El dieciséis de Julio de 1945 en el desierto de Nuevo México se realizó la primera prueba de una bomba atómica llamada “Trinity”. De éste modo inició la era atómica.
Posteriormente el seis de agosto del mismo año, en la ciudad japonesa de Hiroshima explotó una segunda bomba llamada “Little Boy” con una capacidad equivalente a trece mil toneladas de TNT. La explosión destruyó cincuenta mil edificios y mató en ese momento a setenta u ochenta mil personas, se estima que el total de decesos está entre noventa y ciento cuarenta y seis mil personas. Tres días después, el nueve de agosto sobre la ciudad de Nagasaki se detonó otra bomba atómica llamada “Fat Man” con una capacidad equivalente de veinte mil toneladas de TNT destruyendo el sesenta por ciento de la ciudad y matando de inmediato a cuarenta mil personas, el total de muertes de estima en ochenta mil.
Por otra parte, el primero de noviembre de 1952 se detonó en un atolón de las Islas Marshall en el océano Pacífico la primera bomba atómica termonuclear con una potencia ¡seiscientas cincuenta veces mayor! que las bombas atómicas anteriormente detonadas. En unos pocos años Estados Unidos fue acompañado por la Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China en el llamado “club nuclear” de países que poseen armas atómicas.
Sabemos que el periodo posterior a la segunda guerra mundial es conocido como “guerra fría” y confrontó principalmente a Estados Unidos y a la Unión Soviética. Como resultado de la guerra fría, entre 1950 y el año 2000, Estados Unidos llegó a tener más de treinta mil bombas atómicas y la Unión Soviética (posteriormente Rusia) alrededor de cuarenta mil bombas. Esta locura armamentista extremadamente peligrosa dio lugar a varios tratados de no proliferación nuclear para limitar el número de bombas atómicas de cada país, algunos ejemplos importantes son SALT I firmado en 1972, SALT II firmado en 1979, INF firmado en 1983, así como START I firmado en 1991 y START II firmado en 1993. Estos tratados pretenden fundamentalmente limitar el número de bombas atómicas desplegadas y listas para ser usadas. Actualmente el número de bombas desplegadas por país es: Rusia 6,490, Estados Unidos 6,185, Francia 300, China 290, Gran Bretaña 200, Paquistán 160, India 140, Israel 90 y Corea del Norte 30.
Como resultado de un tratado de limitación de armas, inspectores autorizados revisan el desmantelamiento de éstas pero ¿cómo lo hacen? ¿Cómo un inspector verifica la destrucción de una bomba atómica? La sorprendente respuesta es que en la mayoría de los casos no lo hacen. Esto debido a que para evitar la fuga de secretos militares los inspectores no tienen completo y libre acceso a las instalaciones y tecnologías nucleares del país que deben de inspeccionar. En realidad lo que hacen es verificar la destrucción del sistema de transporte, como cohetes o aviones, pero no la destrucción de las bombas en sí mismas.
De este modo, por ejemplo, en cumplimiento con el tratado START los Estados Unidos debieron de cortarle las alas a 365 aviones bombarderos B-52 y dejarlos abandonados en el desierto de Arizona desde donde Rusia, vía satélite, pudo constatar la inhabilitación de los aviones. De modo similar, en presencia de inspectores rusos y norteamericanos mil ochocientos cuarenta y seis cohetes rusos SS-20 fueron destruidos así como ochocientos cuarenta y seis misiles Pershing americanos.
La lógica de este proceder supone que en caso de una guerra, aunque se tengan las bombas atómicas almacenadas si no se tienen cohetes o aviones para desplazarlas estas no serán de ninguna utilidad. Claro que aún existe el riesgo de que estas bombas atómicas almacenadas puedan ser robadas, vendidas o accidentalmente detonadas.
Hace una semana investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts publicaron un artículo en la revista Nature (E. M. Engel y A. Danagoulian. “A physically cryptographic warhead verification system using neutron induced nuclear resonances” Nature Communications, 2019; 10) reportando resultados que podrían dramáticamente cambiar la situación actual.
Utilizando una fuente de neutrones se puede codificar la información de cada bomba atómica sin necesidad de abrirla ni de ver sus componentes y estructura interna (algo que ni los militares rusos ni los americanos permitirían).
El resultado de este procedimiento es una imagen exclusiva y única para cada bomba atómica, algo así como la radiografía de un ser humano que aunque es muy parecida a la de otro ser humano nunca será idéntica.
De modo similar cada bomba atómica podría codificarse y registrarse en una base de datos compartida por las potencias nucleares interesadas sin necesidad de exponer sus secretos militares.
La idea es muy interesante pues permitiría realmente verificar la destrucción de cada bomba atómica, sin embargo es muy probable que especialistas del Pentágono en Estados Unidos o del Kremlin en Rusia, encuentren objeciones a esta novedosa propuesta.