Mientras en México discutimos temas ideológicos que ya debieron estar superados, en todo el mundo hay cambios vertiginosos. Basta leer algunos periódicos de otros países para comprender la dimensión de las transformaciones que vienen y cómo quedaremos fuera si no hay crecimiento.
El periódico China Daily, principal portavoz del Gobierno de Xi Jinping, aparte de establecer la línea política del Partido Comunista (que no es comunista) y de su peculiar sistema capitalista, publica notas interesantes sobre las aspiraciones de las diferentes regiones.
Hace 15 años en Shanghái se inauguró un tren de levitación magnética llamado Maglev. Construido con tecnología alemana, conecta al aeropuerto de la ciudad con la zona urbana. Los viajeros podían ver el velocímetro llegar a 431 kilómetros por hora en algunas corridas. El tren construido por Siemens representaba la aspiración de China en convertirse en un país con tecnología de punta.
Al paso de los años China construyó y sigue fabricando líneas de tren bala que unen a ciudades a 300 kilómetros por hora. El tren de Shanghái a Beijing es tan rápido y moderno como el “bala” japonés Shinkansen.
El China Daily reporta el proyecto de construir un tren que iría de Chongqing a Chengdu. Con levitación magnética (no hay fricción entre ruedas y rieles) pretenden que llegue a 800 kilómetros de velocidad, tan rápido como un jet. El tren actual va a 350 kilómetros entre las dos ciudades y hace el recorrido en una hora 15 minutos. El nuevo tren cubriría los 269 kilómetros en 30 minutos.
El precio de ese tren puede ser increíblemente caro y tal vez no sea indispensable si ya tienen un tren bala. El asunto es que China está invirtiendo buena parte de su ahorro en investigación y desarrollo. Quieren ser los primeros en todo.
Como en la nueva tecnología de telecomunicaciones deslumbrante del 5G. Huawei abre la puerta a velocidades de varios gigabytes por segundo. Transformar el 4G a 5G requiere poblar con más antenas celulares con esa tecnología. En China ya se vende el servicio por unos 18 dólares mensuales en algunas zonas de Shanghái.
En países pequeños como Israel hay una fiebre tecnológica con más de 8 mil “startups” y sus científicos investigan para tener liderazgo en riego agrícola o desarrollo aeronáutico, por ejemplo. En Australia, la minería produce riqueza con muy alta productividad. Ahora ensayan con camiones robot de transporte de materiales. Sin conductor, aumentan la precisión y la productividad de las operaciones en un 25%.
El metro de Dubái opera sin conductores en forma totalmente automatizada y hace dos días recibió con la residencia permanente a 2,500 extranjeros, entre investigadores científicos, doctores en medicina, maestros de doctorado e inversionistas. La lucha por obtener talento dará una ventaja competitiva a los países que den valor a la ciencia y a la tecnología, a la inversión en capital humano.
Aquí ya sabemos la desgracia del desmantelamiento de instituciones de investigación como el Conacyt. El problema para México no es sólo la urgencia de conseguir talento sino cómo frenar su huida a otros países. Educar a un científico cuesta una fortuna para luego limitar incluso su participación en congresos mundiales, donde se abreva la punta del conocimiento. La maravilla de las universidades públicas de nuestro país y su participación en la movilidad social sería el punto de arranque para cualquier transformación. Ya veremos su presupuesto en los próximos días.