El 1 de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levanta en armas y declara la guerra al Estado mexicano. Pero, en México, ha habido guerrilleros buenos y guerrilleros malos. Para el presidente Ernesto Zedillo los guerrilleros del EZLN, embozados y armados, eran valientes luchadores sociales; inclusive, se refirió a ellos como la guerrilla buena.

Para el EZLN hubo tolerancia y aceptación; el subcomandante Marcos arrancó aplausos y hasta un romanticismo épico, despertó una gran simpatía popular en México y el mundo y se le perdonó todo. El presidente Vicente Fox, incluso, contraviniendo la Constitución, le permitió al EZLN recorrer el país en una caravana surrealista, que era como la representación de una película de Fellini.

Pero, hubo otros guerrilleros a quienes consideraron enemigos del Estado y fueron perseguidos ferozmente.

Desde el movimiento ferrocarrilero de 1958 empezaron a aparecer en el país varios movimientos combatientes de inspiración comunista. Entre 1965 y 1980 operaban unos 29 grupos guerrilleros, entre ellos El Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP); y, a la vez, de éste derivaron otros, especialmente el EPR.

La Liga Comunista 23 de Septiembre, era una de las organizaciones más importantes.

En México, la guerrilla y los guerrilleros nacen como una reacción al régimen totalitario, en un contexto político y social represivo. Entonces, muchos jóvenes que veían canceladas las posibilidades de participación y transformación pacífica de un sistema político vertical y autoritario, intentaron cambiar las cosas por la única alternativa que les quedaba: La vía armada, que era la salida que el statu quo y el sistema les dejaba& 

Entonces, el Gobierno mexicano llevó a cabo un movimiento armado de contrainsurgencia contra los guerrilleros que consideraba malos. 

La mayoría de los integrantes de esas organizaciones fueron asesinados, torturados y desaparecidos durante la “Guerra sucia,” entre 1958 y 1980, por militares y la temible Dirección Federal de Seguridad.

Históricamente, durante décadas, las izquierdas han sido perseguidas y asesinadas en México, hasta que a propuesta de don Jesús Reyes Heroles, el 28 de septiembre de 1978, el entonces presidente López Portillo promulgó la Ley de Amnistía, que ofrecía a los perseguidos cambiarles las armas por partidos políticos; y, es así, como la Izquierda cambia las armas por la tribuna y legaliza la existencia del Partido Comunista Mexicano, que había sido proscrito.

Dicho lo anterior y después de darle contexto al texto, se explica con más objetividad histórica, porqué el actual Gobierno federal, a través de la Secretaría de Gobernación, reconoce por primera vez en la historia la llamada “Guerra sucia” desde el Estado mexicano y ofrece disculpas. 

“Se realizaron detenciones, desapariciones y torturas a cientos de hombres y mujeres. Fue un periodo de oscuridad que evidenció a un régimen dispuesto a todo para eliminar cualquier intento de oposición y de discrepancia.”

En el contexto mencionado, el pasado 17 de septiembre, el historiador y académico Pedro Salmerón, director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, envió un mensaje en la página oficial de Facebook, a propósito de la efeméride de la muerte de don Eugenio Garza Sada.

Era una explicación del crimen que, según su juicio, “fue resultado de la profunda división que experimentó la sociedad mexicana desde los años 60”.

El mensaje en sus redes sociales justificaba el intento de secuestro y calificó como un “comando de valientes jóvenes” a los guerrilleros que intentaron secuestrarlo y como resultado murieron tres guerrilleros, dos escoltas y don Eugenio.

En la renuncia de Salmerón, después de un linchamiento mediático, expuso que nunca pretendió hacer una apología del delito y menos enconar y dividir, como lo acusan.

“Por definición, la Derecha mexicana tiene una notable vocación por la censura y el control del pensamiento. Si mi presencia y talante pueden ser contradictorios con la reconciliación de la República, presento mi renuncia”.

Pero, entonces, ¿quiénes serían los valientes y quienes los villanos? México ha tenido cuatro grandes crisis en su Historia: La Conquista, la Independencia, la Reforma y la Revolución. Interpretando la Historia desde el statu quo, seguramente para Hernán Cortés, Moctezuma sería el villano; para el intendente Riaño, el Cura Hidalgo era el asesino; para Miramón y Zuluaga, Juárez representaba al mismísimo demonio; para Porfirio Díaz y Huerta, Villa y Zapata eran los guerrilleros criminales. Todo dependerá de la intención de la conciencia, formada por el tiempo, y desde la perspectiva que se interpreta el evento.

A Marx le toca hacer el análisis y la crítica de la Historia como una lucha de clases, las falsas ilusiones con las que alienan al proletariado. 

“No es la conciencia lo que determina el ser social, sino el ser social el que está determinando la conciencia. La sociedad está enajenada y es irracional, y sólo una clase, la más explotada y humillada, el proletariado, puede ser revolucionaria y hablar en nombre de la mayoría que quiere ir contra todo lo que ha contenido el anhelo infinito que cada ser lleva adentro imperioso y triunfal”: Marx.

El Estado mexicano ya reconoció y ofreció disculpas por la violación sistemática a los derechos humanos y los nefandos crímenes inenarrables por parte del Estado durante la “Guerra sucia.” 

Ahora, les correspondería a los ex guerrilleros ofrecer una mea culpa por los métodos y crímenes cometidos directamente, o como daños colaterales, contra inocentes, como fue el caso de don Eugenio Garza Sada, un buen ser humano y un gran mexicano.

La democracia que hoy vivimos es el resultado de la suma de luchas armadas, guerras, revoluciones, participación ciudadana, empeño de partidos de oposición y la guerrilla. 

La presión guerrillera obligó al presidente López Portillo a legislar la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LFOPPE) con la que comenzó el proceso de transición democrática, de un partido hegemónico a un modelo pluripartidista y la entrega de armas de la guerrilla a cambio de expresarse en las urnas y en partidos políticos.

La clave para poder resolver los grandes problemas que nos afectan cotidianamente a los ciudadanos reside en la democracia y la política. 
No porque los hombres sean buenos sino para que, tal vez, tengan posibilidad de serlo.

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