Desde este espacio hemos tocado, reiteradamente el tema de lo complejo que es gobernar. Todas las épocas presentan grandes retos, pero hay momentos críticos en que la tarea de Gobierno es particularmente retadora. 

A la actual administración le ha tocado un instante particularmente difícil: la conclusión del periodo de la transición democrática 2000-2018.

Me enfoco en Guanajuato. Estrenando un nuevo gobierno, al mando de un político novato, los peligros se multiplican, cuando en la ecuación se instala el cambio de Gobierno federal bajo el mando de Andrés Manuel López Obrador y de una fuerza política, dueña casi totalmente del espacio público, pero ante una sola excepción: el estado libre y soberano de Guanajuato, en donde el Partido Acción Nacional, resultó victorioso.

En el ambiente del Gobierno Federal, extasiados por una victoria contundente, rondan aspiraciones autoritarias. 

Entendemos estas, como el aprecio excesivo por controlar al resto de los poderes desde el ejecutivo, para así mandar sin restricciones ni equilibrios.

De esta manera vemos cómo el actual presidente de la República, ostenta el mando de Morena, la principal fuerza política que controla el Congreso de la Unión, y luego de la renuncia de un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, posiblemente pronto sea dueño del Poder Legislativo.

También juega su parte la aspiración por militarizar las policías, organizando un brazo armado que responda a sus mandos militares.

Entre tanto en Guanajuato, que debería ser zona de contraste, concentrado en mostrar un gobierno plural, ciudadanizado, respetuoso de la división de poderes, en donde los diputados puedan representar realmente a los ciudadanos y no solo responder a la línea que les decreta su partido, y donde el Poder Judicial sea dueño exclusivo de su destino, de la misma forma que los órganos autónomos como la Fiscalía General, el encargado de la defensa de los Derechos Humanos y el de la Transparencia,

No nos expone diferencia alguna con el modelo que avanza poco a poco desde el gobierno de AMLO. Estamos igual o peor.

Veamos, mientras la administración central pretende militarizar a sus policías, en nuestra entidad, desde el anterior sexenio, uno de sus objetivos principales fue la construcción de cuarteles y prepas militarizadas. 

Se les advirtió a tiempo que el proceso de militarización experimentado en otras entidades solo había establecido una violencia imparable con un índice de letalidad acelerado. Nadie hizo caso. 

Prefirieron sacarse, muy orondos, fotos con sus amigos militares, a los cuales premiaron, incluso, con contratos de obra pública. ¿Se acuerdan?

En el proceso de creación de un régimen autoritario, Guanajuato va a la vanguardia. 

Ahora hasta reconvienen a los empresarios celayenses por sus quejas y manifestaciones de rechazo, por la ineficacia del Gobierno estatal y su Fiscalía, para parar la inseguridad extrema que impera en la zona del río Laja. 

La tensión con los organismos empresariales, en León, por ejemplo, va en aumento por los mismos temas de seguridad pública. 
Grupos organizados han pedido audiencia, y no han sido oídos ni atendidos desde la torre de marfil, en que se ha convertido el Gobierno del Estado. Ni ven ni oyen.

Hubo muchas advertencias por el nombramiento del Fiscal. En vez de tener la posibilidad de oxigenar y cambiar estructuras y rutinas, se optó por garantizar el estatus quo por nueve años más. 

Ahora el gobierno, especialmente la fracción parlamentaria del PAN, está entrampada por su temeraria designación, admitiendo la consigna. 

Por cierto ¿cuántos presuntos corruptos están siendo procesados a la fecha? ¿Conoce algún caso? A veces pensamos que el objetivo final era garantizar la tranquilidad de altos funcionarios del pasado gobierno, sin importar sacrificar la paz de los guanajuatenses. La Fiscalía Anticorrupción es una vacilada.

En la pasada semana se dio el cerrojazo al sainete de la propuesta de desaparición de poderes desde el Senado de la República. 

Una vez más, la torpeza se hizo presente. En lugar de dejar que los responsables de un amago tan pésimamente planeado, pagaran su error, reconocido incluso por la propia SecretarÍa de Gobernación; el gobernador Rodríguez se encaminó presuroso a rendir pleitesía al factótum del Senado, Ricardo Monreal. 

La foto publicitada describe con dramatismo la salutación: un Monreal con cara de palo extendiendo desganadamente la mano, frente a un gobernador que dibujaba en su faz una sonrisa exagerada, de esas que denotan nerviosismo. Perdió.

Concluyamos. Un gobierno cercano al autoritarismo, sin el oxígeno de la democracia, basado en la partidocracia, compartiendo el poder con el antecesor, ensimismado, oyendo solo a su camarilla más cercana, sin asesores competentes, sin decisión clara por combatir a los corruptos, tolerando gobiernos-botín, va rumbo a un estrepitoso fracaso, no habrá feria germana que lo salve. 

El multicitado y promovido “Golpe de Timón”, se requiere no solo para la seguridad pública, sino sobre todo para quién encabeza al Gobierno del Estado. Va mal.
 

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