Afectados directamente por la imparable ola de violencia que azota a la ciudad en su forma más extrema como es el asesinato, los estudiantes de los planteles de educación superior pública de la ciudad, han reaccionado de manera civilizada pero contundente. Solicitan seguridad en sus trayectos y en los sitios de espera de los transportes pues ya han sufrido la muerte de al menos tres de sus compañeros en esos tan usados lugares.
Aunque en estas manifestaciones si los recibió la alcaldesa de Celaya Elvira Paniagua (EP) sus respuestas no los han dejado satisfechos pues ya pidieron directamente y firmemente su inmediata renuncia tanto de viva voz como a través de pancartas que portaban y con las que tapizaron la puerta de acceso y las paredes a los lados de la misma presidencia municipal y luego las colocaron en el quiosco del jardín principal.
Curiosamente, sus marchas coincidieron con la recordación del 51 aniversario de la matanza de Tlatelolco, el dos de octubre de 1968 en la Ciudad de México, consecuencia de actos de violencia policiaca contra otros estudiantes meses antes de esa fatídica fecha en la que murieron cientos de estudiantes y ciudadanos que los acompañaban en sus protestas que fueron creciendo ante la cerrazón y desinterés del gobierno federal y local.
No faltaron los comentarios, muy equivocados por cierto, de que en las marchas de Celaya había infiltrados partidistas con intereses muy distintos a los de la comunidad estudiantil, esas aventuradas y fantasiosas aseveraciones cayeron por su propio peso ya que en la cobertura de los diferentes medios de comunicación, no se confirmó la presencia de otros actores que la colectividad estudiantil y el pueblo que los apoyó.
Por otro lado, surgen comentarios igual de ilusos que aseguran que la violencia que nos azota es consecuencia de que estamos en un estado donde no triunfó el partido del presidente AMLO o algunos más atrevidos que afirman que son los propios integrantes del gobierno estatal y municipal los responsables de tan lamentable estado de cosas.
Basta leer y ver lo que sucede en todo el país para darnos cuenta que, tristemente, esta constante inseguridad está generalizada en todas las entidades y focalizada en los sitios donde hay más narcomenudeo y hubo o hay huachicol y que al privar a esos delincuentes de sus dineros mal habidos, buscan otros para seguir viviendo como acostumbraban. Abundan las personas que piensan que mudándose de ciudad o estado estarán seguros.
Algunas soluciones a más largo plazo son la creación de más fuentes de trabajo, lugares de estudio deporte y esparcimiento. Las inmediatas, pasan por el uso de la inteligencia para infiltrar agentes del orden en las organizaciones delincuenciales para conocer sus movimientos anticipadamente e implementar una política de tolerancia cero a faltas administrativas y delitos de no tan alto impacto para disuadir a los malhechores.
La participación más activa de la ciudadanía es prioritaria para detectar actividades sospechosas y prevenir daños a esa misma sociedad que está harta de tanta inseguridad y violencia y que puede estallar en acciones antisociales ellos mismos si no hay solución.