En memoria del gran rector del Siglo XX, Javier Barros Sierra
Las universidades son la vanguardia del pensamiento y el lugar de transformaciones sociales. En 1968, cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz quiso apretarle el cuello a la UNAM, cuando reprimía las manifestaciones estudiantiles, surgió la figura de su rector, Javier Barros Sierra.
En lugar de ubicarse del lado del Gobierno, de transar, en vez de abdicar, se convierte en el líder de la máxima casa de estudios y con mucho en la figura preponderante de las manifestaciones. Barrios Sierra luchaba por la autonomía vulnerada con las tanquetas militares y la disolución violenta de los grupos estudiantiles.
El Rector, quien fuera honrado con la presea Belisario Domínguez en forma póstuma, sabía que la autonomía universitaria era solo el principio de las demandas juveniles. En el fondo estaba el rechazo al modelo autoritario y hegemónico del PRI. A pesar de la prosperidad económica de los sesenta, cuando el país crecía por encima del 6% anual, había sed de apertura democrática.
El Gobierno malinterpretó los reclamos como un movimiento marxista comunista que ponía al país en peligro. Díaz Ordaz, cuando vio que las Olimpiadas de octubre y la imagen de México estaban en peligro, decidió arremeter sin compasión en contra de los estudiantes en Tlatelolco. A Barrios Sierra lo habían hecho renunciar a través de amenazas, infundios y ataques bajos en la prensa manipulada desde Gobernación.
Lo que siguió después de la matanza del 68 fue una división que, después de 50 años, sigue marcando la conciencia estudiantil del país.
Después de ver algunos videos de la época y escuchar los discursos de Barrios Sierra en Youtube, se enchina la piel al recordar el momento.
Cuando vemos en el Teatro Principal de la capital al rector Luis Felipe Guerrero Agripino arriba del foro al lado del gobernador Diego Sinhue Rodríguez y el alcalde de Guanajuato Alejandro Navarro, sabemos que está fuera de lugar. Como jefe máximo de nuestra Alma Mater, debió estar abajo, con los estudiantes, acompañándolos en la presentación de sus peticiones.
Luego vino la ausencia increíble del fiscal General del Estado, Carlos Zamarripa. Estaba Diego Sinhue dispuesto a escuchar, a dialogar pero le “faltó el cuarto” como dicen en las cartas. Los jóvenes decidieron: “Sin los cuatro, no hay trato”. El origen de descontento va más allá del nefando crimen en contra de una estudiante a manos de su ex novio. Hay, como en el 68, un sustrato de inconformidad social por la ola de violencia que sufre todo Guanajuato. La viven también los estudiantes en los diferentes campus del estado y, saben ellos que esa ansiedad social se siente por los feminicidios, el acoso impune en las escuelas y el clima de inseguridad.
Por eso querían ver a Zamarripa y escucharlo, querían una respuesta concreta y un compromiso. Una lección que dan ahora los alumnos de la Universidad a nuestros gobernantes.
El silencio y la gélida despedida de dos columnas de jóvenes con el brazo en alto a su rector, muestra el descontento ante la insensibilidad de quien debió estar desde el primer día con ellos. Al mandarles personeros construyó una zanja, porque la universidad es una: estudiantes, maestros, sus propias autoridades y rector. Para volver a unirla el Fiscal deberá acudir a la que fuera su casa de estudios a servir a quienes le solicitan su ayuda.
(Esto debe continuar)