Históricamente, desde la izquierda hemos rechazado siempre el uso de la violencia para contener el descontento social; están documentadas estas ideas desde ser oposición y sufrir la fuerza del gobierno. Hoy, que el gobierno de Moreno -declarado como de izquierda-, evita el uso de la fuerza del Estado contra el narcotráfico y dirige su furia a los periodistas, es cuando más se han disparado las estadísticas de la industria de la muerte. Cifras récord sublimadas por la crisis de Culiacán y ahora con la masacre a la familia LeBaron. Todo, resumido en la frase del Presidente AMLO: “abrazos, no balazos”, que refleja su rechazo a usar la fuerza del Estado contra el narcoterror.
Hace 3 años vi la película “Encender el corazón” (www.encenderelcorazon.com) producida por Inlakech & The Ethial Humanitarian Foundation. El guión, parte de una perspectiva de las clases sociales medias y altas, que buscan desde el humanismo, explicar y contener el fenómeno de la delincuencia. Se presenta la historia del secuestro y asesinato contra la familia LeBarón, originaria del estado de Chihuahua, comunidad mormona que ha logrado extraer de la tierra sus frutos y formar una aldea próspera.
Tiene escenas reales y muy duras del sufrimiento de las víctimas de la industria del secuestro y trata de encontrar en el rompimiento del tejido social, el origen de la violencia, aunque al basarse la propuesta de remediación, en un teórico norteamericano, éste elude la causa raíz: el sistema económico y más bien propone el cambio de actitud en todos los niveles sociales, incluyendo a las víctimas y a los victimarios. La historia toca, eso sí, los elementos más claros de la descomposición y envilecimiento de las personas que viven de la muerte y el sufrimiento de otros seres humanos. Presenta el cinismo y pérdida del sentido humano de los secuestradores, aunque deja ver que tienen historias relacionadas con la afrenta del rico con el pobre. El punto de partida es que no existe ni debe existir la lucha de clases; que hay buenos y malos en todas las clases sociales; que el asunto es tener el carácter para provocar los cambios, y formar grupos y corrientes de cambio de actitud, hasta que se haga difícil delinquir.
Como decía, el guión está basado en la historia de los LeBarón y cómo habían podido ellos superar la violencia del narcotráfico, describiendo los aciertos y los errores que inician con el secuestro de uno de ellos pasando por la muerte de un miembro del clan y concluyendo en la lucha de los sobrevivientes para vivir en paz. Basado en esta evidencia, se muestran las estrategias con las que podemos contener al crimen organizado: la comunicación y organización vecinal, la valentía para evitar la indolencia. La denuncia ciudadana, la solidaridad ante hechos y la formación en valores desde la familia.
En México se han multiplicado iniciativas, sobre todo en los niveles vecinales, áreas de trabajo, escuelas e iglesias, para reconstruir el tejido social. Todo, para provocar un cambio de actitud donde se deje la indolencia y se pase a la acción; en donde la sociedad en su conjunto accione como uno solo. La estrategia de LeBarón fue evitar el secuestro al no pagar rescates e incrementar la movilización social; esto es, la negación de aceptar las condiciones del delincuente que extorsiona y amedrenta.
En México el tejido social se ha roto. La brecha entre ricos y pobres es enorme. El narcotráfico y los criminales son la expresión más clara de la descomposición social y muchos sectores piden que ya por fin, el presidente AMLO, pase a “los balazos, y no a los abrazos”. Él insiste que es la hora de atender el problema desde la raíz: creando oportunidades a los más pobres; en ser solidario con los demás a través de proyectos que crean un mejor mañana y en cambiar nuestra actitud para actuar activamente. Solo que esto lleva años, una vida. Y lo que sucede de pronto, es que el Estado mexicano requiere reacciones claras frente al crimen organizado. Las sociedades más prósperas en la historia de la humanidad han sido aquellas que respetan la ley, cueste lo que cueste. La permisividad, la tolerancia, la inacción, que tiene el presidente AMLO frente a los malosos, es ya escandalosa. Parece que “ya la tomaron la medida” sabiendo que no habrá reacción del parte del gobierno.
Al presidente AMLO le corresponde responder como lo obliga la ley y a nosotros como sociedad, a reconstruir el tejido social. Tenemos que sumar a más; compartir lo que tenemos; sentirnos responsables de que otros sufran; hacernos solidarios con los grupos en los que participamos; sumar esfuerzos y voluntades.No bastan los abrazos cuando la sociedad solo recibe balazos.
*Director de la Universidad Meridiano