No se puede perder de vista que el Estado no sólo es el garante de los derechos humanos, sino también puede ser el violador de los mismos.
Por lo tanto, cuando hablamos de violaciones a los derechos humanos nos referimos a acciones u omisiones del Estado que vulneran los derechos esenciales de las personas.
Siglos han pasado desde que Fray Bartolomé de las Casas, llamado Protector de los indios, luchara contra los esclavistas y la explotación indígena.
Por su intercesión consiguió que el emperador Carlos V prohibiera esclavizar a los indígenas llegando incluso a excomulgar a varios encomenderos que no acataban las leyes.
El emperador obró con justicia ante la denuncia, pero ¿qué hubiera pasado si este hombre poderoso no tuviera esos valores humanos y justos y hubiera permanecido indiferente?
Hoy en día el país no puede depender del capricho y valores de una persona.
El Estado cumple un papel fundamental en el goce de los derechos humanos porque las autoridades deben, además de reconocerlos, ponerlos en práctica dentro de la sociedad para que la ciudadanía pueda desarrollarse en un ambiente de paz y bienestar.
Así, ante detenciones arbitrarias, omisión o atención deficiente en un servicio, abuso de poder, inadecuada procuración de justicia y cualquier falta que cometa alguna autoridad o servidor público, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y las Comisiones o Procuradurías de cada Estado de la República, tienen la responsabilidad de promover y proteger los derechos humanos en México ante los abusos cometidos por funcionarios públicos o por el Estado mismo.
Rosario Piedra Ibarra, como nueva titular de la CNDH, tomó protesta de su nuevo cargo en medio de un zafarrancho vergonzoso.
Los inconformes con el nombramiento pedían se repusiera el proceso de elección, ya que la validez del procedimiento era dudoso y poco transparente.
Desde el inicio no hubo respeto por el debido proceso y la arbitrariedad y hasta la fuerza física aniquiló a quienes protestaban, favoreciendo así a Rosario Ibarra ignorando las protestas.
Lo más penoso fue que el Presidente de México denostara el trabajo de la CNDH que desde 1992 trabaja con personalidad jurídica propia, argumentando que ahora con Piedra Ibarra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ésta dejará de ser “un organismo alcahuete del régimen”.
En su conferencia de prensa matutina, AMLO dijo: “Que no le gusta a los del PAN, volvemos a lo mismo.
Ellos quisieran que continuaran los que han estado en la CNDH, que se han dedicado a solapar violaciones de derechos humanos (…), que siguiera convertida en un florero, que estuviese nomás de adorno para simular con la hipocresía que les caracteriza”.
Así también declaró que “en el periodo neoliberal” se crearon organismos “costosísimos” que no sirvieron.
Como ejemplo citó a la CNDH de la cual dijo que “nunca vio nada sobre las violaciones graves de los derechos humanos”.
La ligereza con la que habla el Presidente generalizando, sin mencionar datos y sin denunciar situaciones específicas lastiman y pretenden desprestigiar a instituciones como ésta.
La CNDH cuenta con la facultad de solicitar al Congreso la comparecencia de aquellos titulares de las autoridades responsables que se nieguen a aceptar o cumplir con las recomendaciones que emita este organismo nacional.
Lo anterior otorga mayor fuerza para que se creen los mecanismos que permitan una eficiente lucha contra la impunidad y por el respeto de los derechos humanos en el territorio nacional.
Entre las atribuciones que la CNDH tiene para proteger y defender los derechos humanos, destaca la de emitir recomendaciones a las autoridades responsables.
Siendo Rosario Piedra una morenista incondicional del Presidente, cabe la posibilidad que pueda solapar acciones como sucedió con el ex presidente de Bolivia, Evo Morales, cuando se quiso reelegir indefinidamente alegando que era un “derecho humano”.