El gobernador de Guanajuato podrá tener muchos enemigos pero no podrá ser enemigo de nadie”.
José Aguilar y Maya
Siempre que un gobernante tiene y acepta enemigos o adversarios, se equivoca. La sabiduría de José Aguilar y Maya al imprimir esa idea a la entrada del Palacio de Gobierno en Guanajuato, sigue vigente y trasciende los años.
Los buenos gobernantes son quienes se empeñan por todos y reconocen como enemigos reales a sus propias limitaciones. No recuerdo al último gran líder norteamericano, Barack Obama, hacer campaña desde la presidencia en contra de sus detractores. Su único error fue jugarle una broma pesada a Donald Trump. Las consecuencias las conocemos.
Tampoco recuerdo al mejor presidente que ha tenido México en los últimos años, Ernesto Zedillo, arremetiendo en 1995 contra el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador por oponerse al salvamento de la banca y los ahorradores con Fobaproa.
La máxima sabiduría histórica fue de Abraham Lincoln, quien para llevar adelante su lucha abolicionista, hizo equipo con sus adversarios políticos para que le ayudaran a la liberación de los esclavos.
Imagine la sabiduría que tendría López Obrador si pidiera ayuda a José Antonio Meade para sacar la economía nacional del declive en que se encuentra. Aunque parezca una locura, los grandes estadistas se valieron de la fuerza de sus seguidores, pero también sumaron la de sus oponentes.
Un presidente de la República no puede reconocer enemigos en los ciudadanos que no piensen como él o con quienes haya tenido conflictos anteriores. Una y otra vez, desde la mañanera, nuestro presidente arremete contra Felipe Calderón, contra el general Gaytán, contra Juan Carlos Romero Hicks, su principal opositor, o contra Aurelio Nuño, ex secretario de Educación.
Los únicos enemigos a combatir son quienes delinquen y de esos se encarga la Fiscalía General de la República, la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas.
La tarea del Presidente, en beneficio de todos y principalmente de los pobres, es unir a México en una causa común, en un proyecto que involucre a todos. El país necesita el esfuerzo de todos, la ilusión de todos, los sueños de todos.
Por eso desmoraliza escuchar y ver a diario la interpretación de la realidad en dos partes, los buenos que están con el Presidente y los malos, agrupados todos en la palabra “conservadores”.
Para el gobernante no deben existir dos bandos de “ellos y nosotros”. Solamente nosotros los mexicanos.
Si los asesores de comunicación le dicen a López Obrador que es bueno marcar divisiones, defender a toda costa la postura gubernamental ante sus detractores, equivocan la estrategia y pierden la oportunidad de sumar a la mitad de la población.
Insisto en que la mañanera es un exceso que ya cobra un desgaste prematuro en la nueva Administración. Es inimaginable que en el segundo año siga ese modelo de trabajo presidencial. En el cuarto año sería una locura.
Comunicar poco es aislarse, pero hacerlo diario y a todas horas tiene el riesgo de generar más ruido que mensajes claros. Cuando los enemigos son señalados desde esa tribuna mañanera en forma directa se pueden cometer muchas injusticias y calumnias, ya sea que se critique directamente a Claudio X. González, a Juan Carlos Romero o al propio ex presidente Calderón y su familia. El tiempo de restar quedó atrás. La suma debe ser la prioridad.