Andrés Manuel López Obrador tiene exactamente donde quería a Diego Sinhué: contra la pared y acogotado.
Pronto empezará la exhibición de un gobierno estadual oxidado, gobernado por una secta burocrática, imposibilitado para transformarse y cambiar, a fin de enfrentar una nueva realidad.
A ello habrá que añadir los datos que la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la SHCP posee sobre exfuncionarios guanajuatenses desleales, alistándose para ponerlos en la picota en cuanto sea oportuno.
Poco a poco, nuestro inexperto gobernante estatal va entrando, candorosamente, a la trampa tendida desde el centro a los gobernadores de oposición: el recorte presupuestal.
Habrá menos dinero para obras y apoyos a programas sociales en los estados, en tanto se engordan fabulosamente las bolsas presupuestales de la Federación.
Para 2021 el reparto de dinero, ya no de dádivas en especie, va a estar canijo. Las masas beneficiadas deberán votar por su benefactor, si desean continuar recibiendo el efectivo, que a su vez sirve para condicionar el voto.
Entre tanto, los menos sagaces opositores, como parece ser el caso del gobernador de Guanajuato y del torpe alcalde de la capital del estado, se preparan para aumentar los impuestos, a fin de mantener una maquinaria añeja, poco eficiente, pero que sirve para sostener un aparato electoral desde el gobierno, que le ha permitido a lo que queda del PAN, ganar las últimas elecciones.
Acción Nacional se ha transformado. Ya no es un partido político alineado a una ideología y propietario de animosas recetas para transformar a nuestro país en una democracia funcional.
Hoy no es eso. Está degradado y destruido, salvo quizás en León, donde todavía quedan resquicios de operación política, basados en la ideología propuesta por Gómez Morín y González Luna.
Ahora en casi todo el estado, el PAN es una franquicia asignada a los que han podido pagar por ella, sosteniendo campañas políticas costosísimas, dedicadas a la compra y manipuleo de votos y al mantenimiento de oligarquías locales.
Y allí van mansitos, transitando apacibles hacia el despeñadero. Como ballenas rumbo a la playa, condenadas a quedar varadas y sucumbir.
En su mente, el reflejo de peligro está aturdido por la corrupción campeante en las administraciones municipales y en los lastres por desvíos de pasados gobiernos estatales.
Quieren pervivir sin recurrir a un cambio radical. No entienden que la ciudadanía está harta de corruptelas organizadas desde los ayuntamientos, y de las transas, mecanizadas mediante moches, que son indetectables a las auditorías, pero sí pueden ser documentadas por sus enemigos, desde la temida UIF del Gobierno federal.
El ejecutivo estatal es incapaz de atreverse a solicitar un sacrificio político a sus funcionarios y empleados, para moderar los sueldos.
Que se caiga el cielo antes que aceptar bajar sus salarios. También se insiste en mantener plazas, aunque sean excesivas e innecesarias.
Hay más personal que el requerido, motivado por el pago de apoyos políticos. Tienen que mantener contentos a sus “operadores políticos”.
Estas circunstancias conforman la naturaleza de un gobierno del estado asimilable a un paquidermo, lento, pachorrudo e ineficaz.
En la lejanía quedaron las épocas de una organización comprometida con los ideales, dispuesta a dar y sacrificarse en aras de la consecución de nobles objetivos.
Hoy todo es ganar y obtener rentas del presupuesto público, incluso condenándose colectivamente a morir despeñados, antes que arriesgarse a variar radicalmente la conducción política y bajarse los sueldos, para así poder pedirle a la ciudadanía sacrificios fiscales.
Ese es el drama de un Gobierno que no aprende de la experiencia en Baja California, en donde se sostuvo, contra viento y marea, la administración del corruptísimo Kiko Vega.
Creían que nada cambiaría, que todo seguiría igual. El panismo acabó penosamente derrotado. Perdieron todo.
Ahora, Diego y Navarro deciden apuntar contra los ciudadanos. Les exigirán más impuestos, para sostener administraciones ineficientes y que muestran claros signos de corrupción.
¡Imagínense! Todo esto sucederá en tanto el irresponsable Gobierno federal de AMLO le regala dinero a la gente.
¿Quieren saber quién ganará las elecciones? ¿De verdad no alcanzan a atisbar la trampa que les están tendiendo?
El alcalde de Guanajuato intentará mordisquear a los ciudadanos manipulando el impuesto predial, estableciendo altos valores de referencia a la tierra y revaluando estrepitosamente los predios para así aumentar la recaudación.
Sólo falta que también se aventure a incrementar la tasa. Y todo porque añora sostener sus sueños constructivos, que le permiten negociar sobreprecios.
Aparentemente Diego ha escogido la misma senda. Al enojo por la incontrolable violencia, originado todo en el empeño en mantener al mismo Procurador ineficaz, ahora retará la furia ciudadana, que desatará el incremento de la presión fiscal.
¿Qué tal si condicionamos los aumentos a la baja substancial del crimen y la violencia? Sería lo justo.
Con una ingenuidad pasmosa están conformando el espacio ideal para ser derrotados por la cuatroté.
Observen la ecuación política: un gobierno estatal que presiona y fustiga a los ciudadanos con altos impuestos, frente a un López Obrador, generoso (con los fondos públicos, claro) y dadivoso, que reparte dinero a manos llenas. Es obvio el resultado.
En tanto, indolente, el Titanic azul mantiene el rumbo frente al iceberg, se resiste a cambiar su ruta suicida. Se van a hundir.