En momentos críticos es muy peligroso presumir lo andado, pero también hay que ser más benigno con el timonel del barco, pero cuando los espectadores exteriores coinciden en los peligros que afronta la nave, es más prudente hacerles caso.
Vivimos momentos de tormenta en Guanajuato: la 4T, el incremento de la inseguridad (primer lugar nacional en homicidios), la incertidumbre respecto al T-MEC, hacen que sean perfectamente entendibles no haber alcanzado las metas de empleo y de crecimiento en el Estado (26 mil empleos y crecimiento casi negativo). Quizá lo bueno de ello es que permita revisar la brújula de si hay otros motivos por los que la economía no crece, por un modelo económico incompleto, en especial, quizá por un modelo social incompleto, como nos dicen los observadores de afuera.
La organización México ¿Cómo vamos?, situó a Guanajuato en un nivel 20 de 32, peor que el promedio, en mejora de la competitividad, seguridad e índices sociales. No es extraño, entonces, que los índices de otra ONG bastante confiables, como México Evalúa y el Instituto Mexicano para la Competitividad nos coloquen ya, desde hace varios años, en índices similares: calidad educativa, calidad de nuestra ciencia y tecnología -que de acuerdo a índices de la Secretaría de Economía no nos permite superar el número 20 nacional, nuestra baja productividad -que además va hacia la baja- y escasa innovación, especialmente en nuevos sectores y sobre todo, en la muy baja inclusión social de nuestro Estado. ¿Qué estará sucediendo, si junto a estas señales, vivimos en un Estado donde hubo 900 millones de dólares en inversión extranjera el año pasado a pesar de todo, con exportaciones aproximadas anuales que alcanzan la cifra de 24 mil millones de exportaciones (aunque este año han bajado cerca de un 2%, tenemos 53% de la economía informal, índices de pobreza moderada cercanos al 50% y todavía índices de calidad del talento humano de baja calidad y un analfabetismo del 5%)? ¿Serán fenómenos relacionados?
Si seguimos los modelos tradicionales de medición de la economía neoclásicos, que parece que son los que siguen algunos dirigentes y líderes empresarios, el problema de la falta de buenos índices sociales, de igualdad (los empresarios ganan 53 pesos por cada peso pagado a un obrero en el Bajío) y de falta de competitividad humana no son preocupantes. Hay que aumentar el crecimiento económico, y por goteo, lo demás, la riqueza y la eliminación de la pobreza, nos vendrán por añadidura. Tal parece que estos organismos nos indican que algo está fallando, y permítasenos apoyarnos en ellos, para citar a dos Premios Nobel en Economía, Joseph Stiglitz y Amartya Sen, estudiosos del fenómeno de la desigualdad económica, para explicarnos parte de las causas de las fallas.
La desigualdad económica es una de las causas que impiden el crecimiento económico. En La brecha de la desigualdad, Joseph Stiglitz muestra que la desigualdad en Estados Unidos y la riqueza concentrada en el 1%, han sido una rémora para el desarrollo. Por su parte, Sen en Desigualdad y su libro crítico sobre el desarrollo económico de la India, nos muestra que el crecimiento económico no va aparejado de un mejor nivel de vida de la población necesariamente, a pesar de las astronómicas tasas cercanas al 8-10% que ha alcanzado su país en los últimos años.
Utilizando el mismo diagnóstico, ¿no será que la competitividad, la innovación y la productividad se estancan en Guanajuato por el elevado nivel de desigualdad social, poco gasto en formación de capital humano y cierta codicia rapaz de algunos empresarios, aunados a cierto sentimiento de prepotencia y de falta de creatividad en la atención a las políticas sociales, que son parte también de la microeconomía, por olvido de las nuevas tendencias de combate a la pobreza sugeridas por la joven Nobel en Economía Esther Dufloo en Repensar la pobreza? Si el Bajío quiere marcar la diferencia, debe comenzar por repensar sus fundamentos económicos y sociales, Otros aires vuelan por el horizonte.