La “economía popular” que apoya la 4T es la de los ejidatarios que producen jugo de caña con un trapiche y productores de maíz que venden tlacoyos en la CDMX

Ni siquiera hacemos el intento de investigar el valor del mercado de jugos de caña fresca y tlacoyos en la economía del país porque están en el mundo de la informalidad. 

Gilberto, el campesino de Hidalgo a quien presenta Andrés Manuel López Obrador en el video que circula por todas las redes, no tiene expectativas de crecimiento. 

Como su fuente de ingreso es impredecible, es improbable que tenga seguridad social o alguna forma de avanzar en su negocio. Si su caballo enferma, se pone en riesgo su ingreso. El equino que gira alrededor del trapiche es una estampa pintoresca que podría tener 200 años. Regreso total al pasado.

Los números son terquísimos en mostrar la realidad al igual que la gravedad que nunca falla en golpearnos contra el suelo si tropezamos con su aceleración perfecta de 9,8 m/s2.  Perdón, pero hagamos números sencillos de lo que puede y debe ser la economía del país y tomemos de ejemplo la BMW de San Luis Potosí. Se dice que la inversión de mil millones de dólares hará posible producir 150 mil autos al año. 

Los “Serie 3” que se venderán por todo el mundo pueden aportar al PIB nacional unos 100 mil millones de pesos con una derrama de empleos, tecnología y conocimiento inigualables. Quienes trabajan en esa planta observan una armoniosa y milimétricamente precisa banda de producción asistida por robots de punta. Los colaboradores de BMW gozan de un centro de capacitación donde aprenden los más avanzados procesos de manufactura, administración y desarrollo personal. Su visión del mundo cambiará para siempre después de convivir y aprender de colegas alemanes y norteamericanos que fabrican “Bimmers” en Múnich y Spartanburg. 

Los alemanes harán un gran negocio produciendo en México. De eso se trata. Lo mismo sucede con Nissan, Honda, Mazda, Kia, GM, Ford, Chrysler, Volkswagen, Audi, Daimler y Toyota que suplieron con creces las exportaciones que perdimos con la caída del petróleo. Dos millones de trabajadores participan en la industria y aportan casi el 4 por ciento del PIB. La industria transformó al Bajío y al norte del país. Sólo Morelos con la VW y Puebla con la Audi, tienen plantas al sur de la CDMX. Más abajo nada. 

La economía de Chiapas, Oaxaca y Tabasco dependen en buena parte de las transferencias de participaciones de zonas productivas. La distancia es tan grande que estados “trapicheros y tlacoyeros” como Hidalgo tienen apenas un tercio del ingreso por habitante que Nuevo León, Chihuahua o Coahuila.

El mapa del crecimiento y la prosperidad se da en los estados fronterizos, la zona metropolitana de la CDMX y el Bajío porque ahí están la manufactura y los centros financieros. 

Incluso Querétaro brilla en su productividad por haber puesto como prioridad su industrialización. 

Nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, debió presumir a la BMW y la visión correcta del México que todos queremos. Nadie sueña vivir del trapiche, aunque sea un digno y honesto empeño. 

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