos en votos y no en incremento de la productividad de la planta industrial: la caída del consumo, de la generación de empleos, de la inversión y, sobre todo, de la confianza, son dicho “con todo respeto”, el reflejo de este discurso de la división.
Hoy son muchos los riesgos que tenemos ya como País, con AMLO: el discurso de ofensa hacia quienes no piensan como él; los ataques a medios como Proceso y Reforma; la amenaza de eliminar los organismos autónomos que tanto nos costó construir como el INE y el CONEVAL; el costo financiero por la cancelación del aeropuerto de Texcoco; la descalificación a los datos duros generalmente aceptados para medir la actividad económica, todas, decisiones que comenzamos ya a sufrir el detenerse la economía.
Pero lo que nos inquieta a muchos es la soberbia que tiene dicho con todo respeto-, el necio líder social. Sí. El necio desprecio de AMLO a los datos de la realidad tiene costos enormes.
No reconocer decisiones de la CNDH, descalificar resoluciones de jueces, señalar como mal portados a los medios de comunicación, burlarse de la inexistente oposición, muestran de cuerpo entero a un líder que está concentrando enorme poder proveniente del voto democrático. La necedad no es persistencia; ésta es necesaria para la lucha del líder social; la primera es la que nubla la realidad. La soberbia no es confianza; aquella impide decidir en bien de todos, en tanto que ésta anima a los millones de votantes que tiene atrás.
Soy de los que siempre apoyan a los presidentes aún con sus errores, pues es lo que deberíamos siempre hacer los mexicanos. La cultura de la izquierda siempre ha sido la capacidad de autocrítica y de oposición al autoritarismo de una sola persona. La necedad está en la causa, en la construcción de la sociedad más justa por la que votamos el 2018, no en el discurso de la división y el rencor, por más necio que se sea quien lo canta.
* Director de la Universidad Meridiano
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