Los organismos políticos registrados y hasta las denominadas asociaciones todavía no salen del marasmo. Fue duro el golpe electoral. Treinta millones de votos del lopezobradorismo provocó una parálisis.
Rumian, cavilan, los líderes o dirigentes derrotados cómo recuperar electores para el 21. El resto, poco o nada les importa.
Los perdedores no saben y menos quieren armar política discutiendo la problemática, formulando programas y adelantando lo que pudieran ser adecuadas soluciones. Dejan, ante su miopía y timoratez, que AMLO, en permanente campaña pueblerina, dicte soluciones con lo cual, quiérase que no, se lleva buena parte de aplausos, sobre todo de cuantos recogen beneficios públicos.
Los líderes que pudieran denominarse opositores, viven rumiando un ayer que ya no existe. Negociaban, luego de las elecciones, con el que asumía el Ejecutivo, digamos Peña Nieto, quien cedía espacios pero imponía condiciones.
A todos los metió en un plan reformista para el que fueron sumisos a cambio de prebendas y hasta surgimiento del moche, casi oficializado.
Tal mecanismo en teoría y praxis ha cambiado no en poco sino en mucho.
Hoy en una realidad que avanza rápidamente la democracia se define en México, por mayorías absolutas y absolutistas.
Lo anterior, es urgente entenderlo, no debe llevarnos al totalitarismo. Para evitar semejante aberración se establecen equilibrios a efecto que las minorías tengan derechos políticos para que los ejerzan a plenitud.
Así por ejemplo en algunas naciones los ex presidentes de la República pasan a ser senadores vitalicios. Es una realidad, no se trata de propuesta. ¡Dios nos libre!
En nuestro País se crearon, en una reforma echeverriana, que se aplicó con López Portillo, los diputados y senadores de representación proporcional. Aunque técnica y doctrinariamente son absurdo ya que en realidad de verdad, no representan a nadie. Fue un mecanismo sacado de la manga sin sustento específico operacional.
Pero allí está esa minoría, que en un momento dado suma, ya que en el Congreso de la Unión no existe diferenciación.
En los estados la figura se repite y los efectos y defectos también.
Tratándose de los ayuntamientos la minoría que arrojan las urnas tiene ciertos derechos tanto a encabezar posiciones en el organigrama como a nombrar al Contralor, para crear equilibrio.
En esta entidad los albiazules le tuvieron miedo al mecanismo, por lo que reformaron la ley respectiva para que los alcaldes o alcaldesas designen a la persona que ejerza la Contraloría.
Supusieron, aparte de no ver hacia la técnica y doctrina de equilibrio, que el poder político lo tendrían por los siglos de los siglos. Pronto verían, cuando Bárbara Botello le ganó a Miguel Ángel Salim Alle, que la fórmula se les podía revertir.
(Por cierto que el activismo de Miguel Ángel, dicen los observadores, que se enfila a tomar agua de Celiz, o sea repetir su aspiración municipal. Ya lo comentaremos a su tiempo).
Pues ahora nos resulta, tratándose de mayorías que quienes actualmente las manejan desde las cumbres del gran poder, suponen con esos números que pueden determinar todo y obtener todo. ¡El totalitarismo en plenitud!
Recordemos que en Baja California Norte hubo elecciones para Gobernador. Ganó Morena, el partido ahora oficial.
Luego, con una soberana truculencia los diputados acordaron aumentar ese período de dos a cinco años, para quien resultó vencedor.
El escándalo se armó en todos los foros y niveles. No se le dio para atrás.
¿Presión o actitud severa de los partidos políticos? Nada, cero, salvo la amenaza de expulsión -lo que no ha ocurrido- a sus legisladores que, se dijo, fueron “maiciados” en dólares.
Pues ahora para darle hacia adelante a la aberración se les ocurrió a los morenistas someter esa reforma a… ¡consulta popular!
El pueblo sabio y bueno ya votó por el Gobernador que va a entrar, es obvio que hará valer otra vez su mayoría.
Esta realidad nada virtual sino cierta nos encamina a suponer que en un futuro cercano a mano alzada o con urnas, se promueva extender el período presidencial, apoco a 10 años o hasta que el cuerpo aguante. ¿Qué tal?
Un analista puntilloso se podrá reír de cuanto aventuramos; peor si se quiere colocar venda en los ojos o paralizar su cerebro. Es su gusto; pero lo que sucede resulta, es lógica del arriero, como aquello de que “las vísperas anuncian los días”.
En la Cámara Federal de Diputados sigue la acción a efecto de lograr que Morena se quede en esa presidencia tres años. ¿Con qué argumento? ¡Que son la mayoría!
Para los impulsores del caballazo legaloide a las otras fracciones, no importa lo que digan los reglamentos; con el mayoriteo se reforman y ya.
Porfirio Muñoz Ledo, que ha sido durante décadas ajonjolí de todos los moles, ya tartajeó que está puestísimo.
Dolores Padierna, que en realidad mece la cuna de esa Cámara, en los tiempos que Porfirio reposa, que es casi siempre, ya se acomoda para no perder el sitial.
Las fracciones, o sea los otros partidos ¿se dejarán dar el esquinazo con el cuento de que las mayorías son absolutistas? Ya lo veremos.
Si entendemos esa realidad, del engolfamiento mayoritista, tenemos que advertir que el tornado absolutista amenaza.
¿La mayoría tiene la palabra y es lo único que vale? Es como para reflexionar.