El Gran Premio de México mostró el desarrollo de lo último en tecnología de vehículos de combustión interna. El arranque, la velocidad y la pericia de los conductores de Fórmula Uno no tienen comparación con algún otro evento automovilístico.
Todo cambiará pronto. No sabemos exactamente cuándo pero la verdadera competencia automotriz no se da en las pistas onduladas, curveadas y tersas de los autódromos internacionales. Tras bambalinas hay una competencia con inversión de cientos de miles de millones de dólares por ganar la carrera de la electrificación de autos.
La semana pasada Honda Europa anunció sólo autos híbridos y eléctricos para el 2022. No producirá más vehículos de gasolina. Los japoneses entienden la vanguardia europea por alcanzar pronto la mínima contaminación para detener el calentamiento global.
En la misma fecha Tesla reporta utilidades en el tercer trimestre del año y sus acciones brincan un 30%. La empresa de California vale más que la General Motors y casi el doble que la Ford. En Shanghái construye una planta que entrará en producción en menos de un año.
El futuro eléctrico se acelerará aún más con fenómenos como el de los incendios de California. En el mismo lugar donde se producen los cambios tecnológicos más importantes, surgen incendios incontenibles por el cambio climático.
San Francisco y buena parte de sus alrededores quedarán sin luz dos días porque la compañía de distribución eléctrica suspende el suministro para evitar la proliferación de incendios. Con el cambio climático encima, tendremos que cambiar el modelo de consumo de carbón e hidrocarburos.
El año pasado bajó un poco la venta de autos en el mundo. En México la caída fue de 7%. Nuestra industria automotriz sufre los altos intereses y la incertidumbre. Además hay dos hipótesis sobre el estancamiento: los consumidores esperan el cambio tecnológico y la calidad de todos los autos prolonga su vida útil como nunca.
Para cambiar de auto los consumidores esperan que baje el precio de los híbridos y eléctricos. También esperan el crecimiento de los puntos de carga. Esto sucederá en dos o tres años cuando mucho. VW invertirá 35 mil millones de dólares en desarrollos eléctricos. Lo mismo harán Toyota y General Motors.
La carrera de las celdas fotoeléctricas son la otra punta de la ecuación. La electricidad solar baja su costo en 75% en menos de diez años. Para el 2023 costará igual un tren motriz eléctrico que el de gasolina o diésel, combustible apestado ya por la Unión Europea.
Luego vendrán los autos utilitarios, los camiones de carga y de pasajeros porque las baterías bajarán de precio y China pondrá todo su músculo industrial en esa transformación. La carrera vendrá entre marcas y países.
Por eso no podemos entender cómo México apuesta al pasado del petróleo, cómo el Gobierno bloquea la iniciativa privada en la producción de energías limpias y mira al pasado para salvar a Pemex y a la CFE con recursos públicos, como si estuviéramos en los setenta.
Ni siquiera entramos a la carrera, ni en último lugar. Simple y sencillamente seremos espectadores. La refinería de Dos Bocas será un fracaso; la CFE consumirá más recursos públicos; Pemex podrá producir más pero a menor precio y la economía nacional crecerá apenas del 6 al 9% por en todo el sexenio. Lo veremos pronto. Todo se acelera.