Carlos Ahumada vendió espejos y la afición del León los compró. Los compramos.
Su aterrizaje fue espectacular, en helicóptero, en el estacionamiento del Estadio León, como uno de los contratistas -pensábamos-, más exitosos del gobierno de la Ciudad de México en los tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Rosario Robles.
Eran los tiempos en los que el PRD gobernaba a placer la Ciudad de México. Cuando Andrés Manuel López Obrador era dirigente nacional del partido y apuntalaba su candidatura para ser jefe de gobierno de la capital del país.
Se decía entonces que Ahumada sostenía un romance con Robles, lo mismo que se decía con la actriz y cantante Lorena Rojas, quien amenizaba los entretiempos de los juegos del León cuando el equipo ya jugaba en la Liga de Ascenso. Las bocinas ni servían, así que lo que sea que cantara Rojas, ni se escuchaba. Al menos yo no, desde la tribuna de Puerta 5.
Ahumada se llevó al bolsillo a la afición por los planteles que conformaba, por los uniformes Kappa y Lotto, porque patrocinaba los viajes de la porra a plazas como Tabasco y porque rifaba autos Atos en el medio tiempo.
Su carisma y soberbia, su riqueza e influencia, hacían que se le viera con respeto, o temor, como usted lo quiera asumir.
Pero todo resultó en una pesadilla.
Ahumada no pudo conseguir que el equipo ascendiera por la vía deportiva y en una acción desesperada, se le atribuye el intento de la toma del estadio Sergio León Chávez con un comando armado, luego de fracasar en su negociación por comprar la franquicia del Irapuato, cuando vio peligrar las aspiraciones deportivas del equipo que comandaba Carlos Reinoso.
La trampa y la arrogancia lo rebasaron, no sólo con el Club León, sino también con el periódico El Independiente, un dream team de periodistas que incluyó a Raymundo Riva Palacio y Javier Solórzano, de corta vida en la Ciudad de México y del que todavía se puede ver publicidad en algunos puestos de periódicos.
Después, el tsunami del escándalo lo arrolló: los videos en los que entrega sobornos a René Bejarano y Carlos Ímaz, en una trama presuntamente orquestada por Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos, además de sus negocios ruinosos en la capital del país, lo llevaron a la cárcel tras su fuga a Cuba.
Robles, en tanto, quedó salpicada de por vida y apestada del PRD, por el endeudamiento que aún arrastra lo que queda de ese partido, fruto de su relación con Ahumada, personal y profesional. Rosario acabó siendo cobijada por Enrique Peña Nieto en el PRI, y ahora está presa por el escándalo de La Estafa Maestra.
La de Robles y Ahumada es una historia paralela de desencuentros y escándalos que termina en un punto común: la cárcel. El empresario argentino recuperó su libertad. Habrá que ver lo que pasa con Robles.
El equipo León, vivió algo peor que la prisión, padeció el infierno.
Fue intervenido por las autoridades ministeriales y fiscales, el empresario Adolfo Reza fungió como administrador y después pasaron sin pena ni gloria -con más pena, diría yo- los grupos Pegaso y Batarse, llenándonos de decepciones y vergüenzas, hasta que llegó Grupo Pachuca, con una generación de jugadores que nos devolvió al puesto que nos merecemos.
Ahora todo parece miel sobre hojuelas, pero no olvidemos cuando tuvimos que comprar pulseras de 10 pesos para contribuir con la causa de un equipo que estaba en la quiebra, y que fue vendido a Alejandro Burillo Azcárraga desde la prisión. Fuimos los hermanos menores del Atlante. Sí, hermanos menores. Nos mandaban el cascajo. No recuerdo una época en la que el estadio registrara entradas tan bajas.
Ahumada regresó a Argentina, contó su verdad y sigue siendo perseguido por la justicia -no importa cuando lea esto-, por distintas razones, en distintos momentos, en distintos lugares y en negocios varios: lavado de dinero, tráfico de estupefacientes, impagos de impuestos y sabrá Dios qué más. Eso es lo que se dice en Argentina y aquí.
La historia del Club León quedó manchada por Ahumada, quien quiso comprar una franquicia para regresar al León a Primera División, como han hecho el Puebla, el Veracruz o el Querétaro.
Pero el León recuperó su libertad. Ahumada también, pero quizá no de por vida, y con Rosario Robles, está por verse.
*El autor es Director de Noticias de Prowell Media y colaborador de am en la Ciudad de México.
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