Nuestros altos mandos militares saben de guerras, de seguridad interna y de ayuda en desastres naturales pero también conocen de política. Lo demostró el general Carlos Gaytán Ochoa con su discurso en un desayuno el 22 de octubre frente a los mandos del Ejército y la Fuerza Aérea.

Sus palabras trascienden porque son una denuncia, un gran lamento sobre la política y la estrategia de la nueva administración. El texto no tiene desperdicio y se refiere a la “situación actual”.

Como todo en la milicia castrense, Gaytán habla “con permiso” de su superior. Jamás podría alguien imaginarlo de otra forma. Un general no se brinca las trancas porque la disciplina es su forma de vida.

Esto implica que Luis Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, le otorgó el tiempo y el espacio frente a sus colegas para expresarse. También quiere decir que el General Secretario estuvo de acuerdo con el texto. Jamás se pensaría que Gaytán no lo presentó para su revisión a la superioridad y por tanto se convierte en portavoz del Ejército y la Fuerza Aérea, ofendidos y sobajados por las órdenes de poner la otra mejilla frente a los enemigos internos de la nación, “los halcones”, como les llama Gaytán.

El mensaje va a la nación y al Presidente de la República. Sandoval no podría decirlo porque sería una rebelión directa a quien le dio el nombramiento. Pero como buen líder, tiene que transmitir la “preocupación por el México de hoy”. Por “sentirse agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”.

Lo que ya se hablaba entre muros militares sale al aire y se convierte en el primer contrapeso serio a los desvaríos y equivocaciones de la nueva administración frente a los problemas de la unidad nacional y por tanto la seguridad interna.

El General afirma que sus valores sólidos bajo los cuales fueron formados “chocan con las formas con que hoy se conduce el país”. Luego lanza la frase más dura que hayamos escuchado de un militar de alto rango en nuestra memoria:

“Pero estoy convencido que es mi deber, irrenunciable, mantener invariables los principios de honor, valor y lealtad para con el pueblo de México, ¡si!, para con el pueblo de México”.

Aquí ya no hubo lealtad al Comandante Supremo, al Gobierno o a otra entidad. El jefe supremo es el pueblo de México.

La segunda frase más fuerte:

¿Quién aquí duda que el alto mando, enfrenta, desde lo institucional, a un grupo de “halcones” que podrían llevar a México al caos y a un verdadero estado fallido?”.

La respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador fue acusar a Gaytán porque habiendo sido Subsecretario de la Defensa en el Gobierno de Felipe Calderón, apostaba por la guerra.

Si el líder no escucha a la institución con mayor prestigio del país, si permite que esos “halcones” lleven a México al caos, podría perder el apoyo incondicional del Ejército. No se le puede pedir a un soldado que resista insultos, vejaciones y derrotas inéditas como la de Culiacán.

El agravio y la ofensa son reales y públicos. Gaytán tuvo permiso de expresarlo.

Son las primeras palabras institucionales de discrepancia con la estrategia presidencial, después de la renuncia a Hacienda de Carlos Urzúa. La razón también tiene portavoces.

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