La redacción de una columna o cualquier ensayo corto surge de una idea previa, concebida durante un instante o meditada durante horas. Pero al escribir brotan nuevas ideas que se deben conciliar con la original.

El miércoles, mientras analizaba los datos de cero crecimiento en el país y trataba de entender la lógica de los grandes empresarios nacionales presentando proyectos de un billón de pesos ante el presidente López Obrador, se me ocurrió que faltaba algo fundamental.

Carlos Slim ha estado cerca de AMLO desde el principio, sin importar el viento o las mareas, sin chistar, a pesar de ser uno de los grandes constructores y apostadores del NAIM. Cerca, pero no subordinado, a pesar de la opinión de empresarios radicales quienes lo acusan de entreguista. Sabemos dos cosas del ingeniero Slim: es inmensamente exitoso e inteligente.

La postura de los empresarios quedó clarísima: si no invertimos, México se hunde; si no invertimos, perderemos el modelo económico que nos hace distintos a Venezuela, Cuba e incluso a Argentina. Si no invertimos, el sufrimiento por el desempleo, la escasez de recursos públicos y los conflictos sociales serían letales para el futuro de las nuevas generaciones.

Hay quienes quieren tomar la postura de los argentinos, cuyo deporte nacional no es el futbol sino el envío de dólares al extranjero. Asustados por Venezuela, muchos empresarios piensan en “salvar” su patrimonio exportándolo. Sacan dinero pero dejan aquí lo más valioso de la vida que es la familia. Una contradicción. En Venezuela el uno o dos por ciento salieron con recursos para vivir fuera. El éxodo restante no tuvo alternativa.

Si en México se invierte, se crea una dinámica de confianza en nosotros mismos, se produce un círculo virtuoso. En eso tienen razón los grandes empresarios. Pero falta inclusión y liderazgo para hacer un llamado nacional y sumar a todos a pesar de lo absurdo que parezca a quienes están molestos por la parálisis y la política adversa de un gobierno incompetente de izquierda.

Una Alianza Por México con el registro pormenorizado de cada empresario que quiere invertir, que va a invertir, le daría una fuerza fenomenal al hoy despreciado oficio de emprender.

Además sería un manifiesto político que podría aglutinar a todos quienes no están de acuerdo con la estatización de la economía. Por qué no decirlo, podría ser el semillero de una oposición leal y propositiva.

La nueva Administración tendrá mucha tarea conciliando las contradicciones surgidas del propio ejercicio de gobernar. Ocupado estará en tratar de resolver la violencia creciente y la amenaza constante de la delincuencia organizada. Las políticas sociales, aunque costosas e improductivas, permiten un margen de maniobra mientras retomamos el crecimiento económico.

Arturo Herrera, secretario de Hacienda y economista que sí sabe, será el mejor consejero de AMLO cuando lo convenza de que las empresas de México son los socios necesarios para cumplir los proyectos de la nueva Administración.

Hay una sensación de lejanía de la mayoría de las empresas medianas y pequeñas respecto a esa cúpula empresarial que se acerca al poder y propone inversiones. Un billón de pesos es una parte pequeña de lo necesario para crecer, no al uno por ciento, sino al 4 o 5 mínimo para dar empleo y bienestar a la mayoría de la población.

Una Alianza Por México se puede construir con unos cuantos líderes interesados en preservar el futuro capitalista del país. Capitalismo y socialismo no son mutuamente excluyentes, sino complementos. Los países desarrollados son los que adoptan las virtudes de ambos modelos y no polarizan. Seguiremos aproximándonos más a la metodología posible para esa alianza.

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