Hace una semana, en una reunión con los miembros del Club Rotario, la charla obligada fue sobre las dos preguntas que todos nos hacemos. ¿Qué va a pasar y cómo podemos evitar el desastre anunciado?
No hay reunión social o familiar en la que no salga el tema. Vivimos preocupados por la criminalidad creciente, por el freno de los negocios y la economía. Tememos un desenlace trágico como sucedió al final de los sexenios populistas en 1976 y 1982.
El problema es serio. Hay empresarios que desean vender propiedades para resguardar su patrimonio en monedas fuertes. Los vendedores de la banca internacional huelen la oportunidad y se aprestan a dar el “servicio” de convertir ahorros en México a cuentas en el extranjero.
Sí, en México hay problemas. Pero también los hay en Guanajuato y en ciudades como Celaya, donde los ciudadanos viven una crisis inédita desde la batalla en la que el general Obregón perdió su brazo.
A un distinguido panista ex alcalde de León le pregunté: ¿Qué hacen ustedes por su partido, envuelto en la mediocridad, dominado por la secta radical del Yunque? ¿Por qué el PAN no dice ni pío ante la época más violenta y trágica de nuestra historia reciente?
Aún no me queda claro si la marcha del domingo fue de participación ciudadana únicamente. Porque si fuera así, el reclamo debería ser para todos: presidentes, gobernadores y alcaldes. También contra el Poder Judicial y la rotación permanente de esa puerta giratoria que libera a criminales por una coma faltante en el expediente. ¿Qué decir de los legisladores y su mundo fantástico de poco empeño y mucha remuneración?
Luego los organizadores de la marcha dieron el micrófono a personas de un viejo fanatismo político y religioso fuera de todo lugar. Una señora gritaba que el presidente Andrés Manuel López Obrador había entregado el país al diablo en sus ceremonias autóctonas. Luego empezó a pedir plegarias.
El empeño de miles se desfiguró en algo que no tiene sentido pues marca a León y a Guanajuato como una entidad retrógrada, ultra conservadora que todavía cree en un gobierno masónico todopoderoso y en un México en manos del diablo.
El domingo que se celebraba la marcha, la cuenta de crímenes llegaba a más de 360 en el mes de noviembre en nuestro estado. Una tragedia humana más horrenda que todos los demonios. Una locura. Una cuenta demencial.
Si el PAN tuviera vida independiente verdadera, si fuera una institución democrática con elecciones primarias internas, con participación de sus miles de adherentes, su fortaleza haría que las cosas cambiaran.
Por qué no decirlo, el PAN se comportó en los últimos años como un remedo del PRI antiguo, con la corrupción impune de dos de sus últimos gobernantes e incluso de alcaldes de la oposición.
Del PRI podemos decir que ya no existe después de varias campañas donde conquistó buena parte de la votación. El PRD puede buscarse en la oficina de personas desaparecidas y qué decir del Verde, absorbido ya por la maquinaría de Morena.
Se quejan los panistas del Presidente de la República. “Es el Gobierno de un hombre, toma para él todas las funciones, todo el poder”. Miremos hacia adentro y seamos honestos. ¿No pasa lo mismo en Guanajuato? Juan Manuel Oliva, Miguel Márquez y ahora Diego Sinhue Rodríguez también controlaron y dominan las instituciones, con el PAN como apéndice electoral.