El pueblo no quería desprenderse de los restos de su don Eugenio Garza Sada y lo acompañó hasta el final& La tormenta que nos empapaba con copiosa lluvia, no impidió que los asistentes resistieran estoicamente como guerreros de terracota, para escuchar el mensaje de Ricardo Margáin Zozaya, que con voz grave y firme acusó al Gobierno de cómplice del asesinato de don Eugenio.
Echeverría se empezó a desencajar y con rabia dio media vuelta y el Estado Mayor Presidencial abrió paso para sacarlo a medio sepelio.
El andar pausado del Mandatario iba acompasado con sonoras mentadas de madre: “¡Chinga tu madre, Luis Echeverría! ¡Asesino!…”. Los gritos provenían de lo más profundo del alma de las multitudes, eran como bofetadas para Luis Echeverría.
Así fue la marcha del cortejo fúnebre, el desprecio debió sentirlo hasta la médula, sin atender a la helada ventisca que azotaba su cara.
En esa época, yo era estudiante del Instituto Tecnológico de Monterrey y recuerdo cómo don Eugenio visitaba el comedor del campus y de manera sencilla departía con los estudiantes y probaba los alimentos destinados a nosotros.
De pronto, la noticia del asesinato cimbró a los ricos y a los pobres, a la clase obrera, a todos los neoloneses y a todo México.
Don Eugenio era como un padre para los regiomontanos y de pronto sentían que se quedaban en orfandad y que Echeverría había mandado matar al egregio don Eugenio.
El supuesto anterior se desprendía de que don Eugenio había tenido confrontaciones con el Presidente. El empresario disentía con él sobre la manera de generar riqueza y abatir la pobreza; por lo tanto, lo veían como un líder gigante que le hacía sombra a Echeverría.
“Don Eugenio representaba una influencia muy fuerte entre el empresariado mexicano, que al gobierno no le gustaba”: Víctor Campuzano Tarditi, apoderado de Cervecería Cuauhtémoc.
El magnicidio ocurrió en el recorrido que a diario hacía don Eugenio para ir a su trabajo. Entonces, tenía 81 años; los hijos le habían puesto chofer y dos escoltas, viajaba en un auto Galaxie negro.
En la intersección de dos calles, un comando de seis hombres bien armados bloqueó el Galaxy intentando secuestrar a don Eugenio.
Bernardo Chapa, chofer del empresario, instantáneamente abrió fuego contra los atacantes, con su Walter PPK; aniquila al primero que intenta abrir la portezuela, pero por desgracia él recibe otra descarga de disparos que le arrebatan la vida. Los atacantes eran de la Liga 23 de Septiembre…
Mientras tanto, Modesto Hernández, uno de los escoltas de don Eugenio, también abría fuego contra los agresores y a la vez protegía a su patrón metiéndolo debajo del tablero.
En el acto, otro de los guerrilleros mató a bocajarro a Modesto, que hacía todo lo posible por defender al empresario, quien también repelía la agresión con un arma 9 milímetros.
En la escena del crimen, quedó inerme y ensangrentado el cuerpo de Garza Sada, su chofer y sus escoltas y regados por ahí otros tres muertos del grupo guerrillero.
El Capital regiomontano rompió totalmente con Luis Echeverría.
Narra Víctor Campuzano que poco tiempo después del lamentable suceso, el Presidente mandó una comisión para mejorar las relaciones, integrada por Muñoz Ledo y Bravo Ahuja, para encontrar canales de diálogo con el Grupo Monterrey.
En la reunión, en la que participó Roberto Guajardo Suárez como hombre de confianza del Grupo Monterrey y a la que asistieron Virgilio Garza y don Eugenio Garza Lagüera, les dijo Porfirio: “No fuimos nosotros, este rompimiento no tiene sentido, vamos a reanudar el diálogo”.
Continúa el relato& “Roberto Guajardo interpretó que Muñoz Ledo se estaba retractando de lo que meses antes había dicho sobre don Eugenio: Que era una amenaza para el sistema. Guajardo le espetó a Muñoz Ledo: ¡No seas cobarde, cabrón, no te retractes, dijiste que nosotros éramos unos hijos de la chingada, ten huevos y sostenlo!”, A ese grado llegó la ruptura.
Muchas cosas sucedían entonces, quedaban muchos resabios del 68, los jóvenes demandaban cambios al statu quo. Meses antes del asesinato, el presidente de los estudiantes en el Instituto Tecnológico de Monterrey, José Luis Sierra Villarreal, amigo mío, muy ligado a los jesuitas, convocó a una huelga, en la que participamos unos 500 estudiantes.
Él era partidario de la Teología de la Liberación y afirmaba que no era posible tanta asimetría social, tanta injusticia; estos empresarios, dijo, son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres& El resultado fue que corrieron a muchos del Tecnológico, iniciando por el presidente de la asociación; otros, nos libramos de la expulsión.
Meses después, José Luis fue detenido por la DFS y puesto en prisión durante ocho años, lo asociaban a tres asaltos bancarios y a la liga 23 de Septiembre.
Lo inculparon también como autor intelectual del asesinato de don Eugenio. A los jesuitas los corrieron de Monterrey por haberles encontrado propaganda subversiva en su casa, vecina al Tecnológico, llamada “Los Naranjos”.
Todos estos guerrilleros fueron indultados por el presidente José López Portillo, debido a la Reforma Política promovida por don Jesús Reyes Heroles.
Han pasado ya 46 años desde aquel septiembre negro. Si fue un crimen de Estado o no, probablemente nunca se sabrá. Pero, lo que sí sabemos es que el caldo de cultivo de donde nacieron los movimientos estudiantiles, los guerrilleros y el mal humor social sigue existiendo, aunque temporalmente desahogado por el triunfo de la Izquierda.
Treinta y tres millones de mexicanos votaron por la 4a. Transformación. Pero, si fracasa, ¿qué vendrá después de esta ilusión? México sigue siendo asimétrico e injusto.
Hacienda perdonó miles de millones de impuestos a grandes empresarios y políticos. Si entendemos que la justicia es la búsqueda del bien común y del bienestar conjunto, la injusticia será entonces el beneficio de algunos a costa del perjuicio a otros.