Vamos a serenar el país. Vamos a garantizar la paz y la tranquilidad. Tenemos experiencia, ya lo hicimos cuando goberné la Ciudad de México”, repetía el candidato López Obrador en todas plazas, en todos los foros en todos los rincones.

Hoy, su primer año como Presidente es el año de la muerte. El año más violento en la historia moderna de México. En solo diez meses se registraron 28,741 homicidios: tres mil más que en el mismo periodo de 2018.

A un mes de su llegada del poder, el 3 de enero de 2019, fresca aún la ebriedad de su triunfo avasallante, el presidente López Obrador mostró una gráfica, durante su conferencia mañanera. Dijo que desde el ocho de diciembre siete días después de la toma de posesión, los homicidios en México habían comenzado a mostrar una “tendencia marginal a la baja”.

Dijo que había recibido el país con 80 homicidios diarios y que en solo 33 días, los homicidios habían bajado a 73. “Va a haber paz y tranquilidad de nuevo”, repetía.

El triunfo anunciado durante aquella “mañanera” se desvaneció rápidamente, para desgracia de todos, en medio del estruendo de las balas. Ese mes se registraron en el país 30 masacres, cada cual más pavorosa que la otra.

E1 13 de enero en el municipio de Miguel Alemán, en Tamaulipas, policías del estado y militares hallaron una escena escalofriante. Camionetas incendiadas, 25 cuerpos calcinados o semicalcinados, muchos de ellos con la cara horriblemente mutilada por las ráfagas y con la ropa convertida en hilachos carbonizados. Era la bienvenida que el crimen organizado le daba al año, y al Gobierno que cantaba victoria por anticipado.

El día 28, antes de que terminara aquel mes, en otra masacre ocurrida en Chilapa, Guerrero, 12 miembros de una familia fueron barridos con armas largas. La violencia comenzó a romper récords siniestros. El primer trimestre del año, entre enero y marzo, se contabilizaron 8,493 homicidios dolosos: casi un 10% más que los ocurridos en el mismo periodo de 2018.

El presidente López Obrador aseguró que, según sus datos, los homicidios no habían aumentado, pidió seis meses para que la promesa de serenar a México se cumpliera, y prometió: “Vamos a cubrir todo el territorio, los ciudadanos van a estar protegidos”.

Al mes siguiente ocurrió el intercambio con el periodista Jorge Ramos, quien con datos oficiales interrogó al Mandatario sobre el repunte de la violencia: sobre esos 8,493 asesinatos que arrojaba el conteo del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, y que representaban un crecimiento del 4% con respecto al año anterior.

AMLO negó esas cifras. “Se ha controlado la situación”, aseguró. Según sus indicadores “se está revirtiendo la tendencia al alza” y repitió que el promedio había bajado: “las estadísticas de asesinatos van a la baja”.

El Presidente ya no lucía tan confiado como cuando anunció el primer “descenso” en los homicidios. En todo caso, la realidad le volvió a enseñar, nos volvió a enseñar, sus colmillos sangrantes: un comando ingresó en un salón de Minatitlán, Veracruz, en el que una mujer celebraba su cumpleaños, y masacró a 13 personas, incluido un bebé (en ese mismo estado, semanas más tarde, un grupo de sicarios le prendió fuego al bar Caballo Blanco, de Coatzacoalcos, y cerró la puerta para impedir que la gente escapara: 31 personas perdieron la vida entre las llamas).

A la mitad del año llegó el que hasta entonces fue el mes más sangriento desde el inicio del nuevo gobierno: 2,560 homicidios. La tasa se ubicó en 22 por cada 100 mil habitantes. El primer semestre de 2019 cerró con un total de 17,082 asesinatos.

Pronto se estableció un nuevo récord de violencia homicida: 3 mil 54 casos en agosto: más de 100 asesinatos por día.

A partir de ese instante, todo se acentuó. En octubre, el secretario Alfonso Durazo arguyó que se había alcanzado un punto de inflexión en la violencia, que de diciembre a la fecha había una reducción de 0.4%. También está fresco lo que pasó: esa misma mañana 13 policías fueron emboscados en Michoacán, y antes de 48 horas había sucedido otra masacre en Tepochica, Guerrero.

Vino también el “culiacanazo” como demostración de que ciudades completas están en poder del narco: al terminar noviembre, la cifra de muertos sobrepasaba 32 mil. No culminaba el mes y ya había que sumar los 21 muertos de Villa Unión, Coahuila.

Cerró el año de la muerte. Pero en el AMLOFest no hubo autocrítica. Como va siendo costumbre, solo cupieron los elogios.

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