Por más que se intente hablar de otros asuntos, el tema de la grave inseguridad que priva en nuestra ciudad vuelve a presentarse inevitablemente tanto por las alarmantes cifras de asesinatos, robos o extorsión, como por las tristes anécdotas que involucran a los amigos vecinos o familiares como víctimas de esos hechos ilícitos que ni siquiera denuncian.
Esta ola de violencia afecta a toda la sociedad, incluso hay gente que ya no quiere venir a la ciudad por el miedo a sufrir algún daño a su propiedad o persona. Sin contar la enorme cantidad de pequeños y grandes negocios que han cerrado sus puertas debido a los intentos de extorsión o hasta al asesinato de algunos de sus empleados o propietarios.
El deshonroso onceavo lugar nacional en robos violentos se complementa con el primer lugar estatal desde hace veinte años y se nota un aumento sostenido desde 2016. Eso sin considera que el numero de hechos delictivos denunciados es menor a los que suceden. La complicidad o pasividad de los cuerpos de seguridad locales es un secreto a voces.
A pesar de los intentos de mejorar la actuación de los policías a través de su capacitación y mejoría salarial, Celaya sigue ostentando el lamentable primer lugar estatal en policías asesinados, entre ellos, incluso el de un director. Se dice que el último contingente de la Guardia Nacional que llegó no se coordina ni comunica con la Dirección de Seguridad.
Hay quienes señalan los robos al tren como el antecedente más lejano ya que estos latrocinios eran cometidos por familias o comunidades enteras que hacían su modo de vida de estos hurtos. Se han presentado casos en los que turbas de habitantes de colectividades adyacentes a las vías del ferrocarril, se han enfrentado a los policías.
Esto es una gran parte del problema, se enseña a los niños que está bien el robar y como sabemos, el ejemplo arrastra, aprenden de estos malos patrones y repiten las mismas conductas delictivas que no consideran dañinas a la sociedad. En el caso de los menores de edad se complica la situación pues no se puede proceder a enjuiciarlos como mayores.
Las contundentes estadísticas que nos presentan Milton Medina, Francisco Mancera y Jonathan Juárez en estas mismas páginas, son una concluyente evidencia del punto de quiebre que las autoridades y cuerpos de seguridad han alcanzado y la desilusión que han causado entre los miembros de una frustrada comunidad urbana y rural.
Los mismos integrantes del ayuntamiento celayense han manifestado el fracaso del plan de seguridad municipal y han reclamado la falta de convocatoria a las mesas de trabajo, parece que no hay voluntad de cambiar lo que no ha funcionado ni de recibir propuestas o comentarios sobre los candentes temas que afectan la tranquilidad y seguridad locales.
Desafortunadamente, el relevo de las autoridades o mandos policiacos no parecen ser la solución, al parecer, parte de las soluciones pasan por un acercamiento y participación más activa de la apática y temerosa ciudadanía que no ha actuado junto con la policía.