A 24 años de la Conferencia Mundial de las Mujeres de Naciones Unidas en Beijing (1995) y de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (1993) el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se sigue haciendo patente la violencia que se ejerce sobre las mujeres en todo el mundo y se reclaman políticas para su erradicación.
La violencia de género no es sólo una causa de desigualdad, es también consecuencia de ella. En muchos lugares, existen leyes discriminatorias y normas sociales excluyentes que privan a las mujeres de independencia y les restan oportunidades en el ámbito de la educación e ingresos. Es común que la violencia de género se asocie a cambios en las relaciones de poder dentro de los hogares y las comunidades, especialmente cuando hay un resentimiento o resistencia porque no cumplen con las labores convencionales que tradicionalmente han sido asignadas a mujeres. Es decir que si no está lista la comida, la ropa no está limpia, saliste sin permiso& puede venir un reclamo y hasta golpes o más.
A veces escucho comentarios insensibles que desconocen la situación de las mujeres y entre bromas y burlas piden un Instituto de Hombres equiparable al de las Mujeres y se quejan de las cuotas de género o acciones afirmativas implementadas para esta mitad de la población que ha sufrido discriminación.
ONU Mujeres expone con claridad la necesidad de un empoderamiento económico: «En comparación con los varones, las mujeres están muy rezagadas en el acceso a la tierra, el crédito y el empleo decente. Siguen sufriendo de manera desproporcionada la pobreza, la discriminación y la explotación. La discriminación de género implica que a menudo las mujeres acaban desempeñando trabajos no seguros y mal pagados, y siguen siendo una pequeña minoría en puestos directivos. Es necesario derribar las múltiples barreras que impiden a las mujeres aprovechar las oportunidades económicas. Fomentar el empoderamiento económico de las mujeres contribuye directamente a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo»
Para la erradicación de la violencia de género deben enfrentarse varios obstáculos; Uno de ellos es la “normalización” de la violencia. Debido a nuestra cultura y educación vemos normal y natural que las mujeres no tengan el mismo valor y derechos que los hombres. Esto es palpable en ambientes laborales y, lo que es peor, en el mismo hogar, donde los hijos gozan de mayores privilegios y concesiones que las hijas. Naturalizar la violencia impide ver su impacto generando una impunidad social en la que se justifica al agresor y se perpetúa la violencia. Es preciso hacer una revisión del modelo educativo, del que se vive en casa, del que se imparte en la escuela, del que se presenta en la sociedad, del que fomentan los medios de comunicación para romper con esa naturalización.
Un paso a la igualdad es que las niñas y las jóvenes sean capaces de darse cuenta si están ocupando un papel pasivo y resignado al aceptar la violencia como natural y un papel subordinado en la sociedad para que sean capaces de transformarse logrando un desarrollo libre y pleno.
Existe una gran correlación entre la falta de ingresos económicos de las mujeres con el tolerar la violencia en sus hogares. Las mujeres deben creer que son capaces de salir adelante y de valorar su autonomía. “Cuando las mujeres tienen poder, mejoran inmensamente las vidas de todos los que están a su alrededor”, dijo el joven Príncipe Enrique de Inglaterra.